-         Llegaron ayer con el correo. La cosa más extraña –añadió Candy sin misterios en la voz.

  Annie se levantó de la silla y se dirigió hacia la mesa donde descansaba el florero rebosante de rosas. Entre el follaje pudo distinguir una tarjeta. Instintivamente le dirigió a su amiga una mirada inquisitiva.

  -         Estaban dirigidas a mi –explicó Candy– puedes leerlo en la tarjeta.

  Sin poderse resisitir Annie abrió el sobrecito para encontrarse con una simple tarjeta que tenía el sello del florista y el nombre de Candy sin remitente o mensaje alguno.

  -         No dice quién las envió –comentó Annie aún más intrigada y Candy no pudo evitar divertirse con la expresión de desilusión de su amiga.

       -         Así es. Por eso te digo que es la cosa más rara –agregó la rubia poniéndose de pie para acercarse a su amiga.

       -         ¿Y qué piensas hacer? –preguntó Annie.

      -         ¿Hacer? ¿Qué tendría que hacer algo? –se rió Candy volviendo a colocarse el mandil a la cintura.

       -         Pues averigüar quién es el admirador que te las manda, por supuesto –sugirió Annie sin poder creer la falta de curiosidad femenina de su amiga.

       -         ¿Y quién te ha dicho que se trata de un admirador? –se burló la rubia.

       -         ¿Quién más podría mandarte rosas, Candy?

       -         No lo sé....tal vez algún paciente agradecido –respondió Candy con simpleza. Una vez cada quince días la joven acompañaba al Dr. Smith en sus visitas a domicilio a todas las granjas cercanas y la semana que seguía ella iba sola a los lugares en que algún paciente requería de una curación. Candy nunca cobraba por esos servicios.

       -         Si así fuese te habrían mandado fruta o algo así, no flores. Mira la tarjeta, son del único florista que hay en Lakewood. ¡Vamos, Candy! Si tus pacientes no te pueden pagar la visita que les haces, menos aún podrían mandarte un regalo tan caro –contestó Annie comenzando a exasperarse por la falta de romanticismo de su amiga.

       -         En todo caso es un admirador muy tímido –se burló Candy volviendo a poner la tarjeta entre el follaje del bouqué– y a mi nunca me han gustado los hombres poco seguros de sí mismos. Me temo que nunca sabremos de quién se trata. Ahora, sí me disculpas, tengo que ver cómo van las conservas –agregó la joven dirigiéndose hacia la cocina.

       -         Mañana mismo lo averiguaremos –insistió Annie siguiendo a Candy hacia donde las marmitas arrullaban con su murmullo de líquidos hirviendo.

       -         ¿Y cómo piensas hacerlo? –preguntó Candy alzando las cejas.

        -         Tú has aceptado que mañana iremos a Lakewood a ver a la modista. ¿No? –Candy asintió sin comprender el giro de la conversación–. Bueno, pues nos daremos tiempo de pasar con el florista y averiguaremos quién es el admirador tímido que te mandó esas flores –contestó Annie con un gesto triunfal que hizo que Candy girara los ojos sin poder creer hasta donde era capaz de llegar la imaginación romántica de su amiga.

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        -         Sí señorita, recuerdo exactamente la orden que usted menciona -contestó el empleado de la florería a la joven. El florista pensó que sin duda se trataba de una dama muy importante. Solamente había que ver el carísimo sombrero Parisino que llevaba y el vestido de hilo. La muchacha rubia que iba con ella debía ser su dama de compañía seguramente-.  Iba dirigido a la Srta. Candice W. Andley, según recuerdo.

Rosas Rojas (a Candy Candy Fanfic)Where stories live. Discover now