—¿Te imaginas que soy yo quien te toca? —Preguntó Yibo.

—Sí. Dios, desearía que lo fueras de verdad.

—Yo también. Sigue adelante.

Zhan suspiró y emitió pequeños gemidos que hicieron que el pene de Yibo se retorciera de dolor. Lo agarró con la mano para aliviar la presión.

—Mis pantalones cortos se están mojando —, dijo Zhan. —Ya estoy goteando. ¿Puedo quitármelos?

—Todavía no —, dijo Yibo, sorprendiéndose de lo mucho que estaba disfrutando de este control.

—Mierda, Yibo.

—¿Tienes frío?

—Cada vez siento más calor.

—Tus pezones deben estar duros —. Zhan tenía unos pezones perfectos que siempre se ponían rígidos en pequeños picos deliciosos.

—Mm. Sí. ¿Quieres que los toque?

—Sí. Suelta tu polla. Juega con tus pezones un poco.

Oyó a Zhan inhalar bruscamente cuando sus dedos hicieron contacto con sus sensibles pezones.

—Si yo estuviera ahí —, dijo Yibo, —Los lamería y los mordería hasta que me rogaras que te chupara la polla.

—Mierda. Joder.

—¿Sigues sosteniendo el teléfono?

—Sí.

—Ponme en el altavoz y pon el teléfono a tu lado para que tengas las dos manos.

—De acuerdo —. Oyó un crujido, y luego Zhan estaba de vuelta. —Ambas manos están libres, Wang. ¿Qué debo hacer con ellas?

Yibo sonrió y consideró la pregunta.

—Quítate los calzoncillos. Pero no te toques todavía.

—Eres cruel.

—Cruel pero justo.

—Me gusta este lado tuyo —, dijo Zhan. —Bien, mis pantalones están fuera.

—Trae el lubricante.

Hubo más crujidos, y luego: —Lo tengo.

—Quiero que te metas los dedos. Ábrete como si fuera a cogerte.

—Bien. Bien. Mierda. Muy bien.

—No te toques la polla—, le recordó Yibo.

—No lo haré. No lo haré. Yo solo, yo, ahh, yo...

—Sólo relájate.

Zhan dejó escapar un largo y lento suspiro.

—De acuerdo.

Yibo lo imaginó con las rodillas flexionadas, sus dedos resbaladizos rodeando ese apretado anillo de músculos. Tragó con fuerza y se ajustó de nuevo.

—Por favor, dime que me vas a sorprender entrando por esa puerta en un segundo —, dijo Zhan.

—Ojalá. Créeme.

Zhan gimió y jadeó mientras se abría. Yibo se mordió el labio y resistió el impulso de acariciarse bajo las duras luces fluorescentes de la sala de reuniones del hotel.

—Dime cuando estés listo —, dijo.

—¿Listo para qué?

—Ya verás. Finge que te estás preparando para mí.

Zhan soltó un suspiro.

—De acuerdo. Sigue hablando conmigo.

Yibo volvió a mirar la puerta. No podía creer que estuviera haciendo esto.

S5.Where stories live. Discover now