Raven puso los ojos en blanco cuando vio subir las escaleras a Christophher sin saludar, sabía que le molestaba la presencia de Milton pero a ella le encantaba

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Raven puso los ojos en blanco cuando vio subir las escaleras a Christophher sin saludar, sabía que le molestaba la presencia de Milton pero a ella le encantaba. Estaba enamorada de él y creía que con el nuevo proyecto y agrandamiento de la panadería él finalmente la consideraría como candidata a esposa.
   Se había sorprendido cuando lo había visto besando a esas mujeres, pero él le había dicho que era una forma de revisarlas y ella decidía creerle a él y no a Christophher que lo decía porque le caía mal. Se detestaban y ella no podía hacer nada por evitarlo. Christopher se había convertido en un gran amigo desde que había llegado, era la primera vez que podía hablar con alguien que no fuese su padre, podía sentirse acompañada y eso jamás lo había tenido, ella se sentía cómoda con él a pesar de que Christopher era una persona extraña.
En los meses que lo conocía podía decir con exactitud que Christopher sin apellido jamás hacía algo si no obtenía algo a cambio. Era contestador e interesado. Siempre cobraba incluso a los viejitos para hacerles algún mandado. Conocía bien como hablaba y contestaba, solía contenerse pero a veces se le escapaban miradas enojadas y ella sabía que hacía lo posible para no contestar mal. Incluso a pesar de no hablar mucho ella se daba cuenta de cómo era. Lo veía respirar para calmarse, era incrédulo y detestaba las tonterías, por eso jamás atendía la panadería, no tenía paciencia para nada. Incluso cuando a él le tocaba hacer algo en la casa, solía murmurar. La vida austera le molestaba, podía notarlo.
  Hizo pequeños cambios, en el jabón, en los horarios, le costaba muchísimo levantarse temprano. Cuando se levantaba temprano su padre y ella no le dirigían la palabra porque era más hosco que de costumbre. Se sentaba con un té y miraba la ventana como si mirara la libertad a la cara.
  Pero a pesar de su carácter dudoso, él había hecho más por ella y su padre que los demás. Y eso le bastaba a ella.
  Después de la merienda y de que Milton aceptara cenar con ellos, ella se fue a cocinar mientras su padre estaba en la panadería. Christopher apareció para tomar el té y ella le sirvió en una taza destartalada.

— ¿No hay juego de té para mi? - Pregunto despectivo.

— Si hubieses bajado a tomar el té con nosotros, si. — Dijo molesta.

— No lo soporto.

— Pues deberás hacerlo esta noche. — Le informo.

— ¿Y eso por qué?

— Papa lo invitó a cenar y aceptó.

— ¡Oh su real majestad se rebaja con los pobres del pueblo! — Exclamó levantando los brazos.

Ella apoyó el cuchillo con fuerza en la mesa y lo miró enojada.

— ¡Basta! Yo no me quejo de tus inexistentes modales, de tus contestaciones mordaces, así que tu te vas a aguantar una noche con Milton.

— ¿Por qué debo aguantarmelo?

— Porque sí.

Él puso los ojos en blanco y volteo el rostro para no verla. Estuvieron en silencio durante casi una hora hasta que ella suspiro.

— ¿Cómo fue tu reunión con la señora Candance?

— Bien. Vendrá mañana a enseñarte sus recetas. Solo falta la señora Sullivan.

— Será difícil convencerla. — Dijo poniendo mala cara.

— Es una vieja que está más con San Pedro que aquí. — Dijo levantando los hombros.

Ella dio un respingo al oírlo hablar.

— Ten un poco de respeto. — Gimió molesta por su cruda sinceridad.

— ¡A la mierda! — Dijo molesto. — Iremos a misa este domingo para hablar con ella e invitarla a cenar.

— ¿Irás a misa? — Pregunto divertida.

— Es lo que dije.

— De acuerdo.

Después de esa charla él se perdió hasta la hora de la cena. Raven se vistió con el mejor vestido que tenía y se puso una cinta roja en el cabello, despejando de su rostro de los rizos que se había hecho durante toda la tarde mientras trabajaba. Christopher llegó puntual a la mesa y no habló de absolutamente nada, excepto cuando Milton le habló directamente.

— ¿Sabes arreglar techos? — preguntó Milton.

— Si.

— Tengo unas goteras en mi techo y me gustaría que te fijaras si puedes hacer algo.
Si claro. — Raven lo miró extrañada. Y cuando él continuó negó suavemente. — Iré a verlo cuando te convenga y arreglamos el precio.

— ¿Qué precio? — preguntó Milton. — ¿me cobraras?

— Es trabajo, ¿Por qué no te cobraría? —preguntó Christopher.

— Te salvé la vida. — Murmuró el otro.

— Si ¿Y? Pero no me hiciste un favor o ¿si?
¿A qué te refieres?

— Me salvaste la vida, pero  cobraste por ello. — explicó Christopher. —  no me hiciste un favor, diste un servicio y cobraste por ello, no veo porque tendría que hacerte un favor. Así que si quieres que te arregle el techo págame o buscate a otro.

No le sorprendió su respuesta, pensó Raven. Milton decidió seguir cenando, hasta que se tocó el tema de la nueva apertura de la panadería.

— Se rumorea que la señora Candance comenzará a vender sus galletas en tu panadería David. - Comento con una sonrisa despectiva.

— Así es. — Confirmó su padre orgulloso. — Hemos decidido expandirnos y llegamos a un trato con la señora Candance y también hablaremos con la señora Sullivan. Además del pan que vendemos, sumaremos ambos productos a nuestro negocio.

— Me sorprende que decidas hacerlo ahora.

Raven frunció el ceño confundida.

— ¿Por qué lo dices? — Preguntó David tenso.

— Si no recuerdo mal ya habías probado hacer eso en el pasado, y no funcionó.
Con estas nuevas recetas, funcionará. — Dijo su padre contento.

— Creo que deberías revisar bien esto David. No creo que puedas costear un nuevo fracaso.

— ¿Cuál es tu problema Sterling? — Ella lo miró molesta. — Si no te conociera bien diría que te molesta que nos vaya bien.

Por el rabillo del ojo vio como Christopher levantaba la copa en un simple gesto demostrándole que pensaba igual.

— Por supuesto que no, Raven. Es solo que no entiendo este negocio… — Miró con dobles intenciones a Christopher.

— No necesitas entender nada. — Ella hizo caso omiso de la mirada asesina de su padre. — Mientras nosotros lo entendamos es suficiente.

Ella se levantó sin querer decir más y se fue murmurando las buenas noches.

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