Yang Jeongin creía haber nacido con el talento innato para escribir.
Por otro lado, Hwang Hyunjin había nacido con el talento de lograr desvestir a las personas usando solo sus palabras.
"Tocarte o tomarte, la decisión es tuya."
"Tócame."
*
"Tocarte...
El evento que venía pisándole los talones a Yang Jeongin desde no hacía mucho tiempo atrás parecía ser más importante de lo que pensó en un principio.
Gente de la nobleza, incluso del gobierno, estaban invitados a dicha celebración, lo cual no causa nada más que dudas en el escritor quien piensa con nerviosismo que si antes estaría fuera de lugar, ahora facilmente podría pasar desapercibido como un chico de servicio.
La oferta, sin embargo, era tentadora como nada, ya que la información de primera mano que estaría recibiendo por parte de una sumisa le ayudaría al desarrollo y avance de su novela, podría perder mucho como su comodidad, pasar un muy mal rato tal vez, y al final de cuentas, algo le decía que terminaría ganando más de lo que perdería.
Así que ni nervioso y asustado, busca el número del insistente pero desesperado Hwang Hyunjin en su móvil, llamándolo antes de que su arrepentimiento comenzase.
Y gracias a Dios, él contribuye atendiendo la llamada casi de inmediato.
—Sabía que me llamarías pronto.
—Hwang, he decidido aceptar tu propuesta.
—Eso ya lo sabía, la invitación deberá llegarte temprano el día de mañana.
—¿Cómo pudiste estar tan seguro de que aceptaría?—. Chasquea su lengua, encontrando molesto el hecho.
—Es una oportunidad que no podrías rechazar ni en mil años, si es que deseas terminar pronto ese libro tuyo.
—Por más que deteste admitirlo, tienes razón.
—Para tu desgracia, Hwang siempre tiene razón.
Jeongin puede percibir la sonrisa egocéntrica en los labios de Hwang Hyunjin formándose, y le hubiera gustado estar junto a él para presenciarlo, y así, arrojarle su móvil en la cara.
Antes de que pudiera hablar, el empedernido soñador escucha del otro lado de la línea movimientos de papeles, una puerta muy apenas, una conversación inteligible acerca de cosas que no le importaban en lo más mínimo.
—¿Jeongin? ¿Sigues ahí?
—Sí, sigo aquí.
—La mujer de la que te platique, viene mañana a la ciudad, ¿te importaría ir conmigo?
—¿Yo? ¿Por qué?—. Abriendo sus ojos sorprendido, se sienta correctamente en su sofá.
—Corres el riesgo de que ella cancele a último momento su visita a la fiesta de mis padres, y no quieres no nutrir tu mente con su conocimiento, ¿o sí?
—Esto no es parte del trato.
—No puedo discutir contigo al respecto en este momento, si decides ir estaré esperando tu mensaje.
Con indignación y resoplando Jeongin arroja su móvil al sofá en el cual pronto se deja caer rendido.
La vida era tan difícil de comprender.
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