Capítulo 2.

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Valentina estaba tan sonrojada que cualquier persona la compararía con un tomate, más con sus cachetes gordos era perfecta para su definición, porque la hortaliza era redonda.

Para Juliana esa comparación era la más acertada por que aparte de ser rica, Valentina es también deliciosa y hermosa.

La Alfa de su boca abandonó un ronco gemido, mientras echó su cabeza sudorosa hacia atrás, disfrutando tan deliciosamente la manera tan obscena de Juliana al cabalgar su pene.

Si, la Omega le estaba montando la polla tan bien y sucio que Valentina se había perdido en la emocionante sensación de placer y lujuria.

Vamos, es una Alfa con instintos, el instinto de apareamiento está incrustado en su genética, es más claro que el agua, que su instinto estaría de acuerdo en participar en un acto tan natural como el sexo con un Omega.

Pero cabe destacar que Valentina no era cualquier Alfa que disfruta de su vida sexual activa, que anda metiendo la polla a quien respire a su alrededor. No, por supuesto que no, Valentina no era ese tipo de Alfa por qué su obesidad no era algo atractivo para ningún omega.

Hasta el momento, ósea en la circunstancia en la que se encuentra ahora, fue virgen. Era virgen hasta que Juliana la engatusó de acompañarla a un lugar donde estaban ofreciendo una deliciosidad gratis, pero como ella no quiere la cosa, Valentina acepto, porque se imaginó un exquisito postre de durazno.

Y eh aquí todo lo contrario, Valentina nunca se imaginó que Juliana la llevaría hasta el baño del recinto, el menos transitado para ingresarla a un cubículo y sentarla en la taza del inodoro, y luego tomar asiento en su regazo para empezar a besarla con mucho anhelo.

¿Y su postre de durazno? ¿Dónde estaba su tarta de durazno?

Fue lo primero que se le pasó por la cabeza, pero no había durado mucho tiempo pensando en ello, ya que su cuerpo se había puesto más sensible para disfrutar de las traviesas caricias que la pequeña pelinegra le hacía en su obeso cuerpo.

La Omega había succionado su gordo cuello varías veces hasta dejarlo sonrojado y ensalivado. Juliana expulsaba muchas feromonas para marcarla y sustituir su esencia a chocolate con olor a manzana verde.

Carvajal solo se dejó hacer por lo bien que se sentía todo. Ese calor que yacía en todo su cuerpo era algo nuevo, era como una llama encendida que pedía ser apagada solo con la hermosa Omega que tenía sentada en su regazo. La misma que sin vergüenza había bajado su cremallera y sacaba su polla erecta que hasta ese momento Valentina descubrió, era la incomodidad en su regazo.

Había observado a la menor sorprenderse y supuso que fue por el tamaño de su pene, su cuerpo no era lo único grande y gordo que tenía. Instintivamente Valentina había inflado su pecho con orgullo al visualizar un brillo de felicidad en los bonitos ojos de su pequeña.

A Juliana le gustó la polla de Valentina y todo lo que esta representa, porque ella podría satisfacerla muy bien a la hora del apareamiento, y eso para un Alfa es muy importante, casi instintivo.

La joven Alfa observaba todo con mucha atención y también disfrutaba todo lo que Juliana hacía, tan obediente en absolutamente todo cuando se trataba de la pequeña pelinegra.

En menos de lo esperado Juliana se había quitado los pantalones junto con sus bragas para posteriormente volver a sentarse en su regazo, tomando la polla gorda erecta y conducirla a su vagina lubricada.

Y fue en ese justo momento en la que Valentina perdió su casta virginidad. La Alfa que creyó que llegaría a la tumba: sola, virgen, vieja, gorda y fea.

Pero no, todo lo contrario, ahora Juliana la tenía agarrada de sus hombros con más masa muscular, mientras saltaba encima de su polla, auto penetrándose tan bien.

Juliana estaba echa un completo desastre: sonrojada, despeinada, desnuda y jediéndose en la polla de Valentina. Mientras la Alfa era un desastre de gemidos, gruñidos y sonrojos.

Valentina estaba tan avergonzada, como lo estaba también excitada. Con los ojos cerrados era bombardeada con sensaciones tras sensaciones nuevas de mucho placer y goce.

Por sus instintos más desarrollados que los Alfas comunes, era consciente del obsceno sonido que realizaba Juliana al auto penetrarse y al dejarse caer con violencia en sus gordos muslos.

Todo era tan deliciosamente para Valentina, como el disfrute aún mucho mejor de comer postre.

Su pequeña era lo más delicioso, la apretaba tan jodidamente bien que no evitó el deleite de echar su cabeza sudorosa hacia atrás y gruñir satisfecha.

Juliana montaba su polla como una obsesionada, y ella amo la manera tan salvaje de ese apareamiento. Aunque después este lo suficientemente avergonzada y se esconda de la Omega.

—Juliana... —gimió Valentina. Por ser primeriza no aguantaría mucho, así que estaba a punto de formar su primer nudo y su primera corrida.

Y era vergonzoso para un Alfa a su edad hacer eso. Porque hasta sus primos de diecisiete años ya habían pasado por esa etapa, menos ella.

—¡Juliana! —sollozó Valentina, lágrimas de euforia bañaban sus regordetas mejillas sonrojadas. La Alfa anhelaba tanto llenarla con urgencia de algo a Juliana, y es en el primer apareamiento de un Alfa, cuando todos sus instintos de copulación se activan, llegando a ser sexualmente activos después del primer apareamiento.

Y Valentina lo estaba desarrollando justo en esos momentos. Ella quería llenar de algo suyo a la Omega. Necesitaba hacerlo.

¿Pero de qué?

—Vamos Val —Juliana jadeo, la polla gorda de la Alfa dando en su punto dulce. —Lléname con tu semen. Lo quiero todo Valentina, todo.

Valentina había gruñido, tan fuerte y territorial.

Una vez que el cuerpo de un Omega recibe la semilla de un Alfa, lograba significar el territorio de un Alfa. Llenado por completo al Omega con su aroma, para anunciar que el Omega estaba tomado, que nadie podía meterse con lo suyo.

Y ese instinto era más fuerte para un Alfa pura sangre, que decían ser los más celosos, posesivos y territoriales.

Una marca no era tan esencial como lo era el semen de un Alfa, era tan estimado y especial que la mayoría utilizan preservativos para un polvo ocasional, pero para una copulación definitiva de apareamiento el semen era fundamental.

Una marca era una simple confirmación de lo obvio, pero el semen era especial, y eso era lo que Valentina quería darle a Juliana y mucho.

La Omega sin vacilación beso obscenamente a Valentina, ingresando tan atrevidamente su lengua en su cavidad bucal. Y está gimió, cuando sin aviso lleno el interior de Juliana con su semen.

Ahí fue cuando todo culminó, con el rostro de Valentina apoyado en los pechos de Juliana con la respiración acelerada, y con Juliana oliendo el aroma de la mayor en su cabello. Ahora con el aroma de Valentina rodeando a ambas en el cubículo, y ella oliendo todo de Valentina, donde minutos antes el aroma que predominaba era el de Juliana.

—Ahora si gomita —Juliana sonrió y beso con amor una regordeta mejilla de Valentina, su preciosa gordita. —Juls te dará tu tarta de durazno.

La Alfa realizó un pronunciado puchero, llegando a la conclusión de que Juliana era una descarada tramposa y engañadora. Pero con un exquisito movimiento de cadera a la hora de montar su polla, además que no sería la última vez que lo haría.

Necesitaba a la pequeña pelinegra encima suyo las veces que quisiese, pero ahora el problema era decirlo sin morir avergonzada en el intento. Además de rezar en su interior para que su madre Lucia no descubra lo que había hecho.

Algo totalmente imposible.

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