Drake un citadino de 26 años despierta luego de varios sucesos en su vida en un mundo completamente diferente al suyo , reencarnado en el cuerpo de un joven del cual no tiene conocimiento alguno , un mundo dónde la existencia de las personas con hab...
Abrí lentamente la puerta hasta atrás, sumido en un silencio sepulcral. Solo el chirrido de la puerta resonaba en la oscuridad. A pesar de ello, no bajé la guardia. Me adentré con cautela, atento a cada movimiento. Me quité lentamente el chaleco y lo colgué en el perchero. Intenté encender las luces, pero no funcionaban. Una preocupación se apoderó de mí...
Realmente alguien se encontraba en mi habitación...
Tras unos segundos, mis sospechas fueron confirmadas por un ruido: el sonido de un vidrio rompiéndose. Inmediatamente, mi mente calculó diversas situaciones antes de enfrentarme a la persona detrás de todo esto. Era un momento de tensión, y mi corazón latía desbocado. Avancé hacia el cuarto, la puerta entreabierta revelaba mi transición de ser sorprendido a sorprender. Un buen susto en un momento de alta tensión podía marcar la diferencia. Lo primero era ubicar a la persona en cuestión...
Golpeé fuertemente la puerta con una patada. Esto inquietó al agresor, que se escondía en el armario, y lo descubrí gracias a mi aguda percepción. Ambos estábamos bajo una presión intensa, sin posibilidad de escape.
Sin mucho que esperar, le grité:
- ¡Sé que estás ahí!
- ¡Espero que estés preparado! ¡Sal de una buena vez!
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Las puertas del armario se abrieron de golpe, y de repente emergió un hombre de baja estatura, ocultando su rostro detrás de un pasamontañas. A pesar de la oscuridad reinante, apenas podía distinguir sus rasgos, al igual que él podía ver poco de mí. Sabía que si permitía que el miedo nos dominara en los momentos más críticos, ya habríamos perdido la batalla incluso antes de empezar...
Se acercó lentamente hacia mí, dando unos pasos cautelosos hasta quedar a una corta distancia. En ese momento, solo podía pensar en la podredumbre en la que se había convertido la sociedad y en todas las reflexiones que habían ocupado mi mente hasta ese punto de mi vida. Sentí lástima por el ladrón que había caído tan bajo como para necesitar robar o lastimar a alguien. Antes de que se abalanzara sobre mí, le dije con pocas palabras:
+ Dime, ¿eres feliz?
Sin dejarme terminar de hablar, se lanzó hacia mí y comenzó a golpearme con sus manos desnudas, lanzando puñetazos hacia mi rostro y abdomen. Sabía que podía evitar sus golpes con un poco de esfuerzo, así que simplemente esperé a que se sintiera satisfecho. Mientras tanto, el suelo de mi cuarto se manchaba de sangre con cada impacto, pero soporté el dolor hasta que finalmente se detuvo... Fue entonces cuando, con voz apagada, me dijo:
Le respondí con calma, como si nada hubiera ocurrido:
+ Creo que te hice una pregunta.
Avancé hacia él después de lo sucedido, mientras él retrocedía tembloroso. Intentó golpearme nuevamente, pero para su mala fortuna, era mi turno. Esquivé su ataque y, al mismo tiempo, le propiné un fuerte golpe en el abdomen. Mientras se retorcía de dolor, agarré su cuello y apoyé su cabeza en mi hombro. Mis palabras resonaron una vez más: