— Hasta tu casa es todo autopista, así que no tendrás problema. Ve a dar una vuelta, te espero aquí mientras hago la comida.— me anima.

Recorro las callejuelas de ese pueblo suspirando de añoranza. Lo cierto es que había tenido mucho tiempo para pensar esas semanas, y el corazón ya no dolía tanto. Extrañaba a rabiar a Corina, incluso a Tomás con el cual había hablado alguna vez. La única que sabía sobre mi paradero era Corina, y sabía que nunca diría nada. No sabía nada de Alex, recibía muchos mensajes suyos los primeros días, y cientos de llamadas cada hora. Los mensajes eran desde desesperantes hasta suplicantes, incluso había alguno amenazante.

"Por favor, nena, cógeme el teléfono, vuelve a mi lado".

"Responde mis putos mensajes"

"Te echo mucho de menos, no puedo más sin ti, dime dónde estás".

"Llámame aunque sea, por favor, necesito oír tu voz".

"Maldita sea Elena, responde un jodido mensaje, o mis putas llamadas".

Los mensajes siempre seguían esa línea. Al tercer día los borré todos y cada nuevo mensaje que llegaba era enviado a la papelera directamente. Aún hoy, dos semanas después, recibía mensajes suyos, pero no con la misma insistencia de los primeros días. No entendía adónde quería llegar con su insistencia, desde luego no iba a perdonarle, y no iba a permitir que me hiciera más daño. Si lo que quería era seguir con su propósito no iba a ponérselo fácil como hasta ahora, no iba permitir que me hiriera más gratuitamente.

Estoy preparada para volver, para encontrar un apartamento en el que vivir y seguir con mis estudios, los cuales había perdido dos semanas. Tenía pensado quedarme en un motel hasta que encontrase un sitio definitivo para quedarme. Lo último que sabía era que Corina estaba quedándose en casa de Óscar porque la habían echado también de la residencia, pero Alex no vivía allí, dudo que ella quisiese vivir bajo su mismo techo. Tuve que defenderle cuando Corina comenzó a chillar por teléfono, al parecer Óscar se lo había contado todo y se puso histérica. No sé por qué motivo no podía parar de justificarle y defenderle, cosa que hacía que Corina se enfadase más. Supongo que está en mi naturaleza y que le sigo queriendo, por eso no soporto oír hablar mal de él. Pero ya no me importaba, si no se estaba quedando en casa de Óscar seguramente estaba en casa de Tania, pasándoselo genial.

Toco el colgante de Alex distraídamente mientras espero en un semáforo. No había sido capaz de quitármelo, aunque lo había intentado, lo llevaba escondido bajo los jerséis para que no se viese, pero aún así sabía que estaba allí.

Un pelo rubio familiar me saca de mis pensamientos, está de espaldas y de pie hablando con alguien, en una gasolinera. Frunzo el ceño intentando ver su cara, pero el señor del coche de atrás me pita repetidamente cuando el semáforo está en verde. Justo en ese momento Tomás se gira por culpa de ese estruendo, pero no me ve. Me obligo a avanzar y entro en la gasolinera.

— Se llama Elena Grau, tiene que estar en este pueblo pero no sé dónde. Es alta morena, tiene los ojos de color...

— ¿Tomás?— pido incrédula. Éste se gira sorprendido y su sonrisa se amplía. El hombre con el que hablaba se aleja mascullando algo.

— Elena,— suspira.— Gracias a Dios que te encuentro, en este pueblo nadie me entiende.

Vacilo unos segundos hasta que decido abrazar a mi amigo. Cierro los ojos mientras Tomás me sostiene fuertemente.

— ¿Qué haces aquí?— pregunto sorprendida.— Tienes el pelo más largo.— observo sonriendo.

— Y tú más corto.— apunta él sonriendo.

Quédate conmigo #2Where stories live. Discover now