Día uno.

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La estúpida alarma sonaba después de tanto tiempo, ahí estaba yo, tirado en la cama, sin ganas de vivir, pero ¿Qué podría hacer yo?, sin más me levanté e hice lo que cualquier ser humano normal haría, prepararme y llegar tarde a mi primer día de preparatoria.

Al entrar había un guardia y vaya, pedía una estúpida credencial que por obras del destino (o de mi madre), tenía en la mochila, gracias mamá. Mientras la mostraba y entraba pensaba en que esto sería difícil para que mi mejor amigo entre en un futuro, pero bien empecé a ver caras viejas, a lo lejos veía a aquel que me golpeaba en la primaria y eventualmente se haría mi amigo pero sinceramente, no tenía ganas de saludarlo ahora.

Entré al salón, decidí no ver a nadie y solo sentarme, y sorprenderme de las caras que vería conforme vaya el día.

—Buenos días jóvenes, bienvenidos a la preparatoria, disfruten esta etapa de su vida porque se pasará volando—Ojalá—Pensé
—Bien ¿qué tal si nos presentamos? —Ah excelente.
—Vamos por filas —Mierda, mierda, mierda porfavor inicie del otro lado
—Iniciemos por mi lado derecho hasta mi lado izquierdo, ¿qué les parece?
—Puta madre esto me gano por llegar tarde, nadie quiere el lugar que está frente a la maestra
—Bien hijo, hora de presentarse frente la clase—Dijo con una hermosa sonrisa en su rostro, a pesar de ser tan estúpida, era muy hermosa, eso no lo puedo negar.

—Bien, mi nombre es Oliver Garcia Tamez, tengo 16 años y me gusta mucho el boxeo, soy muy nervioso y me gusta la música—Dije mientras tiritaba y pensaba en no trabarme al hablar.

—¡Vaya!, te gusta la música, que original

Claro, no faltaba el gracioso de la clase, Max, joven con padres de mucho dinero, alto y un poco guapo, lo suficiente para ser el centro de atención de la clase.

Mis compañeros seguían y seguían, sinceramente no puse atención, no me importaban solo quería acabar este sufrimiento llamado presentación innecesaria, bueno hasta que ella se presentó, de pronto se puso de pie una chica hermosa, con una voz tan dulce, tiene ojos verdes, cabello rubio, es tan brillante que parecía que te podía dejar ciego si lo veías por mucho tiempo, era increíble que no la haya notado antes, alguien así se merece la atención de todo el salón.

—Buenos días, mi nombre es Hannah, Hannah Rodriguez, me encanta salir a fiestas, me gusta bailar, cantar, leer ah y la música—Dijo mientras dejaba salir una sonrisa tan encantadora, ¿Yo? Estaba totalmente estúpido admirando cada facción de su rostro.

El día siguió y acabó (por fin), yo estaba con harto sueño y con ganas de llegar a casa a dormir.

—¡Hey Oliver! —Dijo una voz extraña, no podía reconocerla.

Veo de lejos a un chico corriendo hacia mi, no podía distinguirlo pero conforme se iba acercando podía verlo, era mi mejor amigo de la primaria, Christian, moreno, lentes, tal vez cinto centímetros más alto que yo.

—¡Tanto tiempo! —Dijo emocionado y directo a darme un abrazo

—¡Hey vaya has cambiado mucho! —Dije con ganas de que esta conversación acabara pronto y largarme a mi casa.

—¿Yo? Mírate tú, bajaste como mil kilos y vaya que te pusiste guapo cabrón—Dijo mientras reíamos.

Sinceramente a este punto yo ya no presté atención a sus balbuceos, estaba concentrado en otra cosa, o mas bien, en otra persona, Hannah, ella estaba a tan solo 5 metros de mí, podía verla rodeada de muchas personas, tan popular y yo aquí, solo con un wey con el que no hablo hace años y no recuerdo ni su nombre completo

—¿Tierra hablando a Oliver?, wey, ¿qué putas ves? —Dijo volteando hacía donde yo.

—Ah ya, los encantos de Hannah te están llamando—Dijo con una sonrisa muy irritante.

—¡No!, nada que ver, solo me perdí y se cruzó hacia donde yo veía, solo fue coincidencia—Dije algo preocupado.

—Claro claro, muy creíble eh, pero no te hagas ilusiones, así como la ves, no se deja conquistar fácil.

—Espera, ¿Tú cómo la conoces?, ¿Cómo sabes todo eso?

—Ella estaba en mi secundaria, tenía y tiene a todos a sus pies, aunque jamás le he conocido a alguien, parece que tiene la cabeza en otras cosas.

—Sí bueno de todos modos no me importa, yo vengo a estudiar—le dije mientras nos echamos a reír.

—Sí claro, te has vuelto muy responsable, Oliver—Dijo sarcásticamente mientras reía.

—Claro, y tú todo un comediante—Era algo extraño estar riendo con este wey, no recordaba tan divertido a este cabrón—Me voy, cuídate, nos vemos luego—Me di la vuelta y me dirigí a la salida.

Para ser el primer día todo fue bien, sin tarea, excelente diría yo.

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