Lauren se presentó en su casa el lunes anterior a la boda. Camila acababa de llegar después de un día particularmente difícil en el que uno de sus pacientes acababa de recaer, y no estaba de humor para hablar de bodas.

—¿Qué quieres?—Cuestionó, y metió la llave en la cerradura.

Lauren la siguió al interior—¿Has tenido un día duro?

Camila la miró con el ceño fruncido. Prefería seguir enfadada a echarse a llorar. Desde la escena con sus padres estaba angustiada, y tenía la sensación de que su vida podía cambiar en cualquier momento radicalmente a peor.

—¿Qué haces aquí?

—Te he echado de menos.

—Nos vimos hace tres días. Y no me tomes el pelo—Su voz enfadada intrigaba a Lauren.

—Me gusta verte cada día—Confesó.

—¿Para asegurarte de que no te dan el cambiazo antes de la boda?—Lauren la miró con severidad.

—¿Por qué estás tan enfadada?

—Por todo—Camila resopló.

—¿Te importaría ser más precisa? —Lauren se sentó en el brazo del sofá. Camila estaba a punto de llorar y apartó la mirada.

—Uno de mis pacientes desapareció anoche—Reveló con tristeza—No hemos conseguido encontrarlo. Sabemos que compró droga cerca de la medianoche. Desde entonces nadie lo ha visto.

—¿Fueron a buscarlo a su casa?

—No tiene. Ocasionalmente pasa la noche en un albergue, pero...

—Parece mentira que haya gente que prefiera la calle—Comentó Lauren.

—Osear no tiene otra opción—Exclamó Camila, indignada—Su padre le pegaba y su madre era alcohólica. Llevaba tres años en la calle antes de llegar a nuestra clínica para curarse de su adicción.

—¿Con éxito?

—Aceptó tratarse con metadona—Suspiró Camila—Pero cada vez que las cosas le van mal, recae—Comentó con pesimismo.

—Esa gente te importa de verdad, ¿no es cierto?

A Camila le sorprendió ver que Lauren la miraba con dulzura.

—Desde luego.

—¿Y trabajas con ellos por poco dinero para contribuir a cambiar el mundo?

Camila la miró firmante por si descubría indicios de sarcasmo, pero no los encontró.

—No necesito dinero.

—¿No te gustaría comprarte ropa? —Lauren deslizó su mirada por sus vaqueros gastados.

—No me interesa ir a la moda.

—¿Nunca deseas tener las cosas que tienen tus hermanas?

A Camila le intranquilizaron sus preguntas.

—Mis hermanas acabaron sus estudios. Yo no. Conoces la historia por los periódicos. Sabes que destrocé la carrera docente de Roy Holden. No hace falta que te lo cuente.

—Me encantaría oírlo de tu boca.

—Es una historia tan antigua como la humanidad—Bufó Camila, furiosa—Una inocente joven de dieciséis años pasa demasiado tiempo con uno de sus profesores. Un testigo nos encontró en lo que describió como una «situación comprometida». Holden fue trasladado a otro colegio.

—¿Y tú?

Camila bajó la mirada.

—Dejé el colegio ese mismo día. No podía soportar las miradas furtivas y los comentarios de mis compañeros.

Boda por escándalo Where stories live. Discover now