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El incesante sonido del despertador fue lo que la sacó de aquel sueño tan pesado en el que se encontraba, en definitiva el despertarse era de las cosas que más le molestaban en su día a día; con mucha pereza y el cuerpo algo entumecido por dormir mal, se levantó de su cómodo colchón, se colocó las pantuflas celestes que tenía siempre junto a su mesita de noche, no estaba acostumbrada al hecho de tener que agacharse y buscarlas bajo su cama.

A paso lento y cansado fue hasta la cocina, no había mucho para ver allí, solamente abrió el armario que se encontraba sobre el mesón y sacó un tarro con café, encendió la estufa y comenzó a hervir agua, después de todo no había mejor método para despertar que una buena taza de café caliente.

Mientras el agua hervía se percató de que su celular estaba sonando, comenzó a buscarlo por todo el departamento hasta encontrarlo finalmente tras los cojines mullidos del sillón, aunque para ese entonces la llamada no pudo ser contestada, perezosamente revisó el nombre del contacto que había tratado de comunicarse con ella. Era su jefe, nunca la llamaba a su celular a menos que sea alguna emergencia de trabajo, cosa que no pasaba muy a menudo.

Sabía que era algo urgente por lo cual trató de devolver la llamada, aunque fue inútil ya que no fue contestada, rápidamente sirvió el agua hervida en una taza y dejó remojando una bolsa con café, no tenía tiempo para quedarse contemplando el proceso de preparación de su bebida favorita.

A paso rápido se dirigió hasta el cuarto de baño, encendió la ducha para luego entrar a bañarse, mientras la gotas de agua se deslizaban en su piel, ella solamente trataba de imaginarse la situación por la cual la habían llamado a su celular; al terminar se envolvió el cabello en una toalla y salió a su dormitorio, no tenía mucho tiempo para buscar algo que ponerse, simplemente abrió el armario encontrándose con un conjunto bastante casual y apropiado.

Salió de sus aposentos ya estando cambiada y lista para desayunar y luego salir rumbo a su empleo; retiró la bolsa de su taza y se apresuró a beber el líquido caliente, no tenía tiempo para detenerse a lavar los trastes así que solamente lo dejó allí. Mientras se apresuraba a salir del lugar alcanzó a ver su reflejo en el espejo de la entrada, la blusa blanca y ese jean azul marino no le quedaban mal.

Salió del departamento a toda prisa mientras se colocaba su gabardina negra, dentro de uno de sus bolsillos se encontraba una flash memory con todo el trabajo progresado hasta el momento, no podía olvidarse de eso, era algo de vital importancia para lo que estaban desarrollando actualmente; al salir del edificio paró un taxi y le indicó la dirección de su empleo, si bien no estaba tan lejos no podía llegar caminando.

Antes de lo esperado ya estaba en la entrada del lugar, sus pensamientos se habían perdido en el ajetreo de la ciudad, pagó el transporte y entró a toda velocidad, saludó a las secretarias de la recepción y entró al elevador, dentro estaba un chico con el que había intercambiado palabras solamente unas cuantas veces, no era alguien muy comunicativo así que apenas se conocían.

- Buenos días... - saludó entrando apresurada la chica.

- Buenos días... Al parecer no fui el único al que el jefe llamó de imprevisto - esas palabras la tomaron por sorpresa.

- ¿A ti también te llamaron? - era una pregunta tonta pero le generaba curiosidad.

- Si... Pero si tu también estás en el llamado dudo que sea para algo malo - con eso desvió la mirada a algún punto del cubículo metálico.

Los nervios de la fémina estaban a flor de piel, las manos le sudaban, la sola idea de que su empleo pudiera terminar allí le aterraba, estaba en medio de un proyecto solicitado específicamente por su superior, era algo ilógico que le arrebataran el proyecto así como así, después de todo ella no era la única involucrada en aquel programa, muchas otras personas también estaban envueltas en todo eso.

El pequeño timbre sonó indicando que ya habían llegado al décimo piso, el mismo donde se encontraban las oficinas de los superiores, el lugar estaba en silencio, apenas se escuchaban unos murmullos por parte de las asistentes que los recibían allí, al parecer sabían algo pero no les dirían así como así, pero una sensación de inseguridad se sentía en el ambiente, la sonrisa de complicidad de esas 2 señoritas indicaba que algo pronto sucedería.

Tomando todo el valor posible ambos salieron del ascensor y caminaron hacia la puerta que marcaba la entrada a la oficina de su jefe, por un momento pensaron en una mala noticia, pero al escuchar las risas del otro lado se calmaron un poco, llamaron a la puerta y las carcajadas pararon al instante, todo para escuchar un frío y serio "Pasen", con algo de nervios la fémina abrió la puerta dejando ver a 2 chicos sentados frente al escritorio de su superior.

- Como verán, los he citado aquí a ambos, todo esto tiene su motivo - comentó señalando a los chicos frente a él.

- No entiendo... ¿Quiere que trabajemos con ellos? - habló el más alto de los recién llegados.

- No exactamente... Estos 2 señores los van a suplantar en su trabajo, notamos que están mejor capacitados que ustedes, por lo cual les pido entreguen las USB con sus avances - el silencio reinó en el lugar.

- No puede hacernos eso - replicó la chica - Han sido meses de trabajo duro y esfuerzo, no podemos dejarlo así como así.

- Al parecer no entendió bien la orden... Están despedidos y según su contrato ese progreso en el programa nos pertenece.

Aquella chica de la gabardina se había quedado estática, no podía creer que la estaban despidiendo y quitándole su trabajo, había tardado meses y simplemente aquellos hombres frente a ella le arrebatarían todo en unos cuantos minutos, se negaba a entregar el trabajo pero al momento de ver sobres de color rosado frente a ellos sabían lo que significaba, estaban despedidos.

- Está bien... - nuevamente habló el mayor, se acercó entregando su parte del trabajo.

- Faltas tú - la sonrisa de su antiguo jefe no desaparecía.

- Tenga... Espero que usted y su empresa terminen en banca rota - dejó el USB sobre el escritorio y salió furiosa de allí.

Tras de ella el muchacho salió imitando su lenguaje corporal, ambos estaban extremadamente molestos y no se preocupaban en ocultarlo, entraron al elevador solamente esperando para llegar a la planta baja.

- Lamento que te despidieran también, eres alguien con mucho talento, no entiendo el motivo de tu despido - comentó el más alto.

- Yo tampoco... He visto la manera en que trabajas, eres muy bueno en lo que haces, pero al parecer el dinero tuvo mucho que ver en esto...

- No me había presentado anteriormente... Pero supongo que no nos volveremos a ver... Me llamo Esteban.

- Soy Cristel.

El timbre del elevador nuevamente sonó, ambos se dirigieron una última mirada en señal de despedida y salieron del edificio, cada quien fue por su lado a partir de allí, Cristel caminaba por las veredas rumbo a su departamento, no tenía ánimo de tomar un transporte, necesitaba despejar su mente y por lo menos relajarse un poco, aunque estando en esa situación las cosas parecían no poder empeorar.

El paseo fue algo largo, mucho más de lo previsto originalmente, pero a final de cuentas había llegado nuevamente a su residencia, aprovechó que no había nadie en el vestíbulo y comenzó a subir las escaleras, eran casi 4 pisos hasta su departamento, tenía un poco más de tiempo para digerir su despido.

Antes de percatarse ya se encontraba nuevamente frente a la puerta de su hogar, atascada entre la puerta y el marco había un sobre blanco, lo sacó con cuidado y lo abrió, al parecer el destino no estaba de su lado, la carta era simplemente un aviso de desalojo, el edificio había sido vendido a alguien más y todos los inquilinos tenían orden de irse, aunque eso se podía evitar pagando el doble del arriendo original.

Sintiendo que el mundo se le venía encima entró a su departamento cerrando la puerta tras de ella, su espalda se apoyó contra la superficie de madera mientras que poco a poco se deslizaba hacia el suelo, los espasmos involuntarios no tardaron en presentarse, las lágrimas tampoco se hicieron esperar en aquellos ojos cafés.

Se dio cuenta de que en la fecha del aviso estaba especificado que tenía medio mes para poder desalojar, de lo contrario tirarían sus cosas a la calle, no tenía de otra, comenzaría a empacar cuanto antes.

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