Pétalo 02| Enderezando

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- No lo creo.

La maleza rodeaba el pequeño claro, para él era demasiado extraño ya que normalmente ese lugar estaba despejado.

- ¡Me estoy esforzando! Creo que eres tú la que no se deja entender

Giyuu agudizo el oído bastante intrigado. Lo anterior eran las interpretaciones que había hecho ya que el sonido no se filtraba demasiado bien por culpa del follaje

Su amada hermana lo había instruido para no ser descortés, aunque en esos momentos a curiosidad comenzaba a susurrar palabras en su oído, todas incentivándole a resolver el misterio que parecían encerrar las paredes naturales.

Acercó la mano, dubitativo.

Su maestro le había pedido convocar a Sabito a la cascada, por eso interrumpiría.

Rozó una pequeña hoja, apartándola, la cual cayó con una tranquilidad imperturbable al suelo.

"La primera" fue lo que creyó antes de agarrar una rama y comenzándola a doblar.

Pero se detuvo, negó y siguió andando para llegar a la cascada y entrenar bajo su peso. Era tan extraño, había jurado el hecho de que el lugar predilecto de Sabito para entrenar lo habían librado de malezas en los primeros días de entrenamiento bajo el ala de Urokodaki.

El Sabito responsable que conocía no se saltaría entrenamientos opcionales por simple capricho, le daría alguna razón a Urokodaki, cubriéndolo por sólo por esta vez.

🌸

- La marea sube y baja, las olas golpean con fuerza pero debes retornar al cauce con limpieza y son dejar rastro.

Los ojos se convirtieron en puntos.

- El agua no ha retornado a su cauce, Sabito.

- ¡Que sí! - se defendió él, con la voz elevada.

- No lo creo - corrigió antes de sujetar una katana y ejecutar la danza de las corrientes como si se tratara de un simple baile - Es de esta forma, no lo haces correctamente, te falta armonía.

Sabito frunció el ceño y se puso colorado de rabia.

- ¡Estoy dando todo de mí! Creo que eres tu quien no se deja entender con tus explicaciones tan raras. Después de todo ¿la armonía que tiene que ver si lo que busco es eliminarlo?

Con hastío volvió a las repeticiones prefiriendo ignorarla. Estaba perdiendo tiempo.

- La fuerza no determina el zarpazo del oso, lo hace la rapidez con la que ejecuta y la precisión en la dirección. Dices que la armonía es inútil, ¿desprecias la precisión en la que Urokodaki dedicó tanto tiempo en pulir?

Sabito sujetó con todas sus fuerza la espada.

- ¡Acabas de volverlo a hacer! ¡no quise decir eso!

No deseaba tener que gritarle a una mujer, excepto a su madre, lo prometió pero acabó por hacerlo. Esa niña era excesivamente abstracta, odiaba admitirlo pero por primera vez conoció a alguien más difícil de entender que su compañero de entrenamiento.

- Sabito - con una expresión más seria, la peliazul se inclinó hacia él - Mis disculpas, pero debo ser rigorosa, debes sobrevivir en la selección final y de ser posible, sálvalos a todos, sé que puedes.

- ¿Eh? - los cambios repentinos lo desconcertaron aún más

- Pero en estos casos es tu propio orgullo el que te está cegando, acepta mis consejos, quiero el mismo resultado que tú en este entrenamiento especial.

La niña de hakama floreado no lo admitía abiertamente, pero que nada avanzara de acuerdo a las expectativas iniciales del entrenamiento la exasperaba.

- ¿Aniquilar demonios? - inquirió Sabito con total firmeza que resultaba algo aterradora - Ese es mi deseo, pero ¿tú? No parece que hayas sufrido - señala su cicatriz - por los demonios.

Makomo ladeo la cabeza.

- Las cicatrices se llevan también en el corazón. Creí que lo sabías mejor que nadie.

Sabito lo sabía, ese comentario suyo había resultado bastante dañino y fuera de lugar. Su mejor amigo había perdido a su hermana contra un demonio y aún podía vislumbrar el rastro de miedo y pesar que cargaba su mirada azul.

La mirada turquesa de Makomo estaba llena de lástima y fue lo que consiguió incomodarlo en un inicio. ¿Era por su cicatriz en el rostro? No tenía importancia, ¿Era porque su madre lo abandonó? Fue criado por su padre y abuelo, dos honorables hombres de los que se enorgullecía profundamente, no deseaba que otra persona lo mirara con esa lástima tan desagradable porque no venía al caso.

Y fue interrumpido de sus pensamientos.

- Yo deseo salvar vidas - la mirada de Makomo se perdía en el horizonte - matar es una aspiración demasiado triste, ¿acaso no hay personas que desees proteger? ¿o perdiste todo? - con dolor estrechó sus manos bajando la cabeza - ¿no te queda nada en este mundo? ¿Qué hay de Urokodaki? Te tiene bastante aprecio y se aplica lo mismo con Giyuu.

La imagen de Giyuu pasó por su cabeza.

Le preocupaba más de lo que podía admitir, la vida lo había abandonado y sabía con certeza que había perdido a alguien que amaba ya que en las noches, cuando lo creía dormido en el futón contiguo lo escuchaba susurrar un nombre mientras lloraba aferrándose a su hakama.

Su maestro, de vez en cuando esbozaba una sonrisa triste a un jarrón de la entrada con tallos deshechos. Desistió en preguntar la razón por lo que tan solo percibía su tristeza.

- Es un sí - con alivio Makomo sonrió - Tus ojos son del color de la glicinia, quería creer que tu motivación no se reducía al odio, inténtalo de nuevo y no te dejes llevar por la impulsividad.

Makomo trepó a una rama alta.

- ¡Inténtalo otra vez! No te aseguro nada, ¡pero tengo un buen presentimiento acerca de este intento!

Sabito inhaló aire antes de pronunciar las palabras siguientes con toda la tranquilidad que consiguió reunir.

- Respiración del agua.

Se detuvo a pensar en lo que Makomo había pronunciado con anterioridad

Olas

"¿Se estaba refiriendo al mar?"

Nunca había tenido la oportunidad de observarlo con sus propios ojos, de referencia tenía una vieja historia que le había contado su abuelo, una demasiado romántica y fantasiosa alejada de las leyendas que escuchaba embelesado, pero lo suficiente extraña para perdurar en su memoria más tiempo del necesario.

Un majestuoso caudal de agua, mucho más grande que todas las lagunas juntas. Esas fueron las palabras utilizadas cuando comparó al mar con un lago cercano a la aldea en la que habitó alguna vez.

Cuando su abuelo introdujo su bastón en el centro de una de ellas apoyado por el puente que conectaba a la otra orilla, provocando ondas de agua que partían desde ese mundo.

Sabito, un día te llevaré al mar, y es entonces cuando comprenderás lo grande que es el mundo fuera de nuestro pequeño pueblo.

- Tercera forma: Danza de las corrientes!

Ejecutando cada movimiento, intentando imitar la descripción que su abuelo le había mencionado al momento de pasar aquel lago, las olas fluyeron y por un instante, Sabito creyó ver olas formándose a partir de su espada.

- Creo que lo conseguí - observando el brillo del azul metálico de la katana de práctica, sonrió antes de girar a la rama en donde estaba Makomo - ¿A esto te referías?

Pero no había nadie.

Los hombros decayeron un poco, pero reafirmó el agarre.

Había avanzado

Envainó la espada con gran cautela y abandonó aquel claro de árboles libres de enredaderas y maleza.

Flor CianWhere stories live. Discover now