Capítulo 38: Cicatrices

Start from the beginning
                                    

—Puedes irte, Leiah —dijo Orión, secándose la boca con sus mangas—. Olvida todo esto y vuelve con Draco. Sean felices el tiempo que puedan. Que esta guerra no los alcance a ustedes.

—¿Que no nos alcance?

Leiah suspiró, Orión debía estar en terrible estado si había llegado al punto de decir eso.

—Yo nací aquí, Orión, como una vendida. Desde ese instante esta guerra ha sido mía también, solo que he estado librándola sola. Volveré con Draco, sí. Pero ni creas que voy a olvidar todo esto.

Orión dejó caer las cenizas de la hoja sobre la mesita, y encima de ellas posó su cáliz. Suspiró, y se enderezó tanto como pudo, cruzando sus brazos tras su nuca. Tenía las mangas dobladas hasta los codos, y su camisa abierta del todo al punto en que Leiah pudo notar que las cicatrices de sus brazos se extendían hasta su abdomen.

«¿Qué te hicieron, Orión Enif?».

Reprimió un escalofrío y volvió a los ojos de Orión, a quien no le había pasado por alto el examen al que acababa de ser sometido.

—¿Qué cambió? —preguntó él en voz tan baja que su cariz ronco lo hizo sonar como un carraspeo.

—El desconocimiento, supongo. —Ella se encogió de hombros y le miró a los ojos, pero no soportó lo que había en ellos así que siguió hablando con la vista en el resto de la habitación—. Algunas cosas se han empezado a esclarecer a medida que otras se ensombrecen. Creo que entiendo lo que pretendes hacer, y quiero ser parte de eso.

Cuando ella volvió a mirarle, él tenía los ojos entornados, le miraba con interés.

—Ahora soy yo el agobiado por la intriga —dijo él—. ¿Qué es lo que crees que entiendes?

—Tu plan. Ahora entiendo que podría funcionar. Antes no, pues no sabía que los cosmos pueden transferirse.

—Eso es porque no es posible.

—Pero allá…

—He sobreestimado tu intelecto si no lo has adivinado ya.

Leiah se mordió el interior de la mejilla para no insultar toda la ascendencia del despojo de ser humano en la cama.

—Encima me ofendes.

—Discúlpeme, madame, es la costumbre. —Orión suspiró—. Los cosmos no pueden transferirse ni robarse, pero el alma puede ser engañada.

—¿Cómo?

—El poder reconoce a su dueño, sí. Pero no puede resistirse cuando sangre... similar… lo reclama.

«Sangre similar».

—Dijiste que me encontraste porque buscabas a las hijas de Cass Odagled.

Los labios de Orión se fruncieron con un atisbo de satisfacción, y un brillo similar abundó en su mirada. Él estiró su brazo para alcanzar su bebida justo cuando Leiah volvió a hablar.

—Ya conocías a una, ¿cierto?

—La conocí y la amé con toda mi alma, sí.

—Si la amaste con toda tu alma… ¿ahora qué te queda? ¿Cómo sigues vivo?

Orión simuló pensarlo por un momento, y no pareció molestarle la crudeza de la pregunta de Leiah, así como ella no parecía querer retractarse por ella.

—Vacío —dijo él, su mano petrificada alrededor del cáliz—. Eso me queda. Y sigo vivo porque necesito llenarlo. No con justicia, con venganza.

Leiah tuvo que desviar su rostro un momento y concentrarse fríamente en lo que pensaba, porque no había nada que sentir. Hacía mucho que no había nada.

Vencida [Sinergia II] [COMPLETA]Where stories live. Discover now