11. Los Cuatro Campeones

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—¡Hola, Cassiopeia! —saludó Ron. A su lado estaban Harry y Hermione.

—Hola Ron —regresó el saludo—. Hola, chicos —Hermione solo sacudió de mano y Harry respondió al saludo—. ¿Ustedes creen que los gemelos logren poner su nombre?

—Dumbledore es muy listo —respondió Hermione—, seguro que ha pensado en eso.

—No podría estar más de acuerdo —concordó, ganándose una sonrisa de aprobación por parte de Hermione.

—¿Listos? —Cassiopeia escuchó a Fred hablando a su amigo y a su gemelo—. Entonces, vamos. Yo voy primero...

Cassiopeia observó cómo Fred se sacaba del bolsillo un pedazo de pergamino con las palabras: «Fred Weasley, Hogwarts.» Fred avanzó hasta el borde de la línea y se quedó allí, balanceándose sobre las puntas de los pies como un saltador de trampolín que se dispusiera a tirarse desde veinte metros de altura. Luego, observado por todos los que estaban en el vestíbulo, tomó aire y dio un paso para cruzar la línea.

Durante una fracción de segundo. George creyó que había funcionado, profirió un grito de triunfo y avanzó tras Fred. Pero al momento siguiente se oyó un chisporroteo, y ambos hermanos se vieron expulsados del círculo dorado como si los hubiera echado un invisible lanzador de peso. Cayeron al suelo de fría piedra a tres metros de distancia, haciéndose bastante daño, y para colmo sonó un «¡plin!» y a los dos les salió de repente la misma barba larga y blanca.

En el vestíbulo, todos prorrumpieron en carcajadas. Incluso Fred y George se rieron al ponerse en pie y verse cada uno la barba del otro.

—Se los advertí —dijo la voz profunda de alguien que parecía estar divirtiéndose, y todo el mundo se volvió para ver salir del Gran Comedor al profesor Dumbledore. Examinó a Fred y George con los ojos brillantes—. Les sugiero que vayan los dos a ver a la señora Pomfrey. Está atendiendo ya a la señorita Fawcett, de Ravenclaw, y al señor Summers, de Hufflepuff, que también decidieron envejecerse un poquito. Aunque tengo que decir que me gusta más sus barbas que la que les ha salido a ellos.

Fred y George salieron para la enfermería acompañados por Lee, que se partía de risa, y Harry, Ron, Hermione y Cassiopeia, que también se reían con ganas, entraron a desayunar.

—Saben, en mi casa hay un rumor de que Warrington se ha levantado temprano para echar el pergamino con su nombre —dijo Cassiopeia.

Harry movió la cabeza en señal de disgusto.

—¿Por qué esa cara? —se burló Cassiopeia.

Sin embargo, Harry no pudo terminar porque Ron exclamó: —¡Espero que no tengamos de campeón a nadie de Slytherin!

—Que lindo, Ron —dijo con sarcasmo la única Slytherin del cuarteto.

—Oye, tú eres la única Slytherin que nos agrada —replicó Ron, abrazándola—. ¡Siéntete especial!

—Gracias Ron —dijo la castaña—, pero yo solo espero que no sea un idiota el que represente a Hogwarts...




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—Bien, el cáliz está casi preparado para tomar una decisión —anunció Dumbledore—. Según me parece, falta tan sólo un minuto. Cuando pronuncie el nombre de un campeón, le ruego que venga a esta parte del Gran Comedor, pase por la mesa de los profesores y entre en la sala de al lado —indicó la puerta que había detrás de su mesa—, donde recibirá las primeras instrucciones.

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