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PASADO

El día de Acción de gracias

Corría el día de Acción de Gracias la primera vez que se vieron. El castaño vestido con aquel traje tan preppy que él se empeñó en criticar, y él con aquella sonrisa socarrona que a el le indignaba tanto. Se saludaron cortésmente, se ignoraron durante la comida y se esforzaron en mantener las apariencias.

Mantuvieron la distancia por distintos motivos. Uno porque detestaba lo que

advertía como rechazo. El otro porque se sentía atraído por aquel omega que

no estaba destinado a ser suyo.

—¿Qué te parece Jimin? —le preguntó alguien la primera vez que vio al castaño.

—Es solo un omega más —mintió en voz alta.

***

PRESENTE

Seúl, 10 de febrero, 20 pm.

Jimin no tenía motivos para sonreír aquel día de invierno. Su padre acababa de llamarle por teléfono, y le había dado un ultimátum. La pila de trabajo sobre su escritorio no cesaba de crecer, y la última factura de alquiler había hecho desaparecer sus preciados ahorros. Oh, y luego estaba eso otro. El tema del que se negaba a hablar. La razón por la que durante los últimos seis meses estaba flotando en un malhumor constante, pese a que se obligaba a fingir que aquello

no le afectaba.

Apagó el cigarrillo sobre la calzada con la suela del zapato, y exhaló una profunda bocanada de aire antes de volver a entrar en la oficina. Era

un gesto mecánico que había adoptado desde que tenía uso de razón. Las

personas no podían herirte si les demostrabas la suficiente entereza como para hacerles creer que su opinión te era indiferente. Y aquel lema era fundamental si trabajabas en un periódico deportivo, rodeado de una gran masa de alfas que te percibían como la imagen frívola y errónea de un simple omega que no conocía el significado de un hat-trick.

Inmerso en su propia autocompasión, Jimin no vio al alfa que iba cargado

de papeles, y se tropezó contra la pila que portaba sobre sus fornidos brazos. Un montón de folios volaron entre ambos, y mientras el pelinegro maldecía en voz alta, el se agachó y se dedicó a recoger los papeles sin pronunciar una sola palabra.

Le habría pedido perdón de no ser Jungkook, el tipo más arrogante del

planeta, y el primo del cabronazo de su ex novio, aquel alfa tan encantador que resultó no serlo tanto, y que le fue infiel con su mejor amiga.

—¿Acaso no me has visto? —le espetó el pelinegro, al tiempo que se arrodillaba frente a el y comenzaba a recoger los papeles.

—Evidentemente no. Con gusto te evito siempre que puedo. No sé por qué

habría de cambiar mi rutina a estas alturas —le habló sin mirarlo, con aquel tono tan calmado y estudiado que podía enviarlo al infierno con las palabras más educadas.

Jimin le entregó el fajo de folios que había recogido. Sus nudillos rozaron los

dedos de Jungkook, y por un momento, tuvo la impresión de que él los acariciaba. Sorprendido, al alzar la vista se encontró con la frialdad de sus ojos. Él ya había apartado su mano de la suya.

Era un alfa atractivo, de eso no cabía la menor duda. Si su ex novio era la viva

encarnación de la belleza, con unos rasgos suaves y perfectos, hasta el punto de resultar algo candoroso y femenino; Jungkook era todo lo hombre que se podía ser.No había trazo femenino ni dulce en su rostro. Su cabello negro estaba cortado con maquinilla, y las líneas de su rostro eran rudas. Una mandíbula cuadrada, una nariz recta y unos labios delgados y tentadores.

AMOR A SEGUNDA VISTAWhere stories live. Discover now