Un amable demonio; ahora vive conmigo.

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De nuevo aquel sonido de ramas rompiéndose le llamo la atención, está vez, pudo oír con dificultad unos susurros y pasos. No era su imaginación, definitivamente alguien lo estaba acechando, no sonaba como un sola persona, así que probablemente se trataban de ladrones.

No tenía nada de valor, a excepción del kimono blanco que vestía, el cual fue un obsequio de su difunta madre. No sólo tenía valor sentimental, también debido al costoso material del que estaba hecho, también tenía valor material.

No podía perderlo, era uno de los pocos recuerdos que conservaba de ella. Fingiendo que no había escuchado nada, comenzó a caminar hacia la salida del bosque, sus pasos fueron torpes y más acelerados por culpa de la ansiedad.

Fue tan evidente su miedo, que los bandidos se dieron cuenta de que ya era consciente de su presencia, que saltaron de sus escondites para ir directo a él.

Takemichi comenzó a correr, sin mirar atrás, maldijo entre dientes su suerte, sus ojos picaron por las lágrimas, su visión se dificultó, chocó con algunas ramas y espinas, que provocaron cortes en su piel.

Escuchó sus risas burlonas, promesas de que no lo iban a lastimar tanto si se entregaba, parecían alrededor de cinco y tenían aspectos aterradores, similar a los villanos de los cuentos que leía de niño.

Cuando estuvo a escasos metros de la salida del bosque, tuvo que desviarse ya que, un sexto bandido apareció cerrando su paso, casi lo atrapó. Se adentró de nuevo al bosque, pero como no conocía bien el lugar, tomó una ruta que lo llevó a un claro, dónde no había salida, por culpa de unas enormes rocas que cortaban el camino.

Su escasa suerte terminó.

Pronto se vió rodeado de aquellos bandidos, que portaban filosos cuchillos.

Estaba a punto de echarse a llorar, producto de la impotencia, pero antes de que algo más sucediera o de que pudieran hablar. Unos pasos firmes de alguien acercándose se oyeron, junto al sonido de algo metálico que golpeaba las rocas del suelo.

Los bandidos confundidos se miraron entre sí, luego dirigieron su atención a sus espaldas, donde de los frondosos árboles salió un chico.

Parecía tener su misma edad.

Tenía el cabello negro como la tinta, portaba una yukata negra, que estaba hecha jirones, manchas de sangre y barro la adornaban. En su mano derecha blandia una katana, la larga hoja chocaba contra el suelo, al ser arrastrada.

— ¡Lárgate de aquí, niño! — gritó, quién parecía ser el líder, no parecía temer por la espada que tenía el recién llegado.

— Sí, largo o te arrepentirás, mocoso.

— Si buscas ser un héroe, te irá peor que a este mocoso de aquí.

Takemichi retrocedió lo más que pudo, hasta que su espalda chocó contra las rocas.

El muchacho entonces alzó la mirada, todos sintieron un escalofrío al ver sus ojos oscuros, sin ningún tipo de brillo.

— ¿Héroe? — ladeó la cabeza, sus mechas se balancearon con suavidad por su rostro, su cuello quedó expuesto, revelando un magnífico tatuaje de dragón.

Takemichi casi deja escapar un jadeo de sorpresa, reconocía ese símbolo, los únicos que podían portarlo eran los descendientes del clan de los demonios. Aunque se suponía, que fueron masacrados hace siglos, por los cazademonios, del emperador.

Los bandidos que también parecían ser conscientes de lo que representaba aquel simple tatuaje, se pusieron nerviosos. Aunque sus ojos pronto brillaron por la codicia, ya que si lograban matarlo y llevarle su cabeza al emperador, serían recompensados.

Un amable demonio |Maitake| Where stories live. Discover now