PRÓLOGO

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Londres, Inglaterra. 12.55 AM:

Solo bastaron un par de tragos para que ellos dos se conociesen.

Skylar Ford celebraba su cumpleaños número veintiuno en uno de los clubs más prestigiados y sexys de Inglaterra. "HELL" era un club donde solo los mejores tragos, las mejores meseras, y los mejores bailarines se presentaban.

Habrá sido el destino el que los unió aquella noche, pero alguien esperaba por Skylar en ese club. En medio del alcohol, música electrónica y luces rojas, Sky estaba embelesada viendo a uno de los bailarines sensuales sin playera y de rulos hasta los hombros sobre la tarima.

La cumpleañera se sonrojaba cada vez que el bailarín le lanzaba miradas bajo ese antifaz negro. La sonrisa que intercambiaban era coqueta, socarrona, hambrienta. Un juego de seducción en silencio atravesaba el club entero.

Skylar casi pensaba que esos bailes del extraño se los dedicaba a ella.

—Yo digo que... —Skylar balbuceó hacia sus tres mejores amigas, y culpó el pobre control en su lengua a las copas que llevaba encima—. Debemos venir más seguido a este club. Los bailarines están...

Y lanzó un beso al aire con la ayuda de sus dedos.

El bailarín de rulos, desde el otro lado de la sala, sonreía entretenido de la actitud ebria de la cumpleañera. Le había pegado el ojo desde que llegó al club. Y es que la muchacha deslumbraba su cuerpo de bailarina en un corto vestido negro y tacones altos, revelando firmes piernas y un pequeño escote.

《Una canción más y mi turno acaba》, pensó el ojiverde.

El hombre se lució y engatusó a la atractiva dama ebria con sus movimientos sensuales. Su torso se ondeaba al ritmo de la música, y sus músculos se flexionaban cuando se apoyaba en sus manos para levantar la cadera simulando un acto sexual al compás de la música lenta, provocando gritos extasiados de las damiselas.

De todos los bailarines, él era el que más resaltaba. Y no únicamente por sus tatuajes o su cabello largo, sino por sus dulces ojos verdes y sus hoyuelos al sonreír.

Muchos le llamaban "el ángel del infierno" por sus expresiones inocentes que en realidad incitaban a actitudes sucias.

Una vez que el turno del ángel del infierno hubiese acabado, cruzó la pista de baile sin despegar su mirada de la cumpleañera y se le acercó con decisión. No sería la primera vez que coqueteaba con una de sus admiradoras en el público. Y el ángel no sería el primer hombre desconocido con el que Skylar se dejaba perder.

—¿Bailas? —él le preguntó.

Skylar, con las neuronas sedadas por el alcohol y las hormonas alteradas gracias al afrodisíaco del sudor del bailarín, se alejó de sus amigas y tomó la mano de su nuevo galán.

—Es mi cumpleaños. —Skylar sintió que debía decírselo.

El hombre la tomó de la cintura. Firme. Su brazo tiró de su delgado, pero fuerte cuerpo hacia su pecho. Sky jadeó al sentir esa cercanía tan atrevida, y pensó que definitivamente no se quería alejar.

—Déjame hacerlo uno feliz, entonces —el bailarín murmuró en su oreja antes de besarle el cuello.

Skylar entendió sus intensiones y, después de pensarlo medio segundo, supo que quería seguirlo por el camino de la perdición.

—¿Me enseñas cómo? —musitó Sky, seductora.

Al bailarín se le aceleraron los latidos del corazón. Miró la boca roja de la chica y, a continuación, tomó su mano y tiró de ella entre la gente hacia una de las habitaciones privadas del club.

Una luz pobre roja, una cama con apenas una sábana y un sofá. No necesitaban más para saciarse las ganas. El joven cerró la puerta con seguro, alejándose de la música de fondo, y se detuvo a admirar a la criatura que se sentaba al borde de la cama, tentándolo con una sonrisita.

—¿Y cómo se llama la cumpleañera? —él murmuró, acercándose.

—Skylar... —ella respondió, encantada con la vista de los tatuajes en el torso del hombre en frente de sus ojos.

—Skylar... —Él repitió, colocándose entre sus piernas—. ¿Quieres que nos lleve al cielo, Sky?

La respiración de la muchacha se había descontrolado. Una nueva palpitación se había centrado entre sus piernas. Necesitada, húmeda, deseosa.

—Mejor llévame al infierno —musitó.

El hombre se lanzó presa a sus labios. Gimió al sentirlos: carnosos y tibios. Una corriente le recorrió el vientre bajo y ocasionó que sus manos tiemblen al desabrocharse el pantalón al mismo tiempo que se subía a la cama.

—¿Y tú, ángel? —Skylar preguntó—. ¿Cuál es tu nombre?

El bailarín únicamente revelaba su nombre artístico.

—Me llamo Edward —jadeó contra su cuello, trazando un camino con sus labios hacia sus pechos.

Sky intentó quitarle el antifaz, y aunque al principio Edward se negó, terminó sediendo cuando la muchacha gimió al sentir su boca sobre su brasier.

—No vas a olvidarme nunca, Sky —Edward sentenció, mirándola fijamente a los ojos mientras le quitaba el vestido negro—. Nunca nadie te hará sentir como yo.

Prevenido como cada noche de turno, el bailarín sacó un preservativo de sus pantalones y se lo colocó antes de adentrarse en la castaña. Sudor, arañazos, gemidos y jadeos llenaron la habitación aquella noche. Los dos apenas procesaban la mitad de lo que sucedía, cegados por la excitación, manipulados por el placer. Llevándose a lugares inimaginables, tocando límites y haciendo cosas que ninguno de ellos había pensado cometer. Y, al finalizar su sesión, ambos se vistieron de nuevo como si nada hubiese pasado.

—¿Te volveré a ver? —Edward quiso saber.

Skylar lo dudaba. Ella vivía en Cambridge; únicamente se había dado el lujo de conducir casi una hora lejos de su ciudad para asistir a ese lujoso club por su cumpleaños con sus amigas. De todas maneras, misteriosa y coqueta como ella sola, le guiñó el ojo y dejó un beso sobre sus labios.

—La vida nos hará reencontrar si es que quiere, ángel...

Y poco sabía Skylar que la vida sí los reuniría... y de la manera más prohibida y caprichosa posible.



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~Val. X

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