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   La verdad es que no podían quejarse. Por primera vez después de mucho tiempo las cosas parecían salir bien. Con Bartolomé y Justina presos, y Cielo y Nico al frente de la fundación, por fin había algo de paz. Su casamiento por civil no podía haber salido mejor, y en toda la casa se respiraba un ambiente de unión y compañerismo, como una gran familia. Todos estaban felices, incluso aquellos que se empeñaban por ocultarlo, como Tefi. Ella había crecido en un hogar sano y rodeada de amor, sin embargo nunca se había sentido parte de ningún grupo humano por más esfuerzo que hiciera en encajar. Pero esa mañana lo que había dicho Nico le había calado hondo. Y aunque todo eso del destino y de luchar por los sueños le parecía una pavada que solo ellos entendían, no pudo negar que en ese momento incluso se permitió imaginar la idea de, algún día, poder sentirse a gusto con la gente que allí había encontrado.
    En eso pensaba cuando salía de la mansión. El Sol caía en el horizonte, y eclipsaba sus ojos, por eso quizás no vio cuando él le hizo gestos desde lejos, parado desde la puerta del bar. Su voz entonces la sobresaltó.

­­—¿Te vas para tu casa? —le preguntó Rama, terminando de barrer la entrada del local.
—Sí, ¿por? —y ella se acercó para contestarle. Todavía llevaba el vestido rosa que había elegido para la fiesta y una cartera que combinaba con el resto de su atuendo.
—¿Va Mar con vos? Quería darle algo que se olvidó en la mansión —dijo, sacudiéndose el polvo de las manos.
—No, ella se fue con mi mamá, dijo que no soportaba estar tan cerca de Thiago después de lo que le hizo el muy turro.
—Sí, será muy turro pero bien que lo seguís buscando a cada rato, eh —acusó. Todavía le dolía un poco el ojo de la piña que había recibido hacía un rato por su culpa.
—Lo que yo haga con mi vida no es incumbencia tuya, Rama. Aparte si me hablaste solo para pelearme te digo que... —se defendió enseguida, cruzándose de brazos.
—No, no quiero discutir con vos —la cortó él—. Solo quiero que pienses en lo que hacés. Mar ya sufrió mucho como para...
—Ay, sí, Mar, pobrecita la víctima, siempre es ella la que sufre —ironizó.
—Acá todos sufrimos, Tefi. Lo importante es que...
—Mirá, no estoy para otro de tus discursitos, mejor me voy que se me hace tarde —y amagó seguir, pero él se interpuso en su camino, de la misma manera en la que también se interpondría en su corazón.
—Esperá —la frenó—. Es casi de noche. No quiero que te vayas sola. Bancame que termino estas cosas y...
—Quedate tranquilo que yo me sé cuidar muy bien —lo volvió a interrumpir.
—¿Podés dejarme terminar una frase por una vez en la vida? —ella lo miró con un poco de culpa—. No te va a pasar nada porque una vez aceptes ayuda. En serio, esperame y te acompaño, tengo que ordenar acá unas cosas que sobraron del casamiento, aparte así le llevo a Mar lo que se olvidó.
—Bueno, está bien —se resignó. Si hay algo contra lo que no podía luchar era con la infinita bondad de Rama. ¿Por qué era así de bueno con ella? Hacía días no dejaba de pensarlo.

    Tefi se sentó en una silla, mientras lo miraba entrar las cajas. Había algo muy intrigante en él, pero, ¿qué era?

—Si no es mucha molestia de tu parte, necesitaría que te levantes porque tengo que entrar las sillas —le dijo él, con un poco de humor pero también con miedo a su reacción.
—Sí, dale, te ayudo —y esta vez no objetó ninguna excusa. Rama la miró extrañado. Tefi no era de hacer esas cosas, pero prefería no cuestionar su repentino ataque de generosidad. Además, no podía explicarlo, pero él sabía que dentro de la coraza que ella se armaba se encontraba una persona buena, podía sentirlo. Por algo a él en el futuro lo llamarían "sensibilidad". Él tenía la capacidad de leer los corazones.
—¿Podés? —le preguntó, viéndola cargar con dos sillas a la vez.
—Obvio, soy flaquita pero no inútil —rió ella.

    Las cosas siempre se hacen más fácilmente entre dos, y solo les tomó unos pocos minutos entrar las sillas y apilar la mayoría de ellas en el fondo del bar. Rama estaba cansado. Había sido un día de emociones muy intensas, y necesitaba bajar un cambio. Abrió la heladera del bar y se sirvió un poco de gaseosa fría en un vaso largo.

INVISIBLEWhere stories live. Discover now