The Return

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Una leve brisa humedecía las calles, el cielo nublado negaba la llegada de al menos un cálido rayo de sol. La vista de la ciudad era hermosa desde el ventanal de un rascacielos en Londres donde yacía una joven pareja que observaba desde su estancia con preocupación un dispositivo electrónico de aspecto infantil que vibraba con intensidad.

—¿Estará bien?— preguntó con angustia la joven mientras daba un sorbo a su taza de café.

—Mientras no dejes de creer en él, no perecerá— respondió su pareja rodeándola cálidamente con un brazo.

Lisa, la antigua compañera de Beelzebumon vivía en paz con Byron, el joven empresario que hospedó en él anteriormente al Demon Lord durante su estadía en el mundo humano. Ambos gozaban de una relación desde la partida del viejo amigo, eran tiempos de paz y abundancia en la ciudad a diferencia de tiempo atrás y había planes de boda, eran la pareja perfecta.

Todas las aventuras que habían transcurrido desde que Beelzebumon había partido al mundo digital, se manifestaban de manera minimalista en el digivice de Lisa, cada encuentro y suceso importante era reflejado por pixeles como si se tratase de solo un juego, sin embargo, la chica que sabía era más que eso y siempre observaba y apoyaba de corazón cada batalla de su compañero.

El dispositivo comenzó a brillar con intensidad y en la pantalla apareció un huevo característico de los monstruos digitales conocido como digitama que emergió del aparato tras emanar una fuerte luz y una pequeña bestia redonda púrpura semejante a una pelota rompió el cascarón cayendo sobre las piernas de Lisa. La pareja miró con asombro a este ser que movía sus ojos examinando los alrededores y repentinamente descendió botando muy alterado como si estuviera peleando contra algo y moviéndose como si esquivara el ataque de algún un enemigo de un lado a otro. Inmerso en una inexistente batalla.

 Inmerso en una inexistente batalla

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—Kiimon...— dijo Lisa con ternura observando al pequeño.

La criatura aparentemente no estaba consciente del lugar en el que se encontraba, peleaba con determinación ante un enemigo imaginario hasta que finalmente poco a poco comenzó a notar que su mente le engañaba y que ya no se encontraba en aquél turbio momento en el que la explosión del barco le había asesinado.

Kiimon tenía dificultad para asimilar la realidad en la que estaba y quién era, lo único que existía era ese latente deseo de pelear, sus facultades no le daban para más ni siquiera para expresar algo que no fueran pujidos.

—¿Puedes hablar, pequeño?— preguntó Lisa en cuclillas acariciando la cabeza de la criatura, a lo que esta respondió solo mirando al suelo cabizbajo.

—Tal vez deberíamos darle algo de comer— sugirió Byron y la joven asintió dirigiéndose al refrigerador por algo de fruta fresca.

—Procura traer algo morado—

—Qué tonto... ¿eso es importante?— replicó Lisa sonriendo.

—Pues... no lo sé, es que su color...—

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