—¿Qué clase de productos? —corto el relato al ver que no es específico. ¿O no es importante?

Sus ojos me escrutan, y la abuela también mientras bebe en silencio su café. Ella me mira meticulosamente, pero yo evito su mirada. Me concentro en el abuelo quien está contándome lo que quiero saber.

—El negocio empezó siendo un proveedor, los clientes buscaban cosas que el bisabuelo podía conseguir con algunos contactos que tenía de cuando fue a la guerra, y luego los revendía. Así empezó todo, armas, drogas, documentos falsos —cuenta serio —. Pero luego dejamos de depender de esas personas y los conseguíamos nosotros mismos...

—¿Por qué me estás diciendo todo esto? —vuelvo a interrumpir sintiendo miedo. Miedo porque después de este punto ya no hay vuelta atrás. Miedo porque entrar a un mundo donde se que las cosas no son miel sobre hojuelas me hace dudar de todo, hasta de lo que pienso.

—Porque ahora tú tienes que seguir este negocio —mi abuela deja la taza a un lado—. Esto es mi matriarcado mi niña, y no puedo confiar más que en la familia para llevar adelante todo esto. Este negocio es lo que ha dado sentido a mi vida y por eso estamos donde estamos.

—Esto es la mafia —me horroriza hasta el decirlo. Sostengo mi vaso de nuevo entre mis manos sintiendo un sudor frío helarme en mi lugar. Sí, es la mafia.

—Sí —mi abuela sonríe—. Esto es el imperio que tu vas a seguir Gianna. Ahora mismo es tu momento de empezar a prepararte para esto, eres la cuarta generación de los Douce, segunda de los Morrigan y como tal, tu destino desde el comienzo ha sido el seguir el negocio de tu familia.

La intensidad en la mirada de mi abuela me hace ver a un ser distinto al que conocía. Esa mujer sumisa, tan delicada cuyo trabajo era ser ama de casa.

—Me mintieron toda mi vida —exhalo el aire atrapado en mis pulmones mientras niego con la cabeza.

—Te protegimos y lo seguimos haciendo —Andrés Morrigan intenta tomar mi mano sobre la mesa, pero yo la quito de su alcance.

Me siento a la defensiva, como un animal enjaulado alternado la mirad entre ellos. Mi abuelo se ve serio y tosco, pero algo en él me hace pensar que no está disfrutando nada de lo que está pasando. En cambio la templanza de mi abuela parece la oposición perfecta a él.

—No quita que me hayan mentido —paso saliva, haciéndome hacia atrás en mi asiento—. Me mintieron con Leia, con mi papá. Dijeron que había muerto en un accidente.

Mi abuela bufa y pone los ojos en blanco.

—Leia no tiene nada que ver aquí —oigo un rechazo en la voz de Marianne y eso me saca de mis casillas.

—¡Es tu nieta! —levanto la voz mientras mis labios tiemblan. Mi corazón late tan fuerte que duele. Limpio la humedad de las palmas de mis manos en mi pantalón.

La abuela me observa serena, pero levanta las cejas.

—No vuelvas a levantarme la voz Gianna, estamos hablándonos con respeto —siento hasta repulsión por esto. ¿Qué demonios les pasa? ¿Cómo creen que decirme que son mafiosos es algo fácil de tolerar?

—Ustedes me lo faltaron a mí al mentirme toda mi vida. Y le quitaron la posibilidad de tener una familia a Leia, ya entiendo por qué me odia —la violencia está contenida en mi voz. Mi expresión endurecida, y mi siseo entre dientes sintiendo lo apretada de mi mandíbula es inusual. Mis dientes se presionan tanto, con tanto desprecio que hasta siento que mis vellos se ponen de gallina.

—Leia no es más que una niña resentida —el abuelo me mira con seriedad—. Desde el principio pudimos ver que no tiene control pero la ayudamos en lo que pudimos, sin embargo siempre quiso más y más.

El Juego de HadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora