Se bien que esto está mal. Sobre todo porque si mi mamá se entera... bueno no quiero ni pensar cuando se entere de que ya no soy virgen.

Pero eso que importa ahora. Nada.

Nos alejamos un poco y sonríe, me besa de nuevo en los labios y luego en la nariz, me rio un poco y termina con un beso en la frente. Se aleja mirándome con deseo.

- Te gusta encender la llama, pero no preocuparte de controlar el fuego.

- ¿Quieres que apague ese fuego aquí y ahora?

- No... ya lo apago yo. – me baje del escritorio.

Tomo uno de mis pinceles y me pinto la nariz de rosado, lo aleje y luego me limpie de nuevo, tome un pincel aleatorio y le pinte la mejilla de verde.

- Oye... - me dice pintándome la cara de nuevo.

- Ya vasta. – dije pintándole el cuello. – Deja de pintarme.

- Tú deja de pintarme. – me pinta de nuevo.

- Lukas tu comenzaste... - dije y abrieron la puerta.

- ¡Mierda! ¿Qué nadie sabe tocar? – Lukas mira desconcertado a una de las gemelas, que nos mira con sorpresa.

- Perdón... - dice mirándonos perplejos. – Me voy...

- Sí. – dice Lukas serrando la puerta de un portazo y luego poniéndole pestillo.

- ¡Lukas! – dije cruzándome de brazos. – Que mal educado eres.

- Vino a molestar. – se excusó.

- No es motivo.

- Llevan entrando tres veces así en el día, ¿qué pasa si me estoy cambiando y entran así?

- Entiendo pero ese no es motivo para echarla. – dije dejando el pincel a un lado. – Entiendo que te moleste que entren así a tu habitación, de verdad que te entiendo porque me pasa, pero ella es una invitada.

- Miel, por una vez en tu vida solo dame la razón.

- Pero si te estoy dando la razón, solo que no en la forma como la echaste.

- Es Kate, vino a ver que hacíamos porque las gemelas son unas metiches, eso es lo que pasa. Las conozco desde que tengo memoria y se bien como son, una de las razones por las que no te quiero cerca de ellos. Espeto de Alberto, es si es una ternura, pero ese no es el punto.

No supe que decirle, él tiene razón. Yo no los conozco, no tan bien como Lukas.

- De acuerdo... - dije levantando mis manos en son de paz. – Tienes razón, solo se más educado, es todo. – me miro en el espejo que tiene Lukas. – Me iré a limpiar la cara al baño. – le dije abriendo la puerta. - ¿Vienes? – le estire la mano con una mueca de perrito regañado y sonrió, me acepto la mano y fuimos al baño.

Nos lavamos la cara y luego decidimos ir a hacernos algo para comer, bajamos las escaleras y todos se callaron al notar mi presencia. Sé que fue por mi porque Lukas paso primero y seguían riendo y platicando. Justo en medio de todas las miradas me llaga una llamada de mi mamá.

No necesito que mi mamá me llame ahora, así que le corte y le mande un mensaje diciéndole que no puedo hablar ahora, que la llamo después.

Cuando entro a la cocina Lukas me mira con curiosidad.

- ¿Qué paso? – me pregunto abriendo el refrigerado. - ¿Qué te gustaría comer?

- No pasó nada, solo una llamada de mi mamá. Pero no le conteste.

- Que rebelde. – bromea. - ¿Un sándwich de jamón con queso?

- No como queso. – dije sentándome en una silla. - Pero de jamón.

- ¿¡Cómo que no comes queso!? – me miro perplejo.

- Bueno... no, no me gusta el queso.

- ¿No te gusta el queso? – puso si mano en el corazón. – Eso duele.

- No seas un exagerado. – dije riendo. – Simplemente no me gusta y ya, además de que mi mamá es intolerante.

- Con razón. Gracias a María tú no comes queso, y te pierdes de un manjar.

- No me gusta el manjar tampoco.

- Dios santo ¿quién eres?

- Miel Ortiz, un placer. – bromee.

- Lukas Smith, un gusto señorita. – hace una reverencia y le sigo el juego. – Pero no puedo creer que usted, siendo una princesa no le guste el queso. – dice fingiendo su voz.

- Pues lord Smith, no es necesario que me guste el queso, para ser una princesa. O acaso existe la princesa del queso.

- Su majestad, claro que no es necesario. Disculpe mi insolencia, por favor no me corte la cabeza.

- Estas disculpado. – dije y ambos reímos a carcajadas.

Lágrimas de miel. #1Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum