— Que romántico. - Murmuró y se acostó dándole la espalda.

Christopher la vio darle la espalda y se acercó, estaba soñando si creía que la conversación terminaría.

— No sabía que querías romanticismo. - Susurro sorprendido de su propia estupidez. — Solo tenias que decirlo ¿sabes?

— No quiero nada. - Le contestó con la voz ahogada de la risa.

— ¿Por qué? No me molestaría darte flores y todas las joyas que poseemos si eso te hace feliz.

Ella no contestó y continuó dándole la espalda, él puso una mano en su espalda.

— Debes disculparme, Pajarita, no se como comportarme con una mujer, jamás he cortejado a una y tampoco recuerdo como se hace, en todo caso. Quizá fui demasiado práctico o simple.

—Tú no recuerdas lo que te conviene. - Susurro ella y él se rió divertido.

— A veces pienso que sí, que mi cerebro se niega a revelar algunas cosas a propósito. Hablo en serio, Rae. Tu me gustas.

Ella se dio vuelta cuando escuchó su nombre y  se encontró con sus ojos, que parecían dos gemas brillantes.

— No tiene sentido. - Murmuró con su corazón martillando en su pecho.

— Hay muchas cosas que no tienen sentido. Como la muerte de tu padre, como mi forma de ser a pesar de saber que vengo de buena familia. Pero esto es lo único que tiene sentido. Tu me gustas y no porque sabes mis secretos, me gustas porque se como eres, quien eres y como haces las cosas. Me gusta verte en la mañana y en la tarde, me gusta saber que puedo contar contigo y saber que te importo lo suficiente como para no dejarme por ahí tirado.

— Jamás te dejaría por ahí.

— Yo tampoco. Se que es lo que te hace imposible creer que algún hombre te vea atractiva y no va por ahí la lógica masculina.

Ella se sintió confundida por sus palabras.

— ¿De qué hablas?

— Olvidas que yo he estado ahí todas las veces que te han humillado por tu cuerpo. Cuando un hombre se enamora no le importa el tipo de cuerpo, a mi no me importa si eres gorda o flaca, si eres bella o fea. Aunque debes admitir que no eres fea. Me importa como eres por dentro, me importa tu forma de pensar, me excita el solo hecho de estar cerca tuyo. Tus labios… - El paso un dedo sobre sus labios cerrados. - Son carnosos y rosados y para mi es un esfuerzo enorme no besarlos todo el tiempo. Tu olor es tan hermosamente indescriptible que me asombra incluso sentir tu olor cuando pasamos días en el bosque y hueles tan maravillosamente, incluso cuando pasamos largas horas caminando. Tu piel ahora tostada es suave a mi tacto y se sonroja deliciosamente como ahora, me encanta sentir el calor que emanan tus mejillas sonrosadas. Y tu ojos… dos mares celestes. Firmes, brillantes y claros. Eso es lo que me ha enamorado de ti… No necesito que seas perfecta, necesito que seas así tal cual como eres.

— No se que decir… ¿Estás enamorado de mí? - Murmuro avergonzada.

— No debes decir nada… o quizá decir que si a mi desastroso pedido de matrimonio, porque no hay nada que me haría más feliz que saber que puedo tenerte conmigo hasta el final de mi vida.

— No se si creerte.

— ¿Por qué no lo harías? dime que es lo que yo ganaría mintiendote. Sabes tan bien como yo que estamos en igualdad de condiciones, sabes tanto de mi como yo de ti. Solo dame una oportunidad y te demostraré que eres lo mas importante para mi.

Él se acercó despacio, dándole el tiempo suficiente para negarse si así lo quería. La beso despacio, un simple roce de sus labios y se alejó unos milímetros y espero con el aliento contenido a que ella se acercara. cuando ella estampo los labios en los suyos la tomó del rostro y la beso a plenitud, enterró una mano en su cabello e intensifico el beso. Gimió suavemente cuando las manos de ella se estrellaron contra su pecho, dejó que sus manos curiosas pasaran por su vientre sobre su camisa y luego lo abrazó por la cintura. La acostó suavemente en la cama y deslizó una mano suavemente desde su brazo hasta su cintura, bajó hasta sus caderas y se detuvo ahí. Dejó que ella lo besara, luego depositó suaves besos por su mejilla y bajó hasta su cuello.

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