Bright lo supo en ese momento, el cuerpo del joven reaccionaba al suyo.

- Creo que debería sentarse un momento, venga aquí al sofá y descanse – lo tomó firme de la cintura y lo llevó a tomar asiento, su mano ardía, quemaba por estar sobre la tela de la ropa de Metawin y se preguntó si su piel sería tan suave como su aroma.

Metawin se sentó y observó a Bright servir un vaso con agua, se lo entregó y bebió de él.

- Pediré que nos traigan algo de comer, creo que ha pasado mucho tiempo desde que salió de clase hasta ahora, si me permite...

En ese momento se retiró para hablar con su mayordomo, ordenó que dispusiesen algo de comer y que se lo llevaran, luego de eso, no quería interrupciones, dijo.

De pie junto a la puerta observó al joven, recostado en aquel sofá, sus ojos lo recorrían y se dio cuenta de que algo estaba pasando, era su ayudante ¿en qué estaba pensando?

Caminó despacio hasta donde se encontraba el joven, tomó asiento a su lado manteniendo cierta distancia. Afuera el viento movía las hojas de los árboles y las nubes comenzaron a amenazar.

- Creo que este libro le va a gustar, joven – mostró el libro que había sacado del estante de libros.

- Sí, me gusta como escribe el autor, aunque es joven, debo decir que tiene talento -argumentó.

- Así es, me gustaría compartir mi parte favorita con usted si me permite – se puso de pie y caminó hasta la chimenea, la temperatura comenzaba a bajar y ninguno se dio cuenta de que el tiempo había transcurrido.

- Claro que sí, como guste – se acomodó en el sofá y se perdió en ese rostro, esos labios que comenzaban a declamar poesía, tan sublime, tan perfecta porque salían de sus labios.

Podrá nublarse el sol eternamente;
Podrá secarse en un instante el mar;
Podrá romperse el eje de la tierra
Como un débil cristal.

Sus ojos lo miraban directo, su respiración lenta y pausada, casi hipnotizante. El calor en la habitación se hizo sentir.

¡todo sucederá! Podrá la muerte
Cubrirme con su fúnebre crespón;
Pero jamás en mí podrá apagarse
La llama de tu amor.

Los ojos de ambos, fijos uno en el otro, casi sin parpadear parecían decirse demasiadas cosas, esas que no se pueden pronunciar, que está prohibido decir, porque no es correcto, porque es prohibido y no es permitido ni bien visto.

La puerta se hace sentir, el mayordomo llegaba con bocadillos, Metawin sale del trance en que se encontraba y mueve su cabeza como negando el hecho que acababa de ocurrir, pero ¿Qué está pasando? Se preguntó a sí mismo.

Bright pone sobre la mesa, delante del sofá lo que el mayordomo preparó.

- Por favor sírvase usted, hoy lo noto... un poco pálido ¿está usted bien? ¿necesita algo? Lo que sea puede usted decírmelo.

- Estoy bien, por favor no se preocupe usted, creo que solo necesito comer algo, ha sido un día largo y luego el viaje – se sorprendió al mirar a través de la ventana y notar que el atardecer se avecinaba.

- ¡Ya es tarde! – dijo impresionado ¿Cómo pasó el tiempo tan rápido? Se cuestionó.

- Lo es, pero ya envié a un mensajero a dar recado de su paradero y estadía hoy aquí – los ojos de Metawin lo miraron impresionado.

- Lo es, pero ya envié a un mensajero a dar recado de su paradero y estadía hoy aquí – los ojos de Metawin lo miraron impresionado

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