— Eso mismo me preguntó yo. — Con total irreverencia ella se apoyó en el respaldo del sillón. — Pero ya ve, la familia es complicada, al menos eso dicen.

— ¿No tiene familia?

— Estoy más sola que un perro callejero. — Murmuró con una sonrisa divertida. — Pero al parecer Christopher, por alguna extraña razón desea que yo conozca a su familia.

Edmund asintió como si ella hubiera respondido alguna pregunta y miró a su hijo.

— Veo que encontraste a alguien tan irreverente como tu.

— Raven es una jovencita muy talentosa al parecer. — Dijo su madre sentada recta en la silla.

— Ya veo. — Coincidió Edmund. — Me arriesgaré a probar esa tarta, aunque la prevengo de que soy muy exigente.

— La vieja que me lo enseñó también lo era. — Señaló ella y le sonrió.

Por alguna extraña razón a Raven le caía bien ese estoico hombre, a pesar de saber cómo había criado a Chris, no podía encontrar nada temible en su aspecto enjuto. La perspicacia en sus ojos le agradaba y se encontró riendo con él cuando se carcajeo. Su madre era otra cosa, esa mujer parecía tensa, como si siempre tuviera un palo en el trasero, como Christopher solía decirle de algún estirado que conocían.

— Dime Christopher ¿Que haces de tu vida?

— Trabajé un tiempo en la panadería que ella y su padre tenían, así la conocí. Ahora estamos de visita, veremos qué depara el futuro.

Edmund lo miró sorprendido y movió la cabeza a un lado.

— Me sorprende oír que has trabajado honestamente.

— No veo porqué habrías de sorprenderte, trabaje honestamente hasta los veinte.

— Y te dedicaste trece años a delinquir.

— No me puedo quejar, me ha ido bien.

— Ya veo. Terminaste trabajando en una mísera panadería, sin ofender. — Dijo el hombre mirando a Raven y ella levantó los hombros desinteresada. — Y ahora estás aquí nuevamente.

— Cómo Raven dijo antes, no estamos aquí para pedir nada. No vine por tu dinero, no lo necesitamos.

— Entonces, ¿No era tan mísera esa panadería? — Aventuró con los ojos entrecerrados.

— No me pase trece años tragando agua salada. — Desafío Christopher.

— ¿Estás de acuerdo en utilizar ese dinero sucio? — Le pregunto su padre a Raven con tono duro.

— Las joyas brillan demasiado. — Respondió levantando la barbilla.

— O eres muy tonta o muy inteligente. — Dijo él llanamente.

— Puedo ganarme la vida honradamente, trabajo con mis manos y soy buena en ello. No creo ser una tonta por hacer uso de dinero que no tiene dueño. Tampoco me interesa el dinero propiamente dicho, se con toda seguridad que Christopher saldría adelante sin ello. Pero me enamoré de alguien que le gusta la buena vida, desea darme una vida cómoda y si a él le hace feliz hacer uso de la riqueza por la cual pasó trece años recogiendo, ¿Quien soy yo para no acéptalo? ¿Que me impide aceptarlo?

— ¿Tus valores morales? — Aventuró con enojo.

— La moral es un concepto muy altruista si me permite. Esa moral no detuvo al hombre que mató a mí padre por buscar a su hijo. Ese hombre se rió mientras lloraba y suplicaba que me dejara ayudarlo. Supongo que me deja en el mismo nivel inmoral que ese hombre si le digo que disfruto de saber que me adueñe de lo que con tanta desesperación buscaba en mí casa.

Mentiras Negras ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora