Capítulo 4.

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Había vivido ya una semana en el palacio, cuando una noche, se despertó en una afiebrada desesperación. Su cuerpo pegajoso, y sus extremidades adormecidas. Jadeó en busca de aire fresco, pero solo llenó sus pulmones con el extraño aroma de varias omegas juntas. Era desagradable.

Una de ellas, la más cercana a él, frunció la nariz y abrió los ojos con sorpresa. Jaemin no tenía fuerzas suficientes para hacer o pedirle nada, pero la joven se levantó en silencio y se dirigió hacia la puerta de los dormitorios. No pasó mucho tiempo hasta que una pequeña mujer se acercó a él junto con otro omega hombre, que olía extrañamente familiar.

Ambos asintieron y la mujer colocó una mano sobre la frente de Jaemin.

-Cariño, estás completamente afiebrado -susurró-. Vamos Taeyong, ayúdame a llevarlo a darse un baño. Le pediremos a un soldado que de aviso a su alteza.

Rápidamente fue cargado por ambos.

El calor del agua, por extraño que pareciera, hacía bastante por calmarlo. La mujer lo lavaba con cuidado y dedicación.

Cuando Jaemin se deslizó en la suave tela de la camisa, un escalofrío lo recorrió de pies a cabeza. Era pálida y estaba fría. Lo acompañaron unos pantalones color sangre y una extraña combinación de piedras en cadenas de plata que caían desde su cabello hacia su rostro.

Cuando la mujer terminó de acomodar su cabello, Taeyong abrió la puerta.

-Su majestad el rey lo está esperando.

Jaemin sintió su estómago revolverse con anticipación. Su cabeza le gritaba la horrible decisión que había tomado, que iba a entregarse a un hombre que no amaba, a uno que ni siquiera conocía. Pero su omega, su parte animal, celebraba poder ser libre al fin, luego de un año de luchar por ser tomado por un alfa.

Para cuando Taeyong golpeó las grandes puertas de madera, Jaemin comprendió que estaba a punto de suceder, y otra vez, rezó en silencio que su juramento pudiera cumplirse. Que ellos encajaran tan perfectamente que Jaemin le pudiera brindar un niño.

La primera concubina pasó junto a él y le dedicó una mirada sarcástica. Como si dijera "buena suerte", con la intensión de que realmente no la tuviera.

-Adelante.

La mujer le dio un pequeño empujoncito y Jaemin tragó en seco mientras colocaba las manos sobre la puerta.

-Recuerda, de rodillas, en silencio y espera a que su alteza te permita observarlo a los ojos -le recordó.

-Esfuérzate por ese niño -soltó Taeyong y Jaemin sintió su rostro colorearse.

Cuando las puertas se cerraron detrás de Jaemin, no tardó mucho en que sus pasos temblorosos lo dejaran de rodillas. Más que por respeto, por la falta de fuerzas y la increíble necesidad.

-Mírame -ordenó Jeno con fuerza.

Ni bien Jaemin había entrado, un increíblemente asfixiante y delicioso aroma a omega, había llegado a sus fosas nasales y llenado a Jeno de calidez y deseo.

Jaemin tembló ante el pedido, pero no pudo levantar la mirada. Estaba tan sometido por su propio omega, que era hasta doloroso.

-Jaemin, levanta la cabeza y mírame -dijo ahora con más suavidad.

Jaemin lo intentó, pero lo único que logró, fue que un débil gemido de súplica escapara de sus labios, al mismo tiempo que sus manos sujetaban la capa de Jeno con fuerza.

Nunca en su vida se había sentido tan colapsado por el aroma a alfa. Pero en esta ocasión, su cerebro parecía haberse apagado por completo. La única parte que parecía funcionar decentemente, era la que le gritaba que engendrara un niño.

Inesperadamente, Jeno se inclinó hasta quedar de rodillas junto a él.

-No, mi señor -suplicó Jaemin en un intento para que volviera a pararse.

Sus labios eran cálidos sobre los suyos, y Jaemin se sintió derretir ante el contacto. Cuando abrió los ojos se encontró directamente con los hermosos ojos cafés de Jeno, que estaban completamente dilatados con deseo.

-Déjame tomarte como mío.

Jaemin sabía que realmente no tenía otra opción, pero esas simples palabras hicieron que su cuerpo se relajara. Jaemin dejó a su omega tomar el control.

Descubrió que la tela de su camisa era aún más suave cuando se deslizaba fuera de su cuerpo, y que las manos de Jeno eran tan firmes y fuertes como se veían. Que sus pantalones eran bastante fáciles de quitar, y que el cuerpo desnudo de Jeno era algo que quería apreciar hasta el día de su muerte.

-He confiado en ti en cuanto a tu pureza se trata, pero no hay forma más directa de comprobarla que de esta manera -susurró sobre su oído-. Extiende las piernas para mí.

Jaemin obedeció de inmediato, y entonces comprendió a lo que Jeno se refería. Un profundo grito de placer y dolor entre mezclados escapó de sus labios cuando Jeno se enterró con fuerza en él.

-Un perfecto omega puro -susurró Jeno con voz jadeante-. Y ahora nos encargaremos de hacer un príncipe.

Jaemin no podía entender que un acto tan simple pudiera encerrar tanto placer. Porque él sentía que tocaba las estrellas. Jeno tocaba todos los puntos correctos, y el cuerpo inexperto de Jaemin, reaccionaba de la mejor manera.

Jeno se vio tan tentado a enterrar los dientes en el pálido cuello de Jaemin, tantas veces durante esa noche. Tantas veces como nunca había deseado con ninguna otra concubina. Y a Jeno le resultaba tan desagradable la idea de matar a Jaemin después de que el joven le hubiera entregado su pureza, lo único que le quedaba y pertenecía. Y él también la había tomado, como al resto de su vida.

Jaemin sintió el placer nublar su vista y como un grito raspaba su garganta, cuando el nudo de Jeno se deslizó a través de su entrada. Para ese momento, Jaemin habría tenido dos orgasmos. Entonces Jeno lo llenó de su esencia, y lo abrazó con fuerza contra su cuerpo.

Así se durmió, con el cuerpo de Jeno apretado al suyo, aún unidos, sudados y llenos de liberación. Jaemin sonrió entre sueños. Jeno besó su rostro con tranquilidad mientras se quedaba dormido.









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