Día 2.

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Cada día te alejas más con el final del invierno.

Y el siempre roto de mí corazón ha aprendido a latir

con cada ausencia.

Y una vez más, las facturas están sobre la mesa,

y tal vez no tenía que haberme precipitado en decir que

no me importaría ni un rastro de tu olvido.

Porque es tu olvido el que me marchita con el pasar de las horas.



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