El demonio se giró hacia mí y me erguí alerta, pero no fue nada comparable a lo que sentí cuando Vassago me rodeó la cintura con su brazo y me empujó hacia su cuerpo, obligándome a percibir su esencia al punto de ni sentir el torbellino característico de esa forma de viaje. Incluso cuando el demonio me liberó lentamente de su abrazo, no trastabillé por el mismo motivo que la primera vez. Su esencia se hacía cada vez más intensa y el olor que aún no había identificado parecía impregnarse en mi piel como lo hacían los productos que Azebel traía a diario para mí.

—¿Puedes sostenerte?

Asentí débilmente con la cabeza y mantuve la mayor distancia posible con el demonio en un intento por recobrarme, levantando la cabeza para mirar aquello que me rodeaba. Aún estaba descalza y podía sentir la hierba tibia bajo mis pies, acariciándome las plantas.

—¿Dónde estamos?

Era un monte, una pradera realmente. A mi espalda se distinguía a lo lejos las alta conglomeración de los edificios negros de la ciudad junto a la cúpula blanca a un lado. Volví a mirar a mi alrededor, pero lo único que veía era una cuidada hierba, nada más, ni un árbol en medio, sólo un vasto terreno de hierba bajo el cálido sol en un cielo azul.

Miré a Vassago con curiosidad.

—Muy bonito —dije para romper el silencio.

Vassago ladeó la cabeza para mirarme y el cabello cayó hacia un lado de su rostro.

—Me alegra que te guste.

¿Había burla en su voz?

—¿No existen los árboles en este mundo? —insistí en hablar cuando Vassago no añadió nada más y ni se movió. Yo tampoco lo hice, por miedo a que algo fuera a suceder en cualquier momento.

—Sí, existen. Sólo en el mundo de los humanos la degradación de...

—Lo sé, lo sé —lo interrumpí— somos unos asesinos de bosques, nos hemos cargado nuestro ecosistema y encima estamos en auge con el tema de las extinciones de animales. Ya tuve esta conversación con Belial, prefiero ahorrarme otro tema de degradación humana si no te importa —Respiré con fuerza y me negué a mirarlo. ¿Por qué siempre tenía que cargar yo con todas las responsabilidades humanas? Vale que no fuera muy ecologista, pero hasta había comenzado a reciclar. ¡Y cuando volviera iba a comenzar a plantar árboles!—, pero por lo visto aquí hay alguien que también tiene algún problema con los árboles —y uno muy serio si mantenían un terreno tan grande con la hierba perfectamente recortada y ni un solo árbol a la vista.

—Te equivocas —Cerré los ojos un instante ¡Cómo me molestaba que hicieran eso!—, nunca intervenimos físicamente en la naturaleza. Si no hay árboles, es porque ellos no quieren crecer aquí.

Lo miré asombrada y traté con todas mis fuerzas de mantener esa expresión de póker que tanto tenía él, pero no pude evitar disimular la sonrisa desdeñosa que asomaba en mis labios.

—Sí y la hierba se corta sola.

Vassago me miró como si fuera tonta.

—Básicamente sí.

Puse los ojos en blanco.

—Ya, claro.

—Nosotros le pedimos que no crezca, como un favor, ella puede decidir si hacerlo o no.

Esta vez mi mirada no fue solo de asombro; lo miré alucinada.

—Le pedís... —murmuré—, como un favor... claro... ¿y si dice que no?

Vassago mantuvo esa mirada de estar ante un completo tonto pero me mantuve erguida.

—Ven.

—¿A dónde?

Desire (Silence 2)Where stories live. Discover now