PACIENCIA

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Puede que si fuese una mujer común y corriente con una profesión de oficina estándar, hubiera tenido tiempo para llorar a Finn, pero yo no tenía más tiempo para llorar, más que el breve momento en que duro mi ducha y los pocos minutos en los que el cansancio me venció 2:00 am.

Abrí los ojos con el sonar de mi despertador 4:00 am como todos los días de mi vida, comenzaba mi trabajo. Mi cuerpo actuó por costumbre como siempre lo había hecho por la mitad de esta década. Me paro de la cama; apago la alarma, voy a la cocina a poner la cafetera, me ducho con agua bien fría; cepillo mis dientes me visto con ropa planchada que suelo dejar lista una noche antes, me peino tomo mi maletín junto a mi cartera y lleno mi termo de café.

Mi celular suena, es el señor Titus quien está afuera, como siempre a las 4:45 am. Me coloco mis zapatos y salgo con mi maletín, cartera y termo en mano. La mañana está muy oscura todavía, el frio es notable pero mi pantalón azul y camisa larga blanca me protegen. Vivo en el primer piso por lo que solo debo salir de mi apartamento y abrir la puerta del edificio.

El Mercedez Benz me está esperando e ingreso en el asiento del copiloto, cierro la puerta. Ahí está el señor Titus, el chofer de la víbora. Él me iba a buscar todos los días para llevarme a la casa de la susodicha, porque sí, mi trabajo no se limitaba a la oficina, si no que era mucha más que la de una asistente personal. Yo era una especie de todóloga. Todo uso profesional por favor, eso de que no tenía nada romántico o sexual con mi jefa era real al 100%.

-Buenos días Titus, preparado para otra dosis de cafeína? – comento a Titus.

-Algo me dice que tú la necesitaras más que yo, pero el café nunca es negado por la gente que se para a las 3:00 am, Clarke. – me responde extendiendo su propia taza de café, para el auto y procedo a llenarle su taza con el líquido proveniente de mi termo.

Nada que un kilo de base no oculte- finalizo con su taza y lleno la de mi termo para beber. El me imita y arranca.

En lo que me coloco el cinturón de seguridad, finalizo mi taza y hablamos de su nieto que no para de crecer, ya llegamos a nuestro destino. Son 5:10 am. La casa o mejor dicho la mansión de nuestra venerada Jefa Lexa Woods, alias la víbora, era la clase de vivienda por la cual muchos matarían. Y que estaba fuera de la realidad de los de clase media y hasta muchos adinerados, me atrevería a decir.

Es una mansión moderna en el corazón de la ciudad, dignas de las personas que le deben vender el alma al diablo con pactos de sangre. Tenía 10 habitaciones, 13 baños, 2 cocinas, un gym y sabrá nuestro creador cuantos artilugios más, lo que no llegaba a comprender por qué la víbora vivía sola, bueno sola no exactamente, con 3 empleados fijos a su disposición.

Estaba el señor Titus que era el chofer; La señora Indra que era su cocinera y el señor Marcus quien era su mayordomo. Como es evidente había mucho más empleados, pero estos no eran fijos iban y venían.

Solo estos tres habían logrado conservar sus puestos, los tres tenían alrededor de 50 años. Indra y yo éramos las únicas mujeres cerca de ella, trabajar para Lexa Woods era como trabajar en un culto. No bromeo, en serio.

Entro a la cocina de servicio de la humilde morada atravesando sus puertas de dos metros de altura, y con mis pasos retumbando en el gran espacio. En donde el aroma a un delicioso desayuno me espera por parte de Indra.

-Clarke querida que bueno que has llegado, necesitaba algo para aclarar mi aura esta mañana oscura y tenebrosa- me recita cantando Indra al servirme el delicioso desayuno; huevos fritos, salchicha y tostadas. La amo.

-Qué bueno que has sacado la carta de las salchichas, tú has alegrado mi mañana.- le respondo en una sonrisa, sentándome en un taburete de la isla y dejando mi cartera y maletín a un lado.

DEL ODIO AL AMORWo Geschichten leben. Entdecke jetzt