Capítulo 2 (Parte II): Enzo

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—Mírala, Orión —acabó diciendo Sona a la par que señalaba con la cabeza en dirección a Europa—. No está hecha para este mundo.

—No hables como si no estuviese aquí —respondió el chico—. Te está oyendo perfectamente.

Sona negó con la cabeza para acto seguido inspirar con fuerza y echar la cabeza hacia detrás. Una débil y triste sonrisa se dibujó en sus labios.

—Oye, pero no escucha. Solo sabe dar la razón para complacer a la gente —suspiró—. Me voy, necesito darme una ducha después de haber follado con esa rata. Si veis a Cassy y pregunta por mí, decidle que no quiero saber nada de ningún cliente hasta mañana por lo menos. Ese tío me ha drenado todas las energías.

La mujer se sacudió el cabello y con paso firme se dirigió hacia la salida. Pareció dudar unos instantes antes de abrir la puerta, pero finalmente acabó abandonando la sala vip sin decir una sola palabra más.

Europa y Orión se quedaron solos, uno frente al otro. Europa se veía incapaz de levantar la mirada del suelo, y menos aún de seguir dando el servicio que se esperaba de ella al dueño de Electric Love durante el resto de su jornada; solo de pensar en aquella idea se le cerraba aún más la boca del estómago.

—Habla con Cassy y dile que te tomas el día libre, seguro que no pone pegas —dijo Orión para romper el silencio mientras se ponía a su lado—. Nunca has faltado ni te has cogido una baja, lo tienes más que merecido.

Ella no dijo nada. Su cabeza era incapaz de pensar con claridad; solo se repetía a sí misma una y otra vez que quería recoger sus cosas e irse a casa para quedarse allí lo que quedaba de noche. Orión le acarició un brazo, pero ella no reaccionó. El recuerdo de Enzo agarrando su cuello con violencia se mezclaba con la mirada cargada de reproches de Sona, con la música de la sala que nunca paraba, el ardiente cóctel de Orión, el olor de la recepción del Cherry Kisses, el ruido de sus tacones por los pasillos, por las calles; la mujer detenida en el suburbano, los gritos de sus vecinos, la alarma de las ocho de la noche para ir al trabajo. La vida de Europa pasó ante sus ojos como una exhalación y todo lo que pudo sentir fue vértigo ante un enorme vacío que se asentaba a pasos agigantados en su interior.

—Sona tiene razón —acabó susurrando.

—¿En qué?

—Solo sé complacer a la gente, nunca pienso en mí misma.

Orión le acarició la mejilla y Europa por fin alzó la mirada, una mirada desesperada por encontrar algo a lo que aferrarse. El chico leyó en los ojos de su amiga todo lo que su voz no podía decir por la conmoción, y se apresuró a dejar que ella se apoyase en su pecho y comenzase a llorar en silencio.

—Se le pasará, ya lo verás —dijo en su oído tras unos minutos. Europa no había dejado de sollozar—. Está frustrada, pero acabará comprendiendo la situación. No sabe vivir sin ti. Y sí, te gusta complacer a la gente, pero eso no es malo y tampoco es lo único que sabes hacer.

—Os voy a joder a todos —acabó diciendo ella sin despegar la cara del pecho de Orión—. No sé que hacer, de verdad, no sé qu...

—¿Ves? Ahora sí que estás pensando en complacernos a nosotros y no estás pensando en ti. Harás lo que sea mejor para ti, Euri. Tienes que pensar en ti.

—Si me voy, os jodo. Si me quedo, os jodo. No quiero ninguna de las dos opciones. Y tampoco creo que sea capaz de aguantar más de dos días a su lado...Es... —los ojos de Enzo se le aparecieron como los de un depredador acechando en la oscuridad—. ¡Es horrible!

—Europa. —Orión cogió a la chica de los hombros y la obligó a mirarle a los ojos—. Necesitas el dinero. Tienes toda una vida por delante de la que disfrutar, aunque subnormales como Enzo piensen que tenemos el mismo valor que una silla o un jarrón. Una vez tengas el dinero para la modificación, podrás mandarlo a la mierda.

Las cuatro lunas de JúpiterWhere stories live. Discover now