CAPITULO 36 - UN TEPES MAS

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—A la mierda ellos —gesticula con decepción— ¡por una vez elígeme a mí!

—¡¿Y por qué debería?! —lo empujo del pecho con ambas manos— no nos debemos nada Antonio ¿Qué te hace creer que abandonaría todo sabiendo cómo están las cosas allá afuera?

—Solo ven conmigo joder —persiste— que se maten entre ellos si quieren, no me interesa.

Mentiría si dijera que no suena tentador, que no quiero ir con él, porque internamente lo deseo, pero está Jeyssel, mis padres, los asuntos que aún no resuelvo... no puedo irme.

—Pero a mi si, Antonio... —me interrumpe.

—Parto a media noche —mira la hora en el reloj— ve a casa, toma lo que tengas que llevar, iré a recogerte.

—No... —su mano acaricia mi mejilla.

—Ven conmigo Monica, así como dijiste que no me debes nada, tampoco al mundo. Deja que se queme, que arda, me tienes a mí.

«pero también los tengo a ellos»

—Ya te dije que no puedo. No es fácil irme en medio de lo que está pasando y lo sabes, tampoco estoy tratando de volver este problema tuyo, pero tengo un deber.

Se nota afanado y más cuando su teléfono comienza a sonar varias veces, de seguro debe ser Gabriel y tiene que atender urgentemente, es por ello que me libera.

—Voy a pasar por ti, ya he dicho.

Se da la vuelta yendo en busca de su teléfono que contesta con rapidez y tomo mis cosas huyendo con rapidez. Estoy temblando como una gelatina, mis manos en el volante de mi auto se aferran con fuerza y cada segundo hasta Long Island es un infierno.

Me siento acelerada y aliviada cuando entro a mi propiedad, bajo sin saludar a los chicos y mi mente comienza a idear lo que no debería. Fluvia podría encargarse de mis juntas, Cecilia cumplir su papel de mi vocera en fontana ¿pero qué hay de Jess?. Me detengo en el umbral.

Si tomo solo lo necesario como él ha dicho, no tardaría mucho y evitaría explicaciones a Fluvia, si me doy prisa podría huir como una completa sinvergüenza «ya pensare en las consecuencias después». Abro la puerta dispuesta a subir a mi habitación y me quedo estática al ver el escenario en el que Roman participa y las palabras se me esfuman.

—No digas nada —pide acercándose— déjame hablar a mi primero.

Sostiene dos copas y trae las mangas de la camisa arremangadas en los ante brazos, detrás de él, hay una pequeña mesa con la vista hacia el patio. Ha puesto velas y puedo sentir el olor de la comida, me acerco reparando todo, hasta el camino de pétalos de rosa que ha creado y regado por todas partes. Su cabello suelto se mueve a cada paso.

Esta sonrojado, pero me sonríe ampliamente y no soy capaz de articular palabras, solo dejo caer mi bolso al suelo recibiendo la copa que me tiende. Siento que la culpabilidad me avergüenza y me supera la incapacidad de verlo a los ojos.

—Sé que... —mira por su hombro— no es la gran cosa, pero no quería que esta noche fuera igual de mal que las anteriores —mis dedos se encogen— también sé que no hemos estado en las mejores condiciones y que he actuado incomprensivo dejándome llevar.

—Si te refieres a lo que dije de Silas —comienzo— eso sucedió mucho antes de ti, Roman. Fue la noche en que me marche a Paris.

—Lo sé —frunce el cejo— no juzgo tu pasado Moon, no quiero seguir juzgando lo que haces... porque se los papeles que tienes que cumplir. Mi error es olvidar que no estoy en el mismo escalón que tú, que no estoy a tu altura.

DINASTÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora