Especial de Navidad 2021 [Parte 1]

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—Hasta que al fin te dignas a responderme.

—Padre —murmuró sin ganas, lo que le faltaba—. ¿No se supone que a esta hora estás durmiendo?

—Son las seis de la tarde, Guillaume.

—Ah... —Entonces era el mediodía en su lado del mundo y ni cuenta se dio—. Como sea, ¿pasó algo?

—Se acerca la Navidad.

—¿Me llamas para eso? Como si no lo supiera —dijo, se le escapó un suspiro sin querer.

—Y no estás donde se supone que debes estar.

—Estoy en casa a salvo y no en un coma etílico, así que yo diría que estoy justo donde debo estar.

Guillaume. —Don Bernard se puso más serio, cosa peligrosa a esas alturas—. Tenemos un acuerdo.

—¿De qué?

—Este año volverías a Provenza a pasar las fiestas. Te dije varias veces lo importante que era, todos nuestros socios franceses estarán. Este año lo celebraremos en Cabaret.

—Vaya nombre, eh —comentó con descuido—. Padre, en verdad no me interesa pasar estos días rodeado de ancianos franceses hablando de lo mismo.

—Eres mi hijo, Guillaume. Esos ancianos franceses que no quieres ver son los que sostienen nuestro imperio, tu herencia. Y todos te tienen en buena estima.

—Lo dudo —contestó, y giró los ojos. Todos esos vejestorios lo conocieron de niño, y en sus mentes seguía siendo un crio al que papi controlaba.

—Como sea, tu presencia aquí no está en discusión. Vas a volver a casa para Navidad y fin de la discusión. Tu vuelo sale en cuatro horas.

—¡¿Qué?! —exclamó. Frente a él, Arnald se esforzó por esconder su risa—. Ni siquiera tengo un maldito boleto aéreo.

Le envié los documentos a tu asistente. —Tal vez estaban hablando alto, pues apenas dijo eso, Arnald sacó unos papeles. Ahí estaba la información de su vuelo, el número 0023 de Air France.

—No he hecho maletas.

—Tu asistente se encargará.

—¿Puedo pasar, señor? —preguntó Arnald—. Tengo ordenes de su padre.

—Sí, bueno... —El chico no esperó más, lo esquivó y entró a su apartamento a hacerle la maleta. Cosa que solo acabó por irritarlo—. ¿Algún día dejarás de meterte en mi vida? Tengo a un centennial haciéndome las maletas, tal vez tocando mis calzoncillos.

—Qué asco, eso hazlo tú. Deja de torturar al pobre muchacho.

—Deja de torturarme tú, ¿en serio crees que mis planes de Navidad eran viajar al otro lado del mundo?

—Pues ahora lo son, así que muévete de una vez y no dejes que Arnald toque tus calzoncillos.

—Oh, cállate —le colgó. Le colgó a su padre, y no se la creyó. Seguro que el viejo iba a darle un sermón a su llegada a Francia. Sus perspectivas navideñas habían empeorado, y solo pensaba que se avecinaba una catástrofe.



II.- La dama de la ruta

Guillaume abrió los ojos de golpe, justo cuando el vuelo privado aterrizó en Béziers. No daba más por culpa del jet lag, ya ni sabía cuánto tiempo había pasado desde que salió de Nueva York ni qué día era. El vuelo a París llegó a la hora, y si por un instante pensó en escabullirse por la ciudad, el sueño se deshizo ni bien vio a los hombres que su padre mandó a recogerlo para volar a Provenza. No le quedó otra que resignarse a pasar las peores fiestas navideñas de su vida.

La Dama y el Grial I : El misterio de la OrdenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora