Tenías que ser tú. 「NoMin」

9.- Sucesos inesperados.

   —Está bien, nubecita, papá pedirá permiso en el trabajo —Chenle retomó su desbocado entusiasmo y dio saltitos de emoción—. Permítame darle una respuesta el día de mañana, señorita Wendy. Debo consultarlo con mi jefe primero.

   —No hay ningún problema. Gracias por su cooperación.

   No dejó pasar la ocasión y ya que tenía la atención de la profesora preguntó por Jisung.

  —Señorita Wendy no he visto al joven Na durante esta semana —intentó sonar casual, pero al decir "joven Na" en lugar de Jaemin, se sintió como diez años más viejo y la sensación no le gustaba para nada—, ¿puedo saber cómo está Jisung? Tengo entendido que esta será su semana de prueba con el nuevo horario.

   La señorita Wendy borró un poco su sonrisa. Jeno entendió que la respuesta no iba a ser tan positiva como esperaba.

   —Ha sido un poco caótico —reconoció ella con pena—, no está acostumbrado a salir tan tarde y cuando Chenle se va se siente muy triste. Pero apenas van tres días, esperemos que para el final de la semana le vaya mejor.

   Jeno entristeció profundamente. No debía ser fácil para el mini correcaminos ver como todos sus compañeros se marchaban y él se quedaba hasta el siguiente turno. Debía estar confundido. Había sido un cambio muy brusco.

   —Comprendo —murmuró, impotente por no poder hacer nada más que preguntar—. Gracias por la información, me sentía un poco inquieto por él.

   —Estoy segura de que le irá mejor —reiteró la profesora con la positividad que la caracterizaba—, el joven Na ya llega a la hora acordada. Es lo más conveniente para su horario ahora.

   Jeno le dio la razón, aunque todavía se sentía mal por toda la situación y la poca ayuda que podía brindar. El ultimo día que charló con Jaemin había estado a punto de decirle que él podía hacerse cargo de Jisung llevándolo a casa hasta que Jaemin saliera del trabajo y lo recogiera a la hora que quisiera. Pero al final su propia proposición le sonó apresurada y fuera de lugar. Quizá Jaemin confiaba en él, pero puede que no lo suficiente para permitir que cuidara de su pequeño hijo.

   Francamente, Jeno no tenía experiencia cuidando de otros niños que no fueran el suyo, pero no creía que Jisung le fuera a dar problemas. Siempre que estaba con Chenle se encerraban en su propio mundo y se entretenían juntos, jugando a lo que fuera. Incluso cuando visitó su casa Jisung fue muy respetuoso con los juguetes y el espacio de su hijo. Cuidarlo no debía suponerle dificultad. Pero no podía saberlo, ya que no tenía el valor de hacer tal ofrecimiento.

   Después de despedirse de la señorita Wendy, se marcharon del kínder. Llegaron a casa y mandó a Chenle a tomar una siesta. Jeno preparó la merienda consistente en un cuenco de fruta picada y una barra de granola. Una hora después Chenle comía mientras Jeno tenía papeles de la oficina extendidos sobre la mesa. Adelantaba un poco de trabajo para llegar despejado a la oficina y de esa manera sentir que tenía el derecho a pedir un día de descanso.

   Chenle le mostró los deberes que había que hacer para ese día y Jeno pasó el resto de la tarde enseñando a su hijo los números del uno al diez. Su hijo era muy listo y aprendía con rapidez, aunque confundía el nueve con el siete, y el cinco con el dos. Jeno no lo presionó y dejó que avanzara a su ritmo. Ya tendrían mucho tiempo para repasar. No quería que les tomara rencor a las tareas y procuraba hacerlas más como un juego, que como una obligación.

   A las nueve de la noche Chenle cayó rendido en la cama y Jeno aprovechó el tiempo para programar la lavadora y lavar los platos. Con su reciente aumento de salario consideró la posibilidad de contratar algún servicio de limpieza, pero cada que pensaba que alguien extraño estaría merodeando en su casa se le quitaban las ganas y terminaba por hacer todo el mismo.