PRÓLOGO

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Cuando Petunia Dursley despertó la mañana siguiente del 31 de Octubre en 1980, nunca esperó tener que encontrar al engendro de su hermano menor ahora difunta.


Petunia había odiado a Lily desde que habían sido tan solo unas niñas, por el simple hecho de que la mujer muerta había logrado tener magia y ella no. Aún a pesar de los años seguía teniendo ese estupido berrinche a pesar de ser una mujer adulta de 23 años.


El haber leído por medio de una carta que la hermana a la que siempre habías envidiado había muerto y que su hijo había quedado huérfano, era lo último que ella había deseado en la mañana de aquel Domingo.


Sus únicos planes habían sido preparar el desayuno, despedir a Vernon cuando fuera al trabajo y cuidar de su pequeño Diddykins por el resto del día y así por el resto de su vida. No en encontrar a un lloroso niño en la puerta de su casa y con los mismos malditos ojos qué su hermana Lily.


Y Petunia no podía culpar a nadie más que a Albus Dumbledore, aquel odioso de avanzada edad al qué le había rogado en su niñez qué la dejara ir a ese tonta escuela de fenómenos. Al final de cuentas estaba aliviada de que no había sido aceptada, ella había logrado darse cuenta de la pérdida de tiempo que habia sido aprender cosas junto a los demás fenómenos qué creían ser especiales y no eran más que aberraciones en el mundo e hijos del demonio, ensuciando a gente normal como lo era ella, su esposo y su dulce hijo.


Todas esas cosas pasaban por la mente de Petunia Dursley aún después de un año, mientras ella cocinaba con furia mientras escuchaba el llanto de la aberración de Lily desde la alacena debajo de las escaleras, la habitación qué tan humildemente le habían dado Vernon y ella.


Harta de escuchar los berridos del bebé, dejo todo en la estufa mientras salía de la cocina y se dirigía a la pequeña puerta qué habían debajo de las escaleras y golpeaba con la palma de su mano la superficie de la puerta.


—¡Callate! ¡Deja de llorar, chico!— La palabra furiosa quedaba demasiado corta a lo que estaba sintiendo ella en esos momentos.


¡Nunca había querido acoger al chico! Aquel viejo hombre fenómeno le habia dejado sin objeciones cuando en su carta puso qué era por culpa de su odiosa hermana muertaa qué ella lo tuviera qué cuidar.


Incluso Vernon hace tan solo unos meses atrás le había sugerido qué ahogaran al bebé en la bañera y fingir qué había sido un terrible accidente. Pero ni siquiera ella tenía ese tipo de valor como para hacer algo como eso y no quería vivir sintiéndose culpable por culpa del pequeño fenómeno en su casa.


Aunque ahora se estaba arrepintiendo de no haber ahogado a su sobrino en la bañera, no tardaba en ser el cumpleaños de la cosa y ella no quería gastar un centavo más de lo que le correspondía realmente a su dulce y adorable Diddykins.


Tenía junto a Vernon alrededor de tres meses para deshacerse del chico antes de que cumpliera los dos años y fuera aún más consciente de su alrededor, de lo que ya lo era.


Dandose cuenta que desde tiempo los berridos del bebé Potter de habían detenido, regreso por el pasillo de la entrada de regreso a la cocina y continuar con la comida del día. Desde la sala de estar, podía escuchar el televisor. Su querido Vernon estaba viendo el televisor junto al pequeño Diddy.


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Al instante Petunia soltó la cuchara de madera a un lado y apagando el fuego, mientras salía a toda prisa de la cocina y se dirigía hacia la sala, había tenido la idea más maravillosa en toda su vida con tan solo haber escuchado aquel anuncio en su televisor.


—¡Vernon! ¡Llamalos!— Le ordeno de prisa mientras tomaba el teléfono de casa y se lo daba con prisa a su esposo, quien lo miro totalmente confundido sin entender su repentino entusiasmo.


—Pero Petunia, querida. No podemos viajar hasta deshacernos de tu sobrino.— Le recordó el gran y gordo hombre mientras aceptaba el teléfono y miraba a su esposa marcar a la agencia de viajes.


—¡Exacto! ¡Perdamos al chico en el viaje!— Rápidamente le hizo saber de su idea la rubia mujer a su esposo, cuando término de marcar al número y antes de que contestaran para evitar que la escucharan.


Decir que Vernon Dursley se maravillo ante la idea, era quedarse corto, estaba malditamente extasiado y tan pronto como le contestaron. Empezó a preguntar por los paquetes de viajes a los lugares donde era demasiado común que raptaran niños. Ellos nunca pondrían una denuncia ante el secuestro de su sobrino y por si las dudas, él personalmente abandonaría al chico en el primero lugar abandonado que viera.


Entonces sucedió, los Dursley habían conseguido un viaje a Florida, pero por cuestiones de mantenimiento a su aeropuerto debido a un incidente natural, el aeropuerto más cercano era en Austin, Texas.


A Vernon no pudo darle más igual el gasto extra de dinero a la renta de un auto por una semana, siempre y cuando pudiera deshacerse del fenómeno en la carretera, estaba bien para él.


Cuando colgó finalmente y dejo de hablar con su guía de viajes aquí en Londres, volteó a ver a su emocionada esposa esperando buenas noticias.


—Buenas noticias, Petunia. ¡Nos vamos en dos días a Estados Unidos!— Y la emoción en el número 4 de Privet Drive fue desbordante.

- CUANDO LA CERA SE DERRITEWhere stories live. Discover now