Capítulo 1

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Ángelus se encontraba en su departamento, una enorme y roja manzana relucía sobre su mano izquierda y una turbia idea rondaba en su mente: meterse una manzana en el anastasio, mientras bailaba la macarena sobre un círculo de sal e invocaba a Lucif...

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Ángelus se encontraba en su departamento, una enorme y roja manzana relucía sobre su mano izquierda y una turbia idea rondaba en su mente: meterse una manzana en el anastasio, mientras bailaba la macarena sobre un círculo de sal e invocaba a Lucifer con ayuda de una tabla Ouija. La hermosa costumbre de usar vibradores empezaba a parecerle aburrida, el mete y saca era insufrible y todo le daba igual. Así que la oportunidad de probar algo nuevo y sobrenatural era lo único que lo alentaba a continuar.

«Si me voy a ir al infierno, al menos que sea como el amante oficial del poderosísimo y guapísimo Lucifer» pensó mientras observaba a su enorme y gordo gato lamerse los genitales. De un suspiro dejó la manzana en el refrigerador y se apresuró a hacer todos los preparativos, le quedaba poco tiempo para terminar; ya que, por motivos de preferencia, las 3:00 am era la hora idónea para el ritual.

Los nervios le estaban perturbando el cerebro y con cada minuto que pasaba tenía aún más miedo, no quería arruinar la poca estabilidad que había obtenido, pero la curiosidad y el éxtasis de conocer a su demonio favorito hacían que su cuerpo explotara de emoción.

«Ya solo falta el vibrador en forma de mazorca de maíz» recordó mientras colocaba varias velas negras alrededor del piso, con precaución esparció sal formando un círculo y colocó la tabla Ouija adentro. Ladeando la cabeza miró a su pequeña mascota y suspiró.

—Hoy no puedes quedarte aquí pequeño. —Le dijo con un tono de voz dulce y que denotaba el inmenso cariño que le tenía.

Para él Bigotes era más que un gato, lo había encontrado en una caja cuando apenas tenía unos días de nacido, así que sin pensarlo dos veces decidió darle un hogar.

El rechoncho gato le lanzó una mirada fulminante y se limitó a seguir ignorándolo, por lo que Ángelus sonrió meneando la cabeza y caminó hacia él.

—¿Quieres visitar a la tía Edelweiss, Bigotes? —Le preguntó mientras se agachaba para cargarlo y darle suaves caricias—. Te prometo que te divertirás como nunca, igual que yo —insinuó imaginando la excitante escena que iba a protagonizar.

Bigotes se removió incómodo y le dio un mordisco en el brazo para que lo soltara, no quería saber nada de las perversas fantasías de su humano. De tan solo pensarlo se le ponían los pelos de punta. Ángelus arrugó su rostro en dolor y lo sujetó más fuerte, después lo metió dentro del transportador para llevarlo a casa de su mejor amiga.

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