Paralelos

Capítulo uno: ¿Dónde había visto esto antes?

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Este primer capítulo es publicado intencionalmente durante esta fecha en honor al cumpleaños de nuestro miope torpe favorito. ¡Feliz cumpleaños, Harry!

31/Julio/2022
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Hogwarts, jardines traseros, febrero 1995.

Minerva McGonagall siempre se había jactado de tener una memoria particularmente excepcional desde una temprana edad.

Cuando era niña podía recordar sin esfuerzo los hechizos que su madre utilizaba para preparar la comida y limpiar la casa aún siendo consciente de que, al ser una niña inexperta y sin varita, no podría utilizarlos; mientras que en sus tiempos como estudiante, su memoria había sido la que la ayudó a obtener buenas calificaciones siempre. Cuando decidió dedicarse a la docencia, aquella particular memoria con la que siempre contó se había encargado de ayudarla a saber cómo reaccionar a diversas situaciones que, por más aisladas que pudieran parecer, siempre tenían algo en común con lo que alguna vez se encontró en un pasado.

Su memoria era una de las grandes virtudes en su vida. Sin embargo, el tiempo pasaba y tanto el cuerpo como la mente envejecían. Era algo natural e inevitable, mas eso no cambiaba el hecho de que aquella extraña nostalgia le resultase molesta.

Si tan sólo pudiera recordar... recordar en dónde había visto esto antes.

Minerva observaba a lo lejos con una extraña sensación de añoranza arremolinándose en el nacimiento de su vientre la escena que tomaba lugar frente a sus ojos y que le resultaba dolorosamente familiar, por alguna razón.

Mentiría si dijera que la convivencia de aquel par no le recordaba a una situación que vio antes. El problema era que no sabía cuál. Quizás se estaba imaginando todo. No obstante no podía evitar sentir que estaba reviviendo el pasado, como si viviera en una clase de dejavú.

—¡Aléjate de mí! —gritó un fastidiado Harry Potter después de diez minutos seguidos de soportar los insultos y comentarios de mal gusto de su no deseado acompañante.

No era ningún secreto para nadie que haya estado en Hogwarts por más de un día, que el pasatiempo favorito de Draco Malfoy era fastidiar sin cesar al desafortunado de Potter. Y tampoco era ningún secreto para nadie que, aunque jamás lo fuese a admitir, Potter disfrutaba tanto de hacer renegar al rubio cómo él.

Podría apostar lo que sea a que si en algún momento Malfoy dejase de centrar su atención en Potter, este enloquecería.

Y, por más que aquello fuese algo de lo que no debería sentirse orgullosa de admitir, a Minerva McGonagall le parecía algo fascinante ver a esos dos interactuar.

Sería una mentira decir que varias de las situaciones en las que esos dos terminaban orillandose el uno al otro no le resultaban hilarantes. Después de todo, cosas increíbles pueden salir de juntar el ingenio y las estrategias de Draco con la impulsividad y poder de Harry. Era una pena que tal potencial se viera desperdiciado en una rivalidad infantil y, en ocasiones, peligrosa.

Sin embargo la razón por la que la vieja profesora disfrutaba tanto de presenciar cómo la extraña y tensa relación de Potter y Malfoy se desarrollaba años tras año, no era por los ingeniosos y —tal vez demasiado— bien pensados insultos del heredero de los Malfoy, no. Tampoco era por las divertidas y, en la mayoría de las ocasiones, impulsivas reacciones de Potter, no.