𝗖𝗔𝗣. 𝗖𝗨𝗔𝗧𝗥𝗢

Comincia dall'inizio
                                    

—Lo que escuchaste. Tu mujer es una pendeja —repitió con valentía—. Y jamás podrá darte un hijo, ni a ti ni a ningún hombre.

—Sabes, Andy... —Me acerqué un poco—. Las damas no deberían ser golpeadas, ¿verdad, muchachos? —pregunté, y ellos asintieron—. Pero tú, Andy, eres una perra, y perras como tú no merecen mi respeto.

De un movimiento brusco la tomé del cuello con una mano y comencé a apretarla con fuerza, mientras mis hombres la inmovilizaban, sujetándole los brazos. Ni dando su mayor esfuerzo lograría soltarse. Luego de pocos segundos su rostro comenzó a tornarse azul al igual que sus labios, unos segundos más y acabaría con su vida, como había hecho con la de muchas más personas.

Pero no pude hacerlo, por alguna razón ella me había causado lástima. No quería mancharme las manos con la muerte de mi segundo hijo y, antes de que se desmayara, la solté para que ellos pudieran cargarla.

—Largo de aquí, ahora —repetí con firmeza.

Me di la vuelta para controlar mi enojo, necesitaba espacio antes de hacer algo de lo que me arrepentiría. Aún podía escuchar la respiración agitada de Andrea, apenas manteniéndose en pie y su cuerpo tembloroso, cual conejo a punto de ser arrollado.

—¡Adrián!—suplicó—, ¡suéltenme, cabrones! —rogó, entre lágrimas.

—Ya saben qué hacer, muchachos.

Ambos salieron de la habitación con Andrea, tratando de controlarla. Me fastidiaba ver cómo las escorias suplicaban por su vida como si fuera a compadecerme con unas simples lágrimas.

Luego de unos minutos, alguien tocó a mi puerta.

—Señor...

Era Jan entrando a mi habitación con su computadora en las manos.

—¿Tan rápido?—pregunté sorprendido por su eficiencia.

—Así es, su nombre es Madison Bustamante, de descendencia mexicana y tiene veinticuatro años. Es madre soltera de un menor, vive con su madre y es enfermera —me informó.

Me sorprendía la facilidad que tenía para saber absolutamente todo de cualquier persona, tal cual un excelente hacker.

—¿En qué hospital trabaja?—le pregunté.

—Justo donde lo hospitalizaron hoy —respondió.

No pude evitar soltar una carcajada, estaba impresionado, esa cerebrita lo había planeado todo. Lamentablemente su chistecito no duraría mucho.

—Necesito las cámaras de vigilancia de todo el edificio.

—Bien.

Tomé mi botella de whisky y me dirigí hacia la cama, necesitaba descansar por unos minutos de todos los problemas que me mataban e intensificaban el puto dolor de cabeza, por ahora, no podía hacer nada, tenía que planear algo para atar a Loren a mi lado.

«Tu hijo va a pagar las consecuencias por haberle ayudado a Loren» pensé, recordando la cara de la mexicana.

Mi teléfono comenzó a sonar; miré la pantalla y sonreí.

—¡Hijo de puta! —Escuché su ronca risa—. Así que ya te descubrieron tus secretitos, eh, te lo dije.

—Cállate bastardo, estoy intentando arreglar la situación —dije molesto.

Damián, mi mejor amigo, el que ha estado conmigo en todos mis asuntos legales e ilegales. Una rata de alcantarilla que casualmente trabajaba con Loren porque su padre lo obligó a estudiar medicina.

—El bastardo eres tú, te advertí que engañarla no era una buena idea. Loren debe estar devastada, eres todo un hijo de puta —murmuró agobiado.

—Y yo te dije que me valía una mierda, es mi esposa. Si tanto te preocupa, consíguete a tu propia esposa.

RESPUESTAS SIN SALIDA [NUEVA VERSIÓN]Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora