▪︎Capítulo 7▪︎

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La mano de Detroyd sobre su mano le hizo salir de aquel trance, y devolvió el gesto apretándola con fuerza por debajo de la mesa. Se recompuso, y una gran sonrisa —demasiado falsa— se asomó en su rostro al tiempo que sacaba varios billetes para pagar la cuenta. Dejó el dinero sobre la mesa y se levantó de su silla; acto y seguido todos hicieron lo mismo y salieron del local.

—Les mostraré mi casa. —Giró el rostro para hablarles—. Daulla, podrás volver a ver a Eva, y ahí estaremos más tranquilos para platicar. Además, necesito ayuda para reparar el destrozo que dejó Oham en mi habitación.
 

🌀🌀🌀

 
En otra parte de Theya, casi rozando el cielo, Deux y Raphaello seguían buscando la forma de salir de aquella prisión disimulada. El semidios podría crear un portal en el aire, y era la opción más válida en aquel momento. El problema radicaba en el valor de Deux en saltar, a costa de la posibilidad de perder su vida en el acto si no calculaba bien su salto.

—Hazlo, creo que todavía estoy en forma —le dijo a Raphaello—, pero intenta que no esté demasiado lejos.

—No te preocupes. No me puedo dar el lujo de que mueras, si no quiero que Oremh me mate a mí también.

—Al parecer tu dios no es tan benevolente como me lo estabas pintando —le dijo Deux.

Cogió una sábana blanca y sobre la misma puso varias de sus pertenencias. Su celular, un poco de ropa y el sombrero de copa. Esto último no le hacía falta, pero de igual forma sentía que no podía desprenderse de él.

Dobló la sábana y le hizo un nudo, convirtiéndola en una bolsa que cargó sobre su hombro.

—Oremh es de confianza, y no lo digo por ser su lacayo. Cometimos varios errores, pero créeme si te digo que solo buscamos un futuro mejor para ustedes.

—Como digas —le respondió mientras se anudaba sus botas—, eso no quita de que le han hecho un daño irreversible a una persona que no lo merecía.

No dio tiempo a que Raphaello le contestase a eso último. Deux le pasó por al lado y se subió a la baranda del balcón, esperó a que su acompañante abriera el portal en el aire y tomó posición para saltar.

Solo un salto, el cual parecía tener controlado, hasta que una ráfaga de viento lo azotó y desvió varios centímetros y le hizo caer abruptamente sin entrar en el portal. Con el corazón acelerado cerró los ojos, tanto por el viento en su contra que le escocía en las mejillas, como por el miedo intrínseco a morir de aquella forma.

—¡Abre los ojos, Deux! —gritó Raphaello, quien se había tirado detrás de él al ver que no había funcionado.

Él hizo lo que se le mandó, y vio como se formó un portal a unos metros por debajo, en tanto se le iba acercando. Encaminó su caída hacia el centro, y se dejó atrapar por el mismo, hasta sentir como su cuerpo chocaba de forma brusca contra una superficie rocosa.

Raphaello cayó segundos después, de rodillas al lado de un Deux con el rostro sobre la tierra todo magullado y sucio… pero vivo.

—Estoy bien, no preguntes. —. Alzó su mano para detener el hablar de su compañero.

Se levantó penosamente, y su brazo mecánico fue más práctico que nunca en la ardua tarea de despegarse del suelo con el cuerpo entero adolorido.

—Recomponte. Ahora debemos caminar un poco, por aquí no pasa ni un alma a estas horas.

—¿No podías haber pensado en un lugar más cercano o transitado? —preguntó Deux casi jadeando.

—No me diste mucho margen, ragazzo. Agradece que te salvé la vida y no protestes. Caminar unos cuantos kilómetros no es nada.

—¿A dónde vamos? —preguntó él, más repuesto.

—Cerdeña, donde todo comenzó…

Deux lo miró sorprendido. Era increíble como todos esos años habían sido engañados, mientras pensaban que Raphaello y Gahel estaban fugados de la familia, o ubicados en algún lugar apartado del mundo. Estuvieron bajo las narices de Magna todo el puto tiempo.

No le quedó más opción que reír a carcajadas ante la ironía.

No le quedó más opción que reír a carcajadas ante la ironía

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REGRESIÓN (Libro II de la trilogía DESCENSO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora