Tomaron sus copas y fueron hasta la sala de estar donde se acomodaron junto a la chimenea. El lugar era realmente acogedor, elegante, pero fuera de lo que hubiese pensado el joven. Sin duda, el gusto del señor Chiva-aree era exquisito.

Con una manta cubrió al joven quien se sentó junto a él, tomó un libro para leerle.

La cabeza del joven yacía sobre su hombro, cansado del viaje y con su alma en calma por la compañía del ser amado, escuchó silencioso aquel poema que le era declamado casi en susurros:

Rima XI, Gustavo Adolfo Bécquer.

—Yo soy ardiente, yo soy morena,
yo soy el símbolo de la pasión;
de ansia de goces mi alma está llena.
¿A mí me buscas?
—No es a ti, no.

—Mi frente es pálida, mis trenzas de oro,
puedo brindarte dichas sin fin.
Yo de ternura guardo un tesoro.
¿A mí me llamas?
—No, no es a ti.

—Yo soy un sueño, un imposible,
vano fantasma de niebla y luz;
soy incorpórea, soy intangible;
no puedo amarte.
—¡Oh ven; ven tú!

- Me encanta, la ironía de las personas en perseguir un sueño que nunca alcanzarán, a veces creo que no todos son felices, viven de apariencias tapando sus miserias humanas y carencias. El humano está hecho de mala manera, se esmera en aparentar, carente de sentimientos y emociones reales, nubla su mente con prejuicios y cosas banales. Parece una gran tragedia- sus palabras hacían una pequeña y sentida reflexión.

- Tiene usted razón, la felicidad es algo tan sencillo de alcanzar, pero nos fijamos en cosas superfluas y dejamos de lado aquello que tiene real sentido.

Besó la frente del joven y se quedó mirándolo, sus pestañas onduladas, unos pequeños lunares en su rostro, y esos labios abultados, tan rosados, se dio cuenta de que realmente todo lo que siempre había poseído no lo hacía feliz, la felicidad, el amor de su vida, yacía a su lado y quiso escapar de esa realidad a una donde sólo pudiesen estar los dos, pero aquel pensamiento era solo eso, que ironía.

Lo abrazó atrayéndolo a su lado, temiendo que le arrebataran algún día toda la felicidad que había alcanzado y por primera vez, ese hombre tan fuerte, tan entero, y seguro de sí, sintió miedo.

El joven se acurrucó entre sus brazos, su nariz rozó la hendidura entre el hombro y el cuello, inhaló aquel exquisito aroma, tan varonil y se relajó. Encontró en ese cuerpo, en aquellos brazos, su lugar seguro, uno que nadie entendería y tampoco aprobarían.

Permanecieron así un tiempo más hasta vaciar sus copas, las caricias de por medio intentando no dejar escapar aquel mágico momento, tallarlo en los dedos y en la memoria para siempre.

Permanecieron así un tiempo más hasta vaciar sus copas, las caricias de por medio intentando no dejar escapar aquel mágico momento, tallarlo en los dedos y en la memoria para siempre

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Cuestión de orgulloWhere stories live. Discover now