𝐱. conflicto parte dos

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—No podría decirlo. No he presenciado ninguna maravilla de los dioses antiguos o de los dioses de tu pueblo. Yo no se de ellos.

—¿Y tu dios te ha mostrado cosas tan maravillosas? —Ivar resopla.

—No particularmente —dice vacilante—. Pero estoy familiarizada con su amor, así como tú estás familiarizado con el amor de tus dioses —ella lo mira a los ojos—. Y creo que el me ha mantenido con vista ahora ahora.

Ivar no parecía nada convencido.

—Tal vez debería haberte matado entonces —el murmuro con una risita.

Ella había escuchado su comentario, se dio cuenta por cómo sus rasgos se torcieron con esa mirada que el conocía tan bien. Ella no estaba complacida con su declaración, pero hizo bien en guardar silencio.

El no lo dijo en serio, no realmente. Ella no le disgustaba tanto como a sus creencias. El odiaba como los cristianos engatusaban a uno para que cayera en su ignorancia.

Pero Ivar no consideraba a Artemis como ignorante, ya que nunca hablaba de su dios o de sus creencias, a diferencia de los balbuceantes sacerdotes que la acompañan. Ivar sabía que se guardaba su fe para sí misma, y no estaba equivocada al hacerlo.

—Pero te pusieron el nombre de una diosa —Ivar continua de nuevo—. Seguramente debe haber sido una señal de respeto.

Artemis piensa que tal vez el debería haberla matado. Ella estaría dispuesta a caer sobre su espalda si eso pusiera fin a su inútil conversación.

—El resultado de un padre que quería mantener la memoria de sus ancestros.

El tono de Artemis se irritó más con sus preguntas y comentarios.

Ella se pone de pie y camina hacia el, sus dedos helados pasan sobre los de el sorprendentemente cálidos mientras ella le entregaba la madera.

Ivar no dijo nada cuando siente sus dedos fríos, agarrando la madera con un gruñido. Encajaba perfectamente en su palma, la madera hábilmente suave a la perfección bajo sus dedos callosos. Ivar sonríe.

—Excelente.

el dice con aprobación devolviéndoselo a ella. Luego lleva sus ojos a observar directamente a los de ella, mirando fijamente como si buscara las profundidades grises.

—¿Realmente crees en tu dios cristiano?

Esa era una pregunta peligrosa si se la hacían en casa. Ivar parecía estar en un estado de animo filosófico.

Artemis frunció los labios. Ella sabía hasta donde llegaba su fe. Ella no era tan piadosa como debería ser una mujer cristiana apropiada. La misa del domingo se convirtió en una tarea para ella, y aunque rezaba sus oraciones por la noche, su fe comenzó a disminuir, sobre todo después de que fuera capturada en el monasterio. Tal vez dios no la amaba como ella creía.

—No importa lo que yo crea, solo soy una esclava.

ella en cambio dice en su lugar. Un esclavo que pasaba se acercó con una escoba y se la entregó antes de irse corriendo.

—Tal vez deberías informarte sobre nuestros dioses —Ivar dice con indiferencia, viéndola comenzar a barrer las virutas de madera—. Te hará bien entender las costumbres de las personas a las que sirves ¿no es así? Especialmente si vas a viajar con nosotros a Inglaterra.

La escoba amenazó con resbalarse de sus manos mientras miraba a Ivar con ojos sorprendidos.

—Pero necesito saber que estarás de nuestro lado. Necesito saber que estarás de mi lado —el continúa—. No dejare que vayas para encontrar refugio con los cristianos de Inglaterra. Me juraste lealtad, Artemis.

Oh.

¿De ahí venían todos los cuestionamientos? Ivar temía la traición. Si ella podía traicionar a los dioses de sus ancestros, entonces fácilmente podría traicionarlo a él.

Pensó que eso no era justo.

—Jure lealtad bajo amenaza de muerte.

Ella responde en voz baja, sosteniendo la escoba con fuerza.

Edda y el esclavo de antes caminaban ahora, preparando los ingredientes para la cena. Ellos estaban oyendo la conversación, ella lo sabía, era evidente en la forma en que se movían.

—Y la amenaza de muerte sigue en pie si decides huir al llegar a Inglaterra.

El siempre fue muy descuidado en la forma en que decía las cosas, tan indiferente a todo, pero fue un momento raro en el que Ivar dejó escapar su vulnerabilidad.

—¿Y si pudiera escapar? —ella estúpidamente decidió desafiarlo—. Inglaterra debe ser una tierra enorme, podría ir a cualquier parte.

—Te cazaría y te mataría —Ivar
gruñe—. Y te daría de comer a los sabuesos. La decisión es tuya —el se encoge de hombros al final, ocultando su ira de momentos antes.

A Artemis se le secó la garganta y dejó escapar el suspiro que había estado conteniendo.

—No puedo negar tu habilidad, incluso si eres una esclava —Ivar dice, sonriendo ante su reacción—. Claramente has demostrado ser útil en tu vida anterior y en la nueva. Se consideraría un honor unirse a los hijos de Ragnar en su búsqueda.

Su tono era un hecho, como si el le estuviera otorgando el más grande honor. Ella supuso que era mejor que quedarse en Kattegat, pero ser una esclava herrera no se sentía bien con ella.

—Me da alegría saber que he demostrado mi valía, pero ser una esclava...

Ella deja que la declaración cuelgue, eligiendo en su lugar bajar la mirada hacia el suelo.

—Eso no importa —Ivar responde con un resoplido—. El tema de tu esclavitud se discutirá después de que hayamos derrotado al rey Ecbert y Alle.

Ella lo mira de nuevo. El lisiado nunca dejaba de sorprenderla. Las ruedas estaban girando en su cabeza una vez más, y después de un minuto le ofreció a Ivar la más pequeña de las sonrisas que el nunca creyó posible.

¿El realmente la liberaría?

—Si es voluntad del príncipe —ella comienza—. Entonces sería un honor para mi unirme a él.

Ivar le sonríe, era una sonrisa encantadora, que servía para iluminar sus facciones de forma muy agradable. De repente, el salta del taburete, empuja el asiento a un lado y cierra la puerta. Luego se desliza hacia ella, su capa ondeando como alas negras detrás de él.

Ella parpadea hacia el cuando el se detiene a sus pies, tirando de la fina capa de piel de si mismo antes de empujar la tela hacia ella.

—Aquí —el gruñe—. La necesitas más que yo.

Ella ladea ligeramente la cabeza, sus dedos dudan en quitársela.

—Tómala —el insiste, empujándola de sus manos, gruñendo de nuevo cuando ella finalmente se la quita.

Artemis mira fijamente la fina capa, sintiendo el suave pelo de lobo bajo sus manos secas. Era de una calidad extremadamente alta, adecuada para un noble, y avergonzaba a su propia sin valor.

—Príncipe, yo-

—Tu tienes frío —el murmura, incapaz de mirarla—. Podía sentirlo en tus dedos.

Fue todo lo que dice antes de arrastrarse rápidamente hacia su habitación. Artemis lo mira fijamente, acercando la cálida capa a su pecho. Ella se inclina para olfatear el cuello de piel, hundiendo la nariz en los suaves pelos, el olor a hojas de pino invadió sus sentidos mientras inhalaba suavemente.

El príncipe Ivar olía a pino fresco. Fue...agradable.

—Parece que le gustas al príncipe más joven.

Edda interrumpe en sus pensamientos, pero ella no se giró para mirar a la mujer mayor. Sus ojos seguían el rastro de Ivar.

—Chica afortunada —Edda murmura—. Ven a ayudarme en las cocinas si puedes.

Ella desaparece en la cocina, dejando a Artemis sola en el pequeño salon. De nuevo, olfatea la capa y se encuentra sonriendo en su calidez.

𝐅𝐎𝐑𝐆𝐈𝐍𝐆 𝐀 𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓 ━ 𝐢𝐯𝐚𝐫 𝐭𝐡𝐞 𝐛𝐨𝐧𝐞𝐥𝐞𝐬𝐬  Onde histórias criam vida. Descubra agora