- ¿Eh? Bueno... ¿hola? – dice Miel confundida.

Me siento de nuevo en mi sitio esperando a que ellas dos terminen de hablar, Miel en ciertos momentos me mira con una sonrisa malévola, bueno... un intento de malévolo porque la verdad es que ella ciento tan dulce y tierna lo malévolo no se sale.

- Sí, de acuerdo. – termina de decir. – Que pase una linda noche. – cuelga y me entrega el celular.

- La buena noticia es que pasaras la noche aquí, más que nada porque afuera está lloviendo demasiado fuerte y tu madre no quiere que te pase nada conduciendo como un loco con este clima.

- ¿Hay una mala?

- Bueno... - ella voltea la vista. – Soy como tu niñera.

- ¿Qué?

- Tu mamá quiere que estés bien, Sabrina solo quiere cuidarte y claro que no lo puede hacer las 24 horas del día, entonces...

- ¿Tu serás como un perrito guardián? – dije indignado. – No.

- También me gustaría verte bien.

- Estoy bien.

- Ahora lo estas, ¿pero qué pasa cuando te vas y vuelves a estar solo en tu casa? ¿Llamas a la mejor compañía de tu novia? La que te ínsita a consumir cosas que dañan tu salud.

- No sabes de lo que hablas. – dije molestándome.

- No... tienes razón, no se toda la historia pero si hablo es porque me doy cuenta.

- ¿Cuenta de?

- De que tus amigos solo te incitan a hacer cosas que dañan tu salid, que tienes un trauma tan grande y crees que la única manera de olvidarte de tus problemas es bebiendo y drogándote.

- No...

- ¿No? – se acerca a mí. - ¿Entonces por qué lo haces?

- Porque... me gusta.

- ¿Te gusta? ¿Qué es lo que te gusta? – estamos muy cerca, pero no puedo dejar de pensar en que ella tiene razón, y no quiero aceptarlo.

- La sensación.

- ¿Qué sensación? ¿La de olvidar?

- No...

- Lukas...

- Miel, por favor no sigas.

La imagen de él viene a mi mente, de cuando... de cómo murió, yo lo quería, cuando niño él era mi superhéroe. El hombre que me salvaba del mostró en mi armario, pero cuando crecí... todo eso se fue, ya no era mí superhéroe, deje de verlo como un ejemplo... aunque termine como él. No me sorprendería morir de la misma manera.

Es una puta maldición, sé que mi abuelo era así... luego mi padre, y ahora yo. Me pregunto si es que un día me llegara a casar mi hijo sería igual que yo... igual que mi padre, igual que mi abuelo, igual que los Smith, todas las putas generaciones.

- Lukas... lo siento. – toca mi pecho. – Perdón... - toma mi camiseta y me abraza.

Siento que todo mi cuerpo me pesa, mis piernas no resisten y caigo al suelo, ella no deja de abrazarme en ningún momento. De mis ojos salen unas lágrimas y siento como la mano de Miel me acaricia la espalda. Yo no quiero ser igual que él, tampoco quiero que Miel me vea así.

Nos separamos un poco, ella tiene los ojos cristalinos, en cualquier momento se le escapa una lágrima. Me acaricia la mejilla limpiándome esas lágrimas que no pude aguantar. Me gustaría saber qué es lo que piensa, si me cree un caso perdido o si ve algo de esperanza en mí.

Lágrimas de miel. #1Where stories live. Discover now