Prólogo: Segunda Oportunidad

Start from the beginning
                                    

- Lamento tanto que no pudiéramos protegerte. - se lamentó mi madre sollozando en mi hombro.

- Debimos ser más veloces. - pronunció mi padre con voz quebrada, acariciando mi cabeza.

- ¡No! Ustedes no tienen la culpa de nada. Siempre me han cuidado... hasta el final. - me aparté para ver sus rostros sin dejar de abrazarlos. - Estamos muertos ¿no? ¿Iremos al cielo?

- Sí, estamos muertos. Tu mamá y yo iremos al cielo.

- ¿Y yo? - pregunté asustada, intentando repasar todos los pasajes de mi vida en los que podía haber hecho algo tan malo como para no ir al mismo sitio que mis padres.

- Tú tienes otra oportunidad, querida.

Miré a mi madre con confusión. - ¿Otra oportunidad?

- Sí, otra oportunidad. - enfatizó mi padre con una triste sonrisa. - Nosotros queremos que vivas por mucho, mucho tiempo y que seas muy feliz.

- ¡No! ¡Yo quiero ir con ustedes!

- Eres todavía demasiado joven para acompañarnos.

- Pero...

- Volveremos a reunirnos muy pronto. Te lo prometemos. 

- Por favor, hazlo por nosotros. No desaproveches esta segunda oportunidad.

Aun con todo el dolor de mi corazón y con mis lágrimas cayendo sin control terminé asintiendo, volviendo a abrazar a mis padres con todas mis fuerzas, en lo que sería nuestra último abrazo. Nuestra despedida.

- Mamá, papá, los amo mucho.

- También te amamos, hija mía.

- Lo harás bien. Creemos en ti, cariño.

De pronto, todo se oscureció.

Cuando la luz volvió me levanté sobresaltada.

- ¡Mamá! ¡Papá!

- ¡Jovencita! ¡No te levantes! - una enfermera se acercó a toda prisa, tomándome por los hombros con suavidad y volviendo a recostarme en la cama. - Quédate tranquila. Iré por el doctor en seguida.

Luego de que la mujer se fuera por la puerta volví a sentarme, siendo incapaz de estar tranquila después de todo lo ocurrido. Me encontraba en un cuarto de hospital usando una bata blanca, con un respirador en el rostro y una vía inyectada en mi brazo. Era de esperarse que estuviera aquí considerando el accidente; pero lo que llamó mi atención era que, si bien mi cuerpo se encontraba adolorido y mi piel estaba llena de moretones, no sentía que ningún hueso estuviera roto, ¿Podría haber estado internada por mucho tiempo? ¿Estuve en coma?

Con cuidado me levanté de la cama, sosteniendo el soporte de la vía para llevarla conmigo. Sentí el frío traspasar mis pies descalzos, volviendo a comprobar que seguía con vida y que verdaderamente había recibido otra oportunidad.

- "Mamá, papá, no los defraudaré. Ya lo verán, me esforzaré por ser feliz." - pensé con determinación, limpiándome las lágrimas.

Me acerqué a la ventana con la intención de ver que tan destruida había quedado la ciudad. Cojeé sintiendo ambas piernas entumecidas y utilicé el soporté de la vía como bastón. Al asomarme no pude evitar fruncir el ceño, confundida al ver los edificios intactos. Ni siquiera parecía que un terremoto hubiera ocurrido, lo cual era absurdo al recordar la magnitud del mismo. No solo eso me dejó confundida, también lo fue ver edificios y carreteras que no recordaba haber visto nunca en mi ciudad.

"¿Qué está pasando?"

La respuesta llegó de inmediato cuando un doctor anciano entró por la puerta y me miró con asombro. - ¡Señorita! No deberías estar fuera de la cama. No te has recuperado por completo del accidente. - me regañó con seriedad. Me disculpé cabizbaja y regresé a la cama. Pude notar que su expresión se suavizo al notar mi semblante decaído. - Por otro lado, es bueno ver que no pareces haber sufrido ninguna pérdida de tus funciones. Estuviste dormida por tres días. Empezaba a preocuparme. Dime, ¿Cómo te sientes?

No Tendré Una Relación TóxicaWhere stories live. Discover now