Día 1

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Espejismos

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Día 1

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Pocas veces en su vida se había sentido así. Podía enumerarlas con una mano. Cuando su abuela murió. Cuando su padre murió. Y ahora.

La diferencia es que esta vez alguien no había muerto, pero verdaderamente sentía como si una parte de él hubiese sido arrancada a la fuerza dejando una herida sangrante en su pecho que palpitaba con cada bombeo de sangre.

Un verdadero vacío.

Desde antes de abrir los ojos pudo percatarse de cómo su estómago se revolvió cerrando su garganta. Esa era la señal. Había ocurrido. No era un sueño.

Esta era su realidad.

Joseph abrió los ojos y sus ojos se fruncieron tratando de detener las lágrimas, pero fue algo totalmente en vano; no pudo pararlas, tampoco pudo parar el sonido de su garganta que jadeó en un ahogado sonido tratando de buscar el aire. Se giró, se abrazó a si mismo y bajo su pesado edredón trató de contener la vida que se le estaba escapando de su ser a través de ese vacío en su pecho.

Once horas antes, Ben y Joe terminaron.

Fue una gran pelea. Nunca habían tenido una discusión de ese tipo en donde las palabras escalaron de tono envueltas en una nebulosa de molestia mientras las miradas se volvían cada vez más frías. En el momento en que Joseph se vio reflejado en los ojos de Ben supo que no había vuelta atrás. Eso era todo. Sin punto de retorno.

Ahora mientras se lava los dientes Joseph recuerda esa mirada fría, impersonal y sin brillo del que fuera su novio y le es incapaz detener las lágrimas de nuevo. Soltando su cepillo de dientes y escupiendo los restos de su enjuague, Joe se inclinó sobre el lavabo conteniendo el peso de su cuerpo sobre él preguntándose cómo carajos se presentaría al trabajo con el rostro hinchado y si podría reprimir momentos como esos en la tienda departamental.

Joe podía definir ese día cómo uno de los más difíciles de su vida. Realmente presenció como en segundos parte de su existencia se derrumbaba y horas después, a cada paso que daba, cada sonrisa falsa de cordialidad y con cada conversación con algún cliente Joseph podía sentir como dentro de él se originaba un vórtice que cerraba su garganta, hacía arder sus ojos y le obligaba a reprimir lágrimas que amenazaban con salirse en cualquier segundo.

Y fue complicado, joder fue enormemente complicado. Porque cuando Joe vio a un niño con una camisa del Rey León tuvo el impulso fuerte de tomar su celular y enviarle a Ben un mensaje cómo "oye, vi a un niño con una camisa del Rey León, fácilmente eres tú de pequeño" pero se detuvo un par de segundos después cuando la realidad lo golpeó recordándole que estaba a la mitad de su jornada laboral en una tienda departamental abarrotada de personas con una odiosa música de fondo.

Se detuvo cuando la realidad lo golpeó recordándole que ahora ya no podría enviarle un mensaje a Ben. Ni tampoco lo vería esa noche, ni irían a cenar al restaurante de costumbre, ni tampoco comprarían ese videojuego que Ben estaba buscando y le dijo días antes que podrían ir juntos bromeando que tal vez compraría algo para él, ni irían después por un helado, ni tampoco le robaría del suyo porque Joe escoge los mejores sabores.

Ya no pasaría nada de eso. Y nuevamente ese vórtice en el vacío de su pecho se agitó acelerando su corazón y cerrando la garganta y pronto Joe se sintió desprotegido en medio del lugar en dónde ha estado trabajando los últimos tres años. Sus piernas flaquearon y él solo pudo acelerar su paso hasta esconderse entre los pasillos de ropa dónde no suele haber gente y deslizarse justo en el recoveco donde las cámaras de seguridad no pudieran ver que el simplemente se sentó tratando de contener las lágrimas.

Y mientras la vida a su alrededor se mueve a pasos agigantados, Joseph cree que en cualquier momento él colapsará porque el dolor físico que siente es tanto como el emocional, porque le duele la cabeza, los ojos, su pecho de tanto llorar en la noche y también por esa herida que no deja de sangrar y manchar todo su pasado, presente y futuro.

Se culpa. Sabe que no es para tanto. Sabe que hay personas en peores situaciones que él. Que hace diecinueve horas él y Benjamin se dijeron adiós y muy probablemente a esa misma hora una madre perdió a su hijo, a alguien le diagnosticaron una enfermedad o a alguien más lo asaltaron en la calle.

Y él, que solamente acababa de perder a su compañero, sentía como los restos de su cuerpo y alma eran arrancados junto con ese mensaje del niño vistiendo una playera del Rey León que no pudo enviar, el helado y el videojuego que no pudieron comprar, la serie que no terminaron de ver, el álbum de fotos que se reúsa a borrar y los andamiajes del futuro que apenas comenzaban a construir. 

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A ti que me lees, mantente saludable, por favor. 

The red top man sweater || BenHardy x JoeMazzelloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora