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El trabajo que estaba teniendo que pasar Will para abrir el picaporte de la puerta, no era nada profesional. Poniendo los ojos en blanco, Blair agarró su stela y dibujó una runa sobre la puerta, la cual se abrió de inmediato.

—Yo podía haber hecho eso — se quejó Will.

—Sí, claro.

Entraron en la habitación y Will le pasó la piedra de luz mágica a Blair. Todo estaba más oscuro de lo esperado. De repente, una silueta entre las sombras se lanzó hacia adelante, blandiendo una jarra de porcelana.

  Will se movió, rápido como un rayo, pero no lo suficientemente; la jarra golpeó el brazo que tenía extendido  antes de salir volando de la mano de la silueta y estrellarse contra la pared del fondo. Los fragmentos de porcelana cayeron al suelo mientras Will gritaba de dolor.

—¿Estás bien? — preguntó Blair con preocupación, pero Will no dejó de maldecir y soltar palabrotas mientras se sujetaba la zona dañada del brazo —¿Will? — insistió.

—Blair, sigo respirando — dijo entre dientes para luego continuar con sus exclamaciones.

—Eres un llorón — dijo poniendo los ojos en blanco.

La silueta retrocedió y luego corrió hacia la puerta, pero Will la cerró con un portazo, y por mucho que probó a girar el picaporte, éste se negó a moverse. Blair sacó nuevamente la piedra de luz mágica, y un brillo cegador inundó la habitación.

  Ante ellos había una chica. No parecía ser mayor que ellos, unos diecisiete, quizá dieciocho. Tenía los cabellos castaños sueltos y desordenados, y sus ojos parecían desquiciados mientras los miraba con cierto pánico y asombro.

 Will comenzó a agitar la mano ensangrentada a modo de acusación contra ella.

   —Me ha cortado —dijo él y se miró la mano con interés—. Podría ser mortal.

 La chica lo miró con los ojos como platos.

  —¿Es usted el Magíster?

  Él inclinó la mano. La sangre corrió por ella y salpicó el suelo.

  —Mire, gran pérdida de sangre. La muerte podría ser inminente.

  —¡¿Es usted el Magíster?!

  —¿Magíster? —Will pareció ligeramente sorprendido ante la vehemencia de la desconocida —. Eso quiere decir «maestro» en latín, ¿verdad?

  — Supongo que sí.

  —He conseguido maestría en muchas cosas en mi vida. Orientarme por las calles de Londres, hablar francés sin acento, bailar la cuadrilla, el arte japonés del arreglo floral, mentir en las charadas, disimular un estado de profunda ebriedad, deleitar a las jóvenes con mis encantos. Pero —continuó él— nunca nadie se ha referido a mí como «el maestro» o «el magíster». Lo cual es una pena...

—¿Está en un estado de profunda ebriedad en este momento?

  —Qué directa, pero supongo que todos los americanos lo son, ¿no? — Will parecía divertido—. Sí, su acento la delata.

—¿Cómo se llama? — preguntó Blair poniéndole fin a aquella conversación sin sentido.

  —¿Que cómo me llamo yo?

—¿No lo sabe?

  —Usted… ustedes se han colado de golpe en mi habitación, me han dado un susto de muerte y ¿ahora quieren saber cómo me llamo? ¿Cómo se llaman ustedes? ¿Y quiénes son, para empezar?

  —Me llamo Herondale —contestó Will alegremente—. William Herondale, pero todo el mundo me llama Will. Y ella es Blair Goldman, pero todo el mundo la llama Blair.  ¿De verdad que ésta es su habitación? No es muy bonita, ¿no cree? —Fue hacia la ventana, y se detuvo para examinar la pila de libros que había sobre la mesilla y después la propia cama. Hizo un gesto indicando unas cuerdas—. ¿Suele dormir atada a la cama?

Tras las sombras (Will Herondale)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt