19. No me beses tanto

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Llegó a la cafetería donde le esperaba un Alan súper animado. Ella sonrió y se dejó caer en la silla de forma cansada. Llevaba bastante curro a la espalda, igual era sólo eso. Se estaba empeñando en llegar a tiempo y se estaba exigiendo mucho. Alan le hizo una carantoña y ella se apartó un poco. Él arrugó la frente y ella hizo una mueca de agotada. Él no le dio importancia y comenzó a hablar sobre su día en el trabajo, como si eso fuese a ayudar a Vega. En ese momento tenía ganas de ponerse el nuevo disco, sentarse tras su ordenador y ponerse a escribir sobre cómo se sentía. Lástima que había aceptado ese plan, pero Alan siempre conseguía hacerle sonreír, seguro que aquella vez iba a hacerlo de nuevo. Pidieron unos refrescos y él le preguntó a ella por el trabajo. Vega le contó que ahora tenía un extra entre manos. No le contó quién era el cliente, porque lo encontraba algo arriesgado y exclusivo del estudio. Algo así como protección de la privacidad de un famoso de la tele, aunque suponía que terminaría contándoselo. Él no se interesó en profundizar porque vio que ella estaba algo agobiada; le tomó una mano y le dijo que sabía que podía con todo. Aquello podría haberle parecido un gran chute de autoestima a la chica, pero se lo quedó mirando, frunciendo un poco el ceño, y pensó que por qué actuaba como si la conociera de toda la vida. No era así, apenas tenían confianza desde hacía unas semanas. Él no reparó en el gesto de la chica, realmente pensaba que ella tenía algo de especial; quizá su humor, quizá que no era una chica fácil de las que quieren sexo la primera noche. A saber qué era, pero le gustaba.

—¿Te apetece que vayamos a cenar a alguna parte? —preguntó el chico.

—No lo sé, Alan —dijo ella, dejando su vaso en la mesa después de haberle dado un trago—. O sea, en realidad... tengo trabajo que hacer. Leerse normativas puede ser algo tedioso y complicado.

—Ya veo —dijo él al intuir aburrimiento en el tono de la chica—. ¿Damos un paseo? Te acompaño a casa.

¿Ya quería irse? Vega lo miró torciendo el gesto. No le pillaba hoy. Él también torció el gesto, contrariado. ¿Qué le pasaba hoy a ésta?

—Di tú qué te apetece... —sugirió él, agregando una sonrisita.

—Bueno, no lo sé —dijo ella. Alan pensó que debía de estar en esos días.

—Creo que estás agobiada con el curro —dijo él.

Vega sonrió un poco más calmada. Asintió y le propuso pillar algo para llevar en el centro y cenar dando un paseo. Alan pareció conforme con la idea, así que así que pidieron unos perritos calientes y caminaron hasta una plaza cercana a la casa de la chica. Se sentaron en un banco y observaron a la gente que pasaba. Alan se inventaba historias sobre aquellos que parecían más perdidos y Vega lo miraba riéndose, porque era un payaso. Pero estaba cansada, no quería que se alargara mucho la velada. De hecho, se le escapó un bostezo gigantesco que hizo a Alan reír y mirar el reloj porque era temprano aún. El chico negó con la cabeza al levantarse y, cuando ella terminaba su comida, tiró de su brazo para ir hacia su casa. Ella se dejó llevar sin una queja, soltando otro bostezo y una risita.

El chico la besó al llegar al portal. La besó lento, disfrutando el momento. Ella se dejó hacer y le abrazó por el cuello. Pero el subconsciente, sobre todo si tienes sueño, hace cosas extrañas que te desconciertan. Porque mientras besaba a Alan, Deneb volvió a la cabeza de Vega. ¡Ay, ojalá le besara así Den Murphy! Ojalá sus manos le recorrieran las caderas y esos ojos azules la miraran con expectación ardiente. ¿Pero por qué pensaba en eso? ¡No! Se sentía culpable y trató de borrar esos pensamientos de su cabeza, abrazándose más contra el chico. Lo que pasa es que, una vez que piensas en que no quieres pensar en algo, piensas más. Es de ley. Así que se preguntó por qué ella no tendría la suerte de ser besada así por el hombre que más le gustaba en el mundo. Ese que estaría a punto de conocer dentro de muy poco, porque Cob se lo había dicho. ¿Y si estaba haciendo ilusiones a Alan cuando ella pensaba en otro? ¡No era buena idea! ¿Por qué no paraba de pensar en mitad de un beso? En los besos no se debería de pensar tanto.

—No... —empezó a decir, separándose de él, apartándolo con las dos manos sobre el pecho del chico—. No me beses tanto.

—¿Qué? —preguntó él totalmente confundido.

—No... —repitió ella mirando al suelo—. Me subo a casa.

—Pero... —Él frunció el ceño y puso una mueca disconforme pero no añadió nada. Estaba rara—. Pero, espera.

—No, no. Tengo mucho lío, Alan —se excusó ella dándose la vuelta para abrir la puerta—. Buenas noches.

—Un momento... —Ella abrió la puerta y él quiso haberla parado, pero estaba rebuscándose en un bolsillo. Además, ella iba rápido. Entró al portal y caminó deprisa dejándolo ahí. Alan frunció el ceño y se quedó con cara de idiota mientras la puerta se cerraba en su cara y sacaba la mano del bolsillo—. Tengo esto para ti... —dijo a nadie, alzando unas entradas para ver a Deneb Murphy el doce de abril. Había pensado que seguro le hacía ilusión ir y, en cuanto se enteró de ese concierto, se le ocurrió que sería un buen plan para hacer juntos. Pero ahora no sabía. De hecho, estaba enfadado.

No te emociones tantoWhere stories live. Discover now