Seguía pensando cómo era que el muchacho del cabello oscuro sabía donde vivía ella, no habían sido amigos cercanos y ella jamas llevaba a nadie a casa, era raro y debía admitir que le sonaba un poco acosador. Tal vez era por eso que no podía concentrarse en lo que el profesor intentaba explicar, bueno, no estaba intentando de hecho estaba explicando solo que no lograba captar su atención.

A pesar de que Daisy era muy popular entre los estudiantes ella jamás tuvo una pareja, jamás asistió a un baile con un muchacho, jamás se besó con alguien en una fiesta y jamás se había besado con alguien real (claro, descontando los besos ficticios que imaginó con Billy Hargrove) así que era seguro que estaba tan nerviosa porque sería la primera que ella estaría completamente a solas con un varón de su misma edad. ¿Y si justo llegaba su madre? ¿Y si alguien veía aquello y se lo comentaba? ¿Y si se besaban? Ese último pensamiento la confundió de sobre manera, ¿por qué iba a besarse con Eddie Munson?

Bajó los pies a la tierra cuando notó que su profesor estaba frente a ella a solas, mirándola con preocupación.

-¿Señorita Daisy? - volvió a repetir - ¿Se encuentra bien? - su rostro reflejaba confusión ante la repentina pérdida de atención de la chica puesto que ella era una de las mejores alumnas -.

-Lo siento Señor Murry - sonrió sin mostrar sus dientes y con sus mejillas rosadas por la vergüenza- no había notado que había terminado - quería morir de vergüenza, nunca había hecho eso en su clase y ahora seguramente decepcionaria al profesor -.

-Descuide - colocó su mano en el hombro de la rubia intentando consolarla - no es nada grave, a todos nos sucede - el tono paternal que utilizó le provocó un pinchazo en el corazón- ahora si me disculpa, debe retirarse hacia su hogar, el timbre sonó hace quince minutos -.

Sin esperar a que volviese a emitir sonido tomó su mochila y tras despedirse con la mano se encaminó lo más rápido que sus piernas le permitieron hacia su casillero para sacar por última vez en el día los cuadernos de sus materias y la mochila con sus pertenencias para poder abandonar la escuela.

Si habían pasado quince minutos significaba que el autobús la había dejado y por ende ella debería de caminar hacia su casa. No estaba tan lejos, eran unas ¿quince manzanas? ¿catorce? en realidad no lo sabía, lo que sabía es que eran trece canciones de corrido, trece canciones que la transportaban a su mundo, a aquel donde toda fantasía era real y ella era plenamente feliz.

Había cumplido sus dulce diecisiete hacia ya una semana, y como todos los años desde que se habían mudado de Florida su papá le había enviado una postal con una tarjeta ridícula. Pero era su tarjeta, de ella y de su papá y eso le bastaba. Era decepcionante que jamás pusiese una dirección, sin embargo, en el cajón del mueble junto a su cama yacían cartas, demasiadas cartas para su padre.  La primera la había escrito cuando entró a la escuela, eso se lo había recomendado su terapeuta. De hecho, no era su terapeuta, era la de la escuela pero no importaba, le gustaba sentir que tenía algo de ella, un vínculo genuino con alguien más que no fuese su madre.

Al comienzo ella le contaba a su padre sobre su día a día desde que había llegado, sus días buenos y sus días malos, pero cuando cumplió quince decidió hacer una carta por semana, luego comenzó a redactar cada quince días para finalmente escribir una por mes. Sentía que ambos se habían quedado a la mitad, y que su vínculo jamás había existido, su relación jamás había existido, fue como si la primavera se hubiese quedado a la mitad.

Suspiró cansada de caminar y decidió frenar unos segundos cuando solo quedaba media cuadra para llegar. Pudo divisar una figura alta en la entrada a su casa, con un pantalón de jean oscuro, una remera que en algún momento había sido blanca y una cabellera con rulos larga. ¿Cómo era posible que él llegase antes que ella? Se quejó en voz alta para inhalar oxígeno y correr hacia el lugar así no lo hacía esperar más. Vió la mirada burlona del muchacho cuando prácticamente se tiró al suelo en el momento que llegó a su hogar, recordandose internamente que debía volver a tomar alguna actividad física. Supo que iba a ser una tarde larga cuando el joven junto a ella rió para tirar un comentario

-Vaya, si que estas loca por mi - se cruzó de brazos- mirate, tirada a mis pies de manera literal - una sonrisa amplia adornó su rostro permitiendo que ella admirase un pequeño hoyuelos- eso me sube el ego Daisy Daisy - negó divertido sin dejar de sonreír  -.

-Vaya, si que estas loca por mi - se cruzó de brazos- mirate, tirada a mis pies de manera literal - una sonrisa amplia adornó su rostro permitiendo que ella admirase un pequeño hoyuelos- eso me sube el ego Daisy Daisy - negó divertido sin dejar de...

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DAISY DAISY ~ Eddie Munson Where stories live. Discover now