Y lo habría hecho, si no fuera por un pequeño detalle.

—Ya me enteré que habrán varios solteros—

—Eso espero, Marce—

El aparente entusiasmo en Patricia le dejó un mal sabor de boca, recordándole que probablemente buscaría a su galán en el evento. Comprensible, deseaba un marido con plata, no un tinieblo.

Nunca se lo dijeron, pero quedaba implícito que no significaban nada más allá de la lujuria del momento.

Pese a su razonamiento anterior, la sensación desagradable se asentó más y más en su estómago.

—Sandra, ¿oyó eso?, Doña Marcela y la Peliteñida irán a una gala—. Mariana susurró, golpeando suavemente su brazo.

—Algo así—. Realmente no quería hablar de eso, alegrándose de su tono desinteresado.

—Y parece que la Peliteñida irá de cacería, ya la puedo ver coqueteando con todos los solteros y no solteros de la gala—

Tarareó en respuesta, ignorando el sabor a bilis en su garganta y el dolor en su pecho, ambos en aumento conforme avanzó la plática. 

Así mismo ignoró los ojos azules que la observaban de reojo.

.

.

.

Patricia estaba retocando su brillo labial, observando su reflejo en el espejo del baño.

Hoy asistiría a la gala junto a Marce y Hugo luego del trabajo, y quería verse presentable para ello, que no buscara a nadie no significaba que no quería lucirse.

Alguien más entró al baño, y al identificarla una sonrisa complacida surgió de ella.

—Hola jirafona, ¿me extraño?—

Sandra se abstuvo de responder, blanqueando los ojos una vez que estuvo a su lado.

Al seguirla al baño no tenía muy claro que era lo que quería, y aún no lo hacía. Solo la quería cerca, tenerla en sus brazos o besarla con fuerza, o ambos.

Para ser justa, era difícil no pensar en eso cuando los labios rojos brillaban alegremente.

La rubia se sorprendió gratamente por la brusquedad del beso, encontrando encantadora la crudeza con que Sandra actuaba. Deseaba corresponderle de la misma forma, saborear cada gramo de su vitalidad.

Y es exactamente lo que hizo, robando con avidez el suspiro que soltó en medio; estremeciéndose cuando una lengua deseosa invadió su boca, explorándola.

Respondió instintivamente, cediendo el beso mientras sus manos se apresuraban a repasar las curvas a través de la ropa, distrayéndose por la suave succión en su labio inferior.

Le encantaba, le encantaba como se sentía cada caricia, como sus lenguas se enredaban, como tiraba de su cabello suave pero constantemente, como estaban tan ansiosa..

Finalmente se separaron, ambas jadeando por aire.

El agarre en su nuca se suavizó, en lo que sus respiraciones buscaban regularse.

Después de algunos segundos en silencio, decidió hablar.

—¿Y se puede saber por qué esa fiereza?—

Sandra se tensó ante la pregunta, obligándose a relajarse antes de responder. 

—Por nada—. Negó, omitiendo los círculos que se trazaban perezosamente en sus caderas.

—No sé si es por nada—. Canturreó, cambiando las figuras por líneas verticales que subían y bajaban por las piernas.

—Mmh—

La resistencia a hablar intrigó más a Patricia, ya reflexionando en posibles respuestas.

Como un último pensamiento, recordó que en la mañana habló con Marce de su evento, debió escucharla cuando mencionó a los solteros. 

—¿Está celosa por la gala?—. Sonrío burlona, parando sus caricias para mirarla directamente a los ojos. —O mejor dicho, ¿por los galanes?—

La mención hizo arder las mejillas de la contraria, quien volvió a negar.

—No podría importarme menos—. Murmuró, sin apartar la mirada.

—No lo sé, suena a que está celosa—

Por alguna razón la idea de los celos no sonaba tan mal, de hecho la satisfacía de alguna forma.

—Mire, mejor cállese y regresemos a trabajar antes de que nos vengan a buscar—

—'Key, 'key, pero yo que usted me acomodaría el brillo labial—. Señaló ya alejándose, dando una risita al ver la confusión momentánea.

—¿Qué brillo?—. Volteó al espejo, encontrando que toda su boca estaba rodeada de brillos.

Bueno, ojalá esta cosa fuera fácil de quitar.



"Que nadie vea"Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum