La picadura

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—Auch 

Me di vuelta enseguida al escuchar a Lorenzo quejarse y le pregunté qué le había pasado.

—Me picó una araña —respondió mostrándome una pequeña roncha en la muñeca derecha —. ¡Ahora me voy a convertir en Spiderman! ¡Oh, sí!

—No seas tonto —le recriminé —. Mirá que si es una araña venenosa, te podés morir.

— ¿En serio? —sus ojos se llenaron de lágrimas y de un momento a otro comenzó a llorar muy fuerte.

—Shhhhh. Callate, nene —tapé su boca con mis manos —. Si la nona te escucha estamos fritos.

—No me quiero morir —sollozó mientras se limpiaba los mocos con la manga de la camiseta.

—Bueno, entonces quédate calladito y esperame que voy a ir a buscar el botiquín de primeros auxilios.

—No le digas a mamá.

—Y vos no le digas que estuvimos en el desván de la abuela. Prometelo.

—Promesa de meñique —dijo con el dedo meñique levantado.

Mi hermano menor era experto en meterse en líos, pero no podía enojarme con él porque, también poseía una ternura inmensa debajo de esa fachada de nene travieso.

Después de improvisar una curación, devolví el botiquín a su lugar y llevé a Lorenzo a tomar un helado. La abuela que todo ese tiempo había estado inmersa en su telenovela, ni siquiera se dio cuenta de que habíamos salido de la casa.

Todo parecía haber salido mejor de lo que esperaba, sin embargo unos días después lo encontré matando moscas en la cocina, a la hora de la siesta y no me pareció nada extraño hasta que lo vi comerse un par de ellas. Cuando le llamé la atención, simplemente me dijo que había tenido curiosidad por conocer el sabor de los molestos insectos voladores. Le dije que si volvía a hacerlo unos gusanos enormes, iban a crecerle en el vientre y eso pareció asustarlo bastante. Ojalá las cosas no hubieran pasado a mayores, sin embargo todo fue de mal en peor después de esa tarde. Lo que siguió fue una verdadera pesadilla, la picadura de la araña se tornó de un color negruzco y supuruba pus cada vez que movía la mano. Lorenzo afirmaba que no le dolía y que no había que decirle nada a nuestros padres, porque habíamos hecho una promesa de meñique. Yo, para ser sincera estaba muy preocupada, casi no podía dormir por las noches. Me la pasaba en vela, vigilando el descanso de Lorenzo. En el fondo me sentía culpable por no haberle dicho nada a mamá.

Una noche muy calurosa, estaba en la pieza mirando las estrellas por la ventana, cuando Lorenzo entró asustado. Su cuerpo ardía en fiebre y la mancha negra de la picadura se había extendido, desde la muñeca hasta el hombro.

—Tengo pelitos en el brazo.

—Todos tenemos pelos —dije intentando calmarlo.

—Estos son raros, tocalos.

Estirando la mano, froté la palma encima de la mancha y sentí que esos pelitos intentaban pegarse a mi piel.

—Vamos a decirle a mamá que te lleve al hospital.

En ese momento Lorenzo vomitó un líquido blanco y gelatinoso, que me revolvió el estómago. El olor nauseabundo inundó la pieza y Rubio, el gato, que estaba echado a los pies de mi cama, empezó a maullar con el lomo arqueado y la cola erizada. Cuando el asustado minino intentó escapar por la ventana, Lorenzo extendió la mano hacia él y algo que salió de sus dedos lo dejó atrapado en lo que parecía ser una telaraña.

— ¡¿Qué estás haciendo?!

—Tengo hambre...

— ¡No te vas a comer a mi gato! —grité enojada y me apresuré en ayudar al gato que maullaba asustado. 

La telaraña era muy pegajosa y mientras más intentaba quitársela a Rubio, más se me pegaba en los dedos. Llorando llamé a gritos a mis padres, pero ninguno contestó.

Asustada corrí con Rubio, pegado a mí, hacia la habitación de matrimonial y entré gritando como una loca. El horror me invadió cuando descubrí que ellos estaban pegados a la cama, por una enorme telaraña y solo podían emitir sollozos ahogados.

—Hermanita...

Esa voz gutural que venía del pasillo me heló la sangre y sabía que no era mi hermano quien me llamaba, si no esa cosa en la que se había convertido. Rubio desesperado comenzó a sacudirse como endemoniado y me lastimó las manos y antebrazos en su afán por escapar.

Una vez libre se metió debajo de la cama y deseé poder hacer lo mismo, sin embargo no podía esconderme como una cobarde, necesitaba salvar a mis padres. Sabía que era inútil tratar de liberarlos, así que lo único que podía hacer era buscar ayuda.  Cautelosa avancé hasta la ventana y abriéndola muy despacito salí al jardín. Fui hasta la casa del vecino y llamé a su puerta, él me atendió de mala gana y cuando le conté lo que pasaba, me dijo que iba a llamar a la policía si no me iba de su casa.

Vencida por la adversidad, regresé a la casa y fui directo al galpón en donde mi papá guardaba sus herramientas, allí tenía un bidón de combustible, y con lo que encontré pude improvisar una antorcha. El fuego iba a asustar a Lorenzo y con suerte iba a salir de la casa. Armada con la antorcha, entré a mi casa y fui directo a buscar a mis padres y cuando crucé el umbral de la habitación, casi me da un infarto al ver a Lorenzo, ya convertido en una araña enorme que estaba engullendo a Rubio. Loca de la rabia, empecé a blandir la antorcha frente a él, que emitiendo el chillido más horrible que escuché en mi vida, retrocedió hasta quedarse en un rincón del techo. Pero, cuando me di cuenta de lo que estaba pasando a mi alrededor ya era muy tarde, la cama era una hoguera y mis padres se estaban quemando vivos en ella.

— ¡Es tu culpa! —le grité a Lorenzo y ciega de furia, comencé a golpearlo con la antorcha.

Lo golpeé hasta que empecé a sentir que las llamas trepaban por mis brazos y salí corriendo hacia la puerta, antes de salir miré por última vez a mi hermano que se retorcía chillando de dolor en el piso y cerré la puerta. Corrí y corrí hasta que unos brazos fuertes me atraparon. Era un oficial de bomberos y que me había envuelto con una manta, para apagar las llamas que casi me mataron.

Toda la casa ardía sin control. Las lenguas anaranjadas lamían el techo y pronto los cristales estallaron aumentando el incendio. Nadie me creyó cuando les conté de Lorenzo. Todos insistieron en que yo  había perdido la razón y como consecuencia asesiné a mi familia. Eso no es cierto, esta es mi verdad. Mi hermano Lorenzo se convirtió en una enorme araña humana y se comió a mi gato.

¿Vos me creés, verdad?

Spider-Man, Spider-Man

Does whatever a spider can

Spins a web, any size

Catches thieves just like flies

Look out

Here comes the Spider-Man... 🎶🎶🎶

Writober 2022Where stories live. Discover now