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Las hojas de los árboles bailaron al viento mientras el llanto de un niño pequeño, oculto bajo la sombra de uno de ellos, hizo eco en el ambiente.

Era el segundo verano que Aran pasaba junto a sus abuelos, impresionado y curioso por el bosque que se extendía hermoso a unos cuantos pasos de la casa de estos, ansioso por descubrir lo que se escondía en él... aunque la exploración de esa tarde no salió del todo bien, acabando con el chico perdido en el basto paisaje y sin saber como regresar a su hogar. Con miedo, el pequeño se sentó con la espalda contra un árbol, ocultando el rostro entre sus rodillas sin poder frenar las lágrimas que caían por sus mejillas, llegando a mojar sus pantaloncillos cortos y más allá, el verde pasto que le servía como asiento.

Intentó pedir ayuda un par de veces, pero los llamados se perdieron entre los troncos, al parecer sin éxito alguno, apenas ganándose como respuesta los sonidos de ciertos animales que vivían alrededor, aunque ciertamente no eran los únicos escuchando.

¿Estás perdido?

Aran había logrado calmarse minutos atrás, y aunque siguió hipando, pudo levantar la cabeza en dirección de aquella voz, notando a aquel niño, aproximadamente de su edad, quien lo miró mientras se asomaba de entre algunos arbustos, portando una máscara yokai que no dejaba ver su rostro.

—respondió Aran tras frotar su nariz despacio—... ¿Tú también lo estás?

Su temor pasó a segundo plano por un instante, volviendo a su viva e infantil curiosidad tras ese encuentro tan único, agradeciendo en silencio la presencia del peliplata y así, el no estar más tiempo solo.

No, yo vivo aquí —sonrió el chico tras la máscara—, pero tu llanto me puso alerta y los demás espíritus del bosque dijeron que quizás podría ayudarte. Soy Kita, ¿y tú?

Me llamo Aran y vivo con mis abuelos no muy lejos de aquí... ¿Espíritus del bosque?

Ladeó la cabeza despacio, recordando que su abuelo había hablado acerca de ellos alguna vez, asegurándole que ocultos en la zona existían pequeños templos dedicados a ellos, siendo el agradecimiento de los humanos con estos por cuidar de la arboleda con el pasar de los años y las estaciones. Aunque Aran siempre los imaginó cuan criaturas fantásticas, como dragones o zorros de nueve colas, no tan parecidos a él.

Sí, nosotros cuidamos de los árboles para que sean tratados con respeto —musitó Kita, quien ya había salido de entre los arbustos e inclinado a su lado, aunque manteniendo una distancia prudente—. Si un humano nos toca, desaparecemos, pero puedo contarte historias luego, ahora te guiaré fuera del bosque; a tu hogar.

Ambos muchachos se levantaron con cuidado, sacudiendo sus ropas mientras el viento comenzó a soplar con más fuerza, faltaban escasas horas para oscurecer así que ambos no tardaron en partir. Kita buscó una rama, tomando un extremo de ella y dejando a Aran sostener el opuesto, así no tendrían necesidad de tocarse y tampoco se separarían mientras caminaban con cautela para salir del espeso bosque, llegando en poco hasta el camino que dejó a la vista el hogar del segundo chico.

En el camino, Kita le contó sobre los demás espíritus y como ellos se mostraban con formas animales o incluso fantasmales, por su parte, Aran explicó que ahora pasaba sus veranos en aquel sitio bajo el cuidado de sus abuelos, para luego volver a la escuela, esperando ansioso la llegada de sus próximas vacaciones, pues volvería a aquel lugar. Dicha conversación hizo su caminata mucho más que corta y agradable.

별!⠀˒˒⠀#HQRareshippfestWhere stories live. Discover now