Polos opuestos

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— Arles se volvió a escapar

— ¿Y yo qué tengo que ver en eso?

— ¡Maldito pez insensible! Debería despedirte por ello...

— Saga, ya terminé mi jornada. Estoy en el veterinario ¿Es todo lo que tenías que decirme?

Un molesto grito se escapó de la bocina, alterando al pastor alemán que estaba atento a la llamada de su amo. Por más que Afrodita trataba de razonar con su jefe, él seguía alegando sobre lo mucho que su hermano menor quería a ese perro malvado antes que a él.

Mientras tanto, el monumental ejemplar que estaba sentado a sus pies miraba la sala de espera con aburrimiento. 

Era una clínica sencilla, limpia y ordenada. No era a la que siempre iba, pero de momento se veía como una buena opción dado que su viejo veterinario estaba a punto de retirarse. 

Afrodita había dicho que varios compañeros de trabajo le recomendaron aquel sitio.

No es que Shura fuera un perro delicado, pero su dueño prefería tenerlo bien chequeado por cualquier cosa. Estaba tratando de adivinar qué clase de desinfectante usaban en el sitio cuando finalmente, el hermoso peliceleste se hartó de su jefe y decidió colgar el teléfono con su clásica altivez.

De inmediato, Afrodita saco su portátil y comenzó a trabajar en localizar a ese perro, que era un loco desquiciado, con el rastreador incrustado en su diente. 

¿Por qué no lo buscaba el mayor interesado? 

Shura no entendía eso de trabajar y obedecer a un jefe por más tonto que fuera. No le gustaba que últimamente Afrodita regresara a casa para ignorarlo. 

Solo se acordaba de él para servir la comida y si no fuera por las alarmas que programaba en esa tabla brillante quizá también se habría olvidado de su cita con el tal Fenrir.

Oh, su vida perfecta se estaba yendo al carajo. El maldito rottweiler de los gemelos era lo único que le importaba a su amo. 

Pero bien se lo había advertido Shaka antes de que lo adoptara ese extraterrestre peliverde con puntos anormales en la frente “Nosotros somos incondicionales por naturaleza, pero ellos te pueden tirar a la calle cuando quieran”.

Aun no estaba en la calle, pero a veces pensaba que, si desapareciera del departamento, Afrodita daría un suspiro de alivio. Eso le rompería el corazón en miles de pedazos, porque, aunque no fuera muy expresivo, su amo lo era todo para él. 

Extrañaba ver películas juntos y salir a hacer ejercicio por las noches. No era lo único, estaba celoso de todos los perros que alardeaban de lo magníficos que eran sus amos. Malditos.

¿De qué podía presumir ahora? ¿Quién envidiaría su abandono emocional?

Él, que había sido el primero en todo. Él, Shura Alejandro McFisk, elegido por el hombre más apuesto de toda Grecia... Grecia era muy poco ¡El hombre más hermoso del mundo y el universo!

Él, ese compañero insuperable ahora se sentía ignorado precisamente por el mismo tipo que lo había colocado sobre un pedestal desde el día que se vieron a través de la vitrina.

Hasta el insufrible de Arles se vanagloriaba con todo el poder que ejercía sobre sus humanos. En cómo lo requerían para cruzas con las hembras más prestigiosas y las peleas que ganaba en los barrios más bravos cada vez que se escapaba de la mansión en que vivía. 

Agh. Pensar en Arles le daba nauseas, pero no quería concentrarse en ello y se dirigió hacia la puerta. Afrodita lo había soltado al estar solos en esa pequeña sala conectada por un estrecho pasillo y la puerta que separaba al consultorio.

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⏰ Last updated: Oct 05, 2022 ⏰

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Dos perros a todo gas!Where stories live. Discover now