ii. as charming as he is

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Las semanas transcurrieron como siempre; entre juntas, eventos sociales y reuniones familiares, sus salidas con Mario se volvieron tan naturales como respirar. Cuando pasaba por él a Ecomoda para ir a cenar o a beber, Sandra era la encargada de hacerlo sentir bienvenido, le hacía pasar a vicepresidencia si es que Armando no estaba en ese momento y le traía un café bien cargado o una bebida. Era extraño tener a alguien que no formaba de la planilla entrar y salir de la empresa como Pedro por su casa, pero sus visitas estaban aprobadas por Marcela Valencia, así que nadie podía hacer comentarios —no en voz alta, al menos—.

Ese día en particular, Armando estaba que no daba más. Se había pasado casi todo el día metido en el taller de Hugo Lombardi y siempre que eso sucedía, era como estar buscando una migraña asegurada. Hugo le había dejado en claro más de una vez, en más de una forma, que iba a extrañar a March durante el tiempo que estuviera fuera de Colombia, que seguro encontraría la empresa quebrada a su regreso, que este mercachifle iba a hacer de las suyas trayendo modelos y quién sabe qué más. Marcela solo se había reído, pero también le había hecho prometer que no le sacaría canas verdes a Armando en su ausencia.

—Yo no entiendo cómo lo aguantas —se quejó cuando iban de camino a Presidencia. Se sentía tan aliviado de haber salido de ese hueco del horror que se le notaba en la cara.

Marcela se rió por eso y se detuvo en la puerta de su oficina, pero sin llegar a abrirla. Se cruzó de brazos y se apoyó ligeramente sobre la pared.

—No es para tanto. Deberías aprovechar que ya tienen algo en común para mejorar tu relación con él.

Armando rodó los ojos ante su comentario. Las bromitas que le hacía Marcela habían aumentado considerablemente desde que conoció a Mario. Por supuesto, no había tenido mucho tiempo para socializar con él porque estaba ocupada con la boda y el lanzamiento de la colección, pero por lo que habían interactuado —que, según Marcela, era calidad sobre cantidad—, ella podía ver ciertas actitudes que le hacían levantar una ceja con suspicacia.

—No me pidas imposibles —se limitó a decir. Levantó el brazo y miró la hora en el reloj de plata que adornaba su muñeca.

—¿Mario va a pasar por ti? —preguntó Marcela, consciente de que esa era la hora aproximada en la que Mario Calderón llamaba o se aparecía por Ecomoda. Armando asintió con la cabeza—. Me cae bien, es lindo que sea detallista contigo.

El comentario hizo que Armando arqueara una ceja. Al principio, había tratado de ignorar esos deslices que a veces tenía al hablarle de Mario, pero se volvía más evidente que Marcela quería dejar entrever algo, como si supiera que estaba sucediendo más de lo que realmente pasaba. No sabía si le molestaba porque no era cierto o porque tenía ganas de que lo fuera.

—Ay, Marce, no empieces —gimoteó, con el dolor de cabeza amenazando con aparecer—. Mario es mi amigo, nada más.

En ese momento, su celular empezó a sonar. Un vistazo rápido a las expresiones en el rostro de Armando le hizo saber a Marcela que se trataba de una llamada de Mario.

—Ok. Los dejo para que conversen "entre amigos" —concedió con una sonrisa sugestiva, mientras dibujaba las comillas con sus dedos. Se inclinó un poco para besar su mejilla y abrió la puerta de su oficina —. Nos vemos mañana.

Y sin más, Marcela Valencia se fue. Armando suspiró derrotado y contestó:

—¿Bueno?

—¡Hola, Armando! —la animada voz de Mario lo recibió del otro lado de la línea— ¿Ya está listo?

Armando contempló rápidamente sus posibilidades. La idea de ir a un restaurante con tanta gente y la bulla no le apetecía en lo absoluto, necesitaba algo de paz después de un día tan agotador.

Second chances [ArMario]Where stories live. Discover now