Capítulo 41: La verdad del dragón

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«No me creen», pensó Leiah con frustración.

—Es usted una mentirosa, y una muy mala.

A Leiah se le borró la sonrisa del rostro con esa acusación, pero todavía se controló para mantenerse amable.

—No le estoy mintiendo, señor, le he dicho que...

—¿No querrá decir que es la amante o algo parecido?

—¡¿Qué?! ¡No! No soy la amante de nadie...

—Ni la prometida —interrumpió el segundo guardia, el que no había hablado hasta entonces—. Pues el señor Sagitar está adentro cenando con ella.

—¿Cenando con quién?

—Con su prometida.

Leiah rio con amargura y se llevó las manos a la frente. ¿Estaba sudando? Estaba bajo la fría caricia del sol blanco de la capital, ¿cómo podía sudar?

Y, ¿qué sirios pasaba con esos guardias? ¿Draco le habría hecho creer a todo el mundo que Leiah seguía ahí, a salvo, por algún motivo?

Se volvió hacia el hombre que le había ayudado con sus cosas y le tendió el segundo pendiente como pago.

—¿Estará bien con eso?

—Sí, señorita, muchas gracias.

—A usted.

Cuando Leiah se giró de nuevo hacia los guardias no le quedaba ni el más remoto atisbo de la amabilidad que antes había ostentado, y sin embargo, a pesar de la dureza de su mirada y firmeza de sus próximas palabras, no perdió la compostura.

—Señores, háganse el favor de no alargar esta situación. Necesito hablar con Draco y él querrá verme, ha estado esperando por ello, así que por favor llámenlo, que venga a verme, y que sea él quien decida qué es lo que soy.

Los guardias intercambiaron de nuevo unas miradas significativas, pero al final uno de ellos se encaminó al interior de la mansión mientras el otro vigilaba a Leiah.

Unos pocos minutos después, para el alivio de Leiah, Draco se acercaba al portón con el guardia de antes y otro par extra. Ella sonrió, pensando que esa precaución añadida de parte de Draco sería pensando en la seguridad de ella.

Él se veía radiante, su traje negro relucía con el brillo suave del sol, su cabello estaba peinado hacia atrás de una manera que le hacía parecer mucho más atractivo e imponente, y en su gesto se leía un derroche de poder y grandeza del que Leiah estaba enamorada.

Estúpidamente sonrió, y sus ojos se cristalizaron con alivio. Él estaba ahí, estaba bien. Y ahora estaría mejor al ver que ella también lo estaba.

Y sin embargo, a medida que el hombre avanzaba hacia Leiah no se veía feliz, aliviado o sonriente.

«Ni siquiera me está mirando...».

—Guardias, ¿cuál es la situación de la que me hablaban? —preguntó Sagitar, y lo hizo tan cerca de Leiah que podría haberle hablado directamente a ella, pero la ignoraba como si ni siquiera estuviera ahí.

—Es esta mujer, mi lord, dice que es su prometida.

Draco volteó a echarle una mirada inquisitiva a Leiah, y esta sintió, en esa inspección distante e impersonal, que se le hundía el alma a los pies.

—¿Ella? —preguntó Draco al guardia.

—Sí, señor. Ella.

Draco reprimió las ganas de reír, llevándose el puño a los labios y presionado contra su sonrisa burlona.

Vencida [Sinergia II] [COMPLETA]Where stories live. Discover now